Shen Qianrou agarró la mano de Su Heng con fuerza, su expresión no podía ocultar su pánico.
—Hermano Heng, ya que Hermana está bien, vámonos. ¡Estoy muy cansada y me duelen los pies!
Su Heng frunció el ceño y giró la cabeza para mirar a Shen Qianrou. Se dio cuenta de que su rostro estaba pálidamente impactante y casi sin color. Su delicado rostro estaba cubierto de gotas de sudor, y su apariencia frágil le dolía el corazón.
¿Pero deberían irse ahora?
—¿Tenemos que irnos ahora? ¿Por qué no reservo una habitación para que descanses primero?
—¡No! No, no, Hermano Heng, no quiero quedarme aquí. Quiero que te vayas conmigo...
Shen Qianrou tiró ansiosamente de las mangas de Su Heng. En ese momento, ¡la puerta de la habitación de Lin Feifei se abrió!
Un tenue olor a rosas emanaba de la habitación. Lo que era aún más impactante eran los sonidos que venían de la habitación
—Mm… suficiente… suficiente…
—Ahhh… No es suficiente… Ahhh… Mmm… Es tan cómodo…