Al ver que su madre ya no fruncía el ceño, Liu Che estaba contento. No pudo evitar murmurar—Ay, si solo tu cuñada fuera mi cuñada. Era una lástima que ni siquiera tuviera un hermano.
—Deja de pensarlo —Ji Mo lo miró con desdén—. ¿No quieres jugar a videojuegos? Vamos. Subamos al tercer piso. A mi tercer hermano le encanta coleccionar juegos. Tiene una habitación llena de ellos.
—Vale.
Los dos jóvenes se pusieron los brazos alrededor de los hombros y subieron las escaleras contentos. Sin embargo, el teléfono de Ji Mo sonó de repente. Se detuvo en seco, y su expresión se complicó por un momento.
—¿Qué pasa? —Liu Che se dio cuenta de que algo iba mal y preguntó confundido—. ¿Por qué no contestas la llamada? Si no quieres contestar, cuelga. No nos retrases para jugar a videojuegos.
—No, es la llamada de mi madre —Los labios de Ji Mo se retorcieron—. Ella... Ha cambiado mucho últimamente y me trata bastante bien. No contesté porque temía que te molestaras...