La pequeña habitación había quedado en un silencio sepulcral durante unos segundos antes de que Duan Yarong de repente soltara un grito. Se lanzó sobre Han Yichen sin importarle en lo más mínimo los demás. Lo abrazó muy fuerte y estalló en lágrimas.
Mientras lloraba, no dejaba de murmurar —Buen chico... Buen chico...
Esta vez, Zhao Shunrong ya no contenía a Duan Yarong como lo hizo la última vez. Esto se debía a que él tampoco pudo evitar que se le enrojecieran los ojos en el momento en que Han Yichen lo llamó padre.
Que Han Yichen los llamara su padre y madre había sido la única expectativa de la pareja durante los últimos veinte años. Por lo tanto, este llamado había remediado de inmediato la única mancha que tuvieron en los últimos veinte años.
Han Yichen nunca esperó que Duan Yarong se abalanzara sobre él sin importarle los demás. Su cuerpo entero se puso rígido mientras Duan Yarong lo abrazaba.