Cuando Jing Yao entró, vio a su hijo ordenándole a Pequeño Chu como si fuera lo más normal.
Simplemente no podía soportar mirarlo. Empujó el brazo de Liang Xun y urgió —Apúrate y tráelo de vuelta. Es demasiado vergonzoso.
Antes de que Liang Xun pudiera moverse, Yu He, que estaba sentado al lado y observando a los dos niños, dijo —No te preocupes por ellos. Déjalos jugar solos. No es fácil para Pequeño Chu encontrar un amigo con quien esté dispuesto a jugar.
Estas palabras sonaron como palabras de cortesía al principio, pero al mirar la expresión en el rostro de Yu He, sintió que lo que decía era cierto.
Jing Yao estaba desconcertada —Pequeño Chu debería ser muy popular entre sus pares con su personalidad.
