Jiang Hai y el subjefe se sobresaltaron al mirar a Yan Jinyi al unísono.
Yan Jinyi todavía dudaba y no pudo evitar mirar a Huo Xishen a los ojos de nuevo. Luego, a regañadientes, metió su mano en la manga y la colocó sobre su palma.
Huo Xishen frunció el ceño y le quitó la manga para sostenerle la mano. Sus dedos estaban fríos y cuando tocaron su piel, Yan Jinyi sintió que su cuerpo se estremecía.
—Mi esposa es tímida y usted la ha asustado tanto, señor Jiang, que ya no puede hablar. ¿Cómo cree que debería compensarnos? —dijo él.
—Rayos, ¿estás hablando en serio? —preguntó alguien.
Tanto Huo Zihang como Zhao Xinchen estaban igual de atónitos.
Miraron a Yan Jinyi, parpadearon y luego volvieron a mirar a Huo Xishen.
—¿Yan Jinyi es tímida? ¿Está tan asustada que no puede hablar? —se preguntaron.
Huo Zihang resistió las ganas de golpear su pecho.
—Segundo hermano, ¿cómo puedes ir en contra de tu conciencia y decir esas cosas sin pestañear siquiera? —preguntó.
