Un buen rato después, Gu Weiwei se acurrucó en sus brazos. Su cara aún estaba sonrojada y sus ojos lucían lánguidos y encantadores.
—¡No me extrañaste, extrañaste tener sexo conmigo!
Fu Hanzheng rió entre dientes y le besó la frente.
—Estos dos no están separados, pero te extraño más a ti.
La extrañaba, por eso quería acercarse a ella.
Cuando se trataba de su vida sexual, antes no había querido hacerlo tanto, pero una vez que lo probó, debía admitir que fácilmente podría volverse muy adicto.
Gu Weiwei lo miró entrecerrando los ojos y luego lo miró dulcemente.
—¿Te vas a casa mañana?
Las cejas de Fu Hanzheng se alzaron. —¿Quieres que me quede?
—No —respondió Gu Weiwei.
Ya tenía un horario muy exigente, durante el día en el trabajo y cuando pasaba la noche con ella aquí, tenía que trabajar horas extra.
—Puedo irme después del desayuno —subió la manta Fu Hanzheng y susurró—. Duerme ahora.
