Song Fengwan sonrió amargamente y se recostó contra la puerta.
Fu Chen nació refinado. Junto con su creencia en el Budismo, emanaba un aura ascética.
Después de beber unas cuantas copas de vino, se teñía de un color diferente en este momento. Era como si un inmortal desterrado de repente tuviera un corazón mortal y fuera incluso más seductor que los hombres comunes.
—Tercer Hermano, alguien podría venir en cualquier momento —la espalda de Song Fengwan estaba completamente contra la puerta—. Si de repente viene alguien, entonces…
—¿Y qué? —sonrió Fu Chen.
En el banquete de cumpleaños, deseaba poder correr y decirle a todos que ella era su esposa.
—Yo... —la lengua de Song Fengwan se trabó, y parecía incapaz de hacerle nada.
—¿Estás nerviosa? ¿De qué tienes miedo? Todos están comiendo. Nadie vendrá aquí —sonrió Fu Chen.
—Tercer Hermano, no puedo ausentarme por mucho tiempo... —tragó saliva.
