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Ye Wanwan miró las bolsas en las manos de Han Xianyu y no quería que él sospechara, así que su rostro se iluminó al abrirle la puerta para dejarlo pasar. —¡Gracias! ¿Por qué te has levantado tan temprano si estás de permiso?
—Eh... —Han Xianyu se frotó la nariz y no sabía qué responder.
¿Cómo le digo que me pasé toda la noche pegado a la pared escuchando y no dormí nada?
No habrá pasado nada entre estos dos, ¿verdad...?
Con ese pensamiento, Han Xianyu entró y enseguida vio al hombre sentado en la mesa del comedor con su rostro imperturbable y el cuello de la camisa desordenado. Han Xianyu se volvió hacia Ye Wanwan inmediatamente con una expresión inexplicable. Se acercó a su oído y susurró, tratando de sondear, —Eh, Ye Bai, anoche... no hiciste nada a tu amigo, ¿verdad?
Ye Wanwan estaba confundida, —¿Mi amigo? ¿Te refieres a Ah-jiu? ¿Qué le hice?