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Había un loro posado en el hombro del mayordomo. Cuando el loro vio a tanta gente, se asustó mucho. Batió sus alas y voló hacia el hombro de Amelia.
Todos quedaron atónitos cuando escucharon las palabras de Jorge. ¿Qué quería decir?
Jorge sostuvo el dosier, sus dedos delgados tamborileando sobre él. Bajó la vista y miró a Rebeca.
—Rebeca, dijiste que Mia te empujó y causó que te cayeras por las escaleras y tuvieras un aborto espontáneo, ¿verdad? —dijo él.
Rebeca bajó la cabeza y fingió llorar. Se puso nerviosa y se atragantó.
—No culpo a Mia. Ella es demasiado insegura... —murmuró.
Jorge se burló.
—¿Crees que porque la familia Miller no tiene cámaras de vigilancia, las cosas que hiciste no se expondrán? ¿Es por eso que eres tan temeraria? —preguntó.
Rebeca se quedó estupefacta.
—No, Presidente Walton, ¿de qué habla? ¿Por qué no entiendo? —dijo con confusión.
Jorge miró al loro.
—Mia, trae a Siete —ordenó.