El complejo estaba en una zona aislada y alejada de la bulliciosa ciudad, casi sin ruido alrededor. Las luces de la calle, tenues, se escondían entre los abetos, proyectando sus sombras.
El aire otoñal en la capital era seco y polvoriento. Cuando el viento se levantaba, la niebla llenaba el cielo, como si una capa de ceniza cayera. Cuanto más tarde, más frío se ponía.
Song Fengwan se recostó en el asiento trasero. ¿Por qué están esos dos aquí? Si lo hubiera sabido antes, no habría venido.
—Señorita Song, hemos llegado —recordó Qian Jiang. El coche ya había parado desde hace dos minutos, pero ella aún no se había movido.
—Gracias. —Song Fengwan empujó la puerta y salió del coche. La Anciana Madam Fu ya la esperaba en la puerta. Song Fengwan se sintió halagada. —Abuela Fu, ¿por qué está afuera?
