Qiao Mei no pudo evitar estornudar. Abrió los ojos confundida y vio algo verde y peludo frente a ella. Pensó que era un insecto y gritó de miedo.
—¡Ah, una oruga! —Qiao Mei se cubrió la cara con la mano y retrocedió.
Xia Zhe dejó de lado el foxtail y abrazó suavemente a Qiao Mei. —No tengas miedo, no tengas miedo. Es solo un foxtail, no tengas miedo.
Cuando Qiao Mei escuchó que era Xia Zhe quien la estaba molestando, apretó los puños y lo golpeó en la espalda.
—¡Me asustaste tan temprano en la mañana! —dijo Qiao Mei con lágrimas en los ojos.
—Es mi culpa, es mi culpa. No lo haré de nuevo. —Xia Zhe estaba desconcertado al ver llorar a Qiao Mei. Le secó las lágrimas y la cubrió con la manta.
Qiao Mei no sabía qué le pasaba. Nunca solía llorar, pero desde que quedó embarazada y cuando Xia Zhe estaba a su lado, sentía ganas de llorar cada vez que se sentía agraviada.