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Chapter 18 - La violencia forma parte de mi

**Lucsus caminaba por la noche en la Grieta de la Ambición, preguntándose si alguien era capaz de no tener ambiciones o, en su defecto, resistirse a ellas.**

Había separado las ambiciones emocionales de las lógicas. Claramente, con las emocionales tenía que tener cuidado y darles un espacio en su imaginación, al mismo tiempo que las conseguía de manera cuidadosa. De igual manera, las emociones muy rara vez nublaban su juicio.

—Sin embargo, la principal ambición en esta grieta de supervivencia era el dinero. En cuanto a la de Lucsus, era solo conseguir motivación o una razón.

Al parecer, las personas se alimentan de resultados: notas, graduaciones, parejas, la cantidad de chicas que consiguen o chicos que tienen a su merced, en el caso de las mujeres.

—En mi caso, prefiero seguir un objetivo lógico más admirable, como seguir un sueño o algo parecido, porque realmente no es un sueño lo que persigo, sino una forma de existencia.

—Quizás mi filosofía sea única, o quizás solo sea uno más del montón, atrapado en un sistema por no querer pisotear a otro con el fin de avanzar o manipularlo.

—He estado observando desde muy pequeño que todos vivimos bajo un patrón, y el solo hecho de hacerte consciente de ello ya es un logro que está infravalorado.

En medio de murmullos, una persona salió de entre los arbustos. Lucsus sintió una presión en el pecho por la sorpresa; sin embargo, no hubo expresiones faciales adicionales a la que tenía, carente de emociones.

Un sujeto alto, de complexión un poco gruesa y piel negra, silbó, y otros dos sujetos de piel morena, casi tan altos como él, salieron de los arbustos con caras de burla.

El sujeto de piel negra se puso frente a Lucsus y levantó la barbilla tan alto que parecía que no lo miraba directamente.

Este gesto, Lucsus lo entendió como una señal de sobreconfianza por parte del sujeto, lo que lo llevó a pensar que no era una buena señal.

El sujeto empujó a Lucsus sin previo aviso y, al estar mal parado, Lucsus cayó al suelo y golpeó la cabeza contra el suelo.

Lucsus pensó: —Este sujeto se parece mucho a aquel.

Se levantó rápidamente y, antes de que pudiera reaccionar, el sujeto de piel negra le había proporcionado un empujón que no estaba dentro de las expectativas de ninguno de los tres agresores.

No solo porque eran tres contra uno, sino que lo mandó a volar, haciendo que diera vueltas en el suelo.

—Este sujeto, ¿cómo puede tener tanta fuerza? —pensó uno de los acompañantes que estaban de pie. El otro dijo: —Niño, no hagas las cosas más difíciles. Danos las píldoras y armas que tengas, o te mataremos de forma brutal.

El sujeto alto de piel negra se levantó y salió corriendo hacia Lucsus, desesperadamente.

—¡Te vas a arrepentir por haberme empujado! —gritó fuertemente.

Al acercarse el sujeto, Lucsus tomó una posición de ataque, juntando los dos puños a la altura de la barbilla. El sujeto lanzó un gancho, el cual Lucsus vio desde antes de que lo lanzara y repelió con el brazo izquierdo, lanzando instantáneamente un golpe de derecha en el cuello del sujeto.

—¡Akkk! —Un sonido de piel y tejidos siendo quebrados resonó en la oscura grieta, y el sujeto de piel negra cayó de rodillas ante Lucsus, mirándolo de frente.

Al verlo en ese estado, Lucsus llevaba una mirada de indiferencia. Levantó su pierna derecha y, con mucha fuerza, golpeó la cara del sujeto, partiéndole la boca y haciendo que cayera al suelo.

—Te pareces a aquel sujeto, ciertamente, pero la diferencia es que ahora sé qué es la violencia, o mejor dicho, la gente de tu color me enseñó qué es la violencia.

Los dos acompañantes del sujeto de piel negra sacaron un cuchillo y otro una lanza, y salieron a la carga.

—¡Mátenlo a duras penas! —dijo el sujeto tirado en el suelo de piel negra, que aún se retorcía por el dolor.

Lucsus recordaba aquella tarde en que él tenía cinco años y estaba, como siempre, sentado en su pupitre sin moverse. Volteó al lado y una bebida estaba al lado de otro pupitre. Extendió su mano y la colocó a otro lado del mismo pupitre.

—¿Cuál fue la razón? —pensó—. Quizás solo quería evaluar si el dueño estaba pendiente de la posición en que había dejado su bebida, y este ni lo notó. Así que Lucsus dejó el experimento de lado.

Segundos después, de repente escuchó la voz de alguien decir:

—Él se está tomando tu bebida.

A Lucsus le pareció no extraño, sino enfermo, que alguien dijese eso. Porque obviamente hablaban de él.

—¿Te estás tomando mi bebida, verdad? —Un sujeto negro se acercó. Parecía que era el dueño.

—No, eso no es cierto. Solo la moví. Para empezar, no me gusta esa bebida —respondió Lucsus.

—Claro que sí se la tomó —volvió a decir el niño gordo que en un principio había hecho el comentario.

El niño alto negro dijo: —Claro que te la estabas tomando.

Aparentemente, el sujeto gordo no podía estar equivocado.

—¿Qué te pasa? —respondió Lucsus.

Lucsus no estaba mirando directamente al sujeto negro, puesto que estaba en su pupitre, apenas girando el cuello cuando este le hablaba.

El negro, sin previo aviso, lo agarró y lo arrojó al suelo.

Lucsus estaba sorprendido.

—Hace un momento estaba en mi pupitre —pensó. Y una sensación extraña sintió: alguien se le estaba montando encima.

—¡Bam! —Un golpe en la cara le fue dado por el sujeto negro que estaba discutiendo con él.

—¡Bam, bam, bam! —Un golpe tras otro fue dado, a lo que Lucsus pensaba:

—Esto me está empezando a doler. ¿Cuál es el sentido de esto? ¿Por qué no para? Si estoy en el suelo, ¿no hay ninguna razón, o sí? ¿Qué te motiva?

Lucsus no cerraba los ojos, pero iba perdiendo visión poco a poco. De repente, una voz fuerte alcanzó a escuchar:

—¡Ya dejen de pelear! —dijo una mujer mayor con lentes, aparentemente la profesora. A lo que Lucsus pensó: —¿Esto es una pelea?

El sujeto negro se quitó de encima de él y, por fin, Lucsus se levantó. Sin embargo, al levantarse, sintió una emoción que no había sentido estando en el suelo. Esta fue tan fuerte que hizo que sus dientes se apretaran y salieran lágrimas de él.

Las venas se le empezaron a notar más y la adrenalina a desbordar.

—Quizás esta emoción cese si le hago algo a este sujeto negro. Quizás si lo empujo o hago lo mismo que él me hizo —pensó Lucsus.

Lucsus salió directo hacia el sujeto negro, y la profesora le pegó un grito ensordecedor que fue escuchado en todo el salón.

—¡Que dejes de pelear! ¿No escuchas o eres sordo? ¡Se van a ir a la dirección! —dijo de forma muy molesta la profesora.

—¿Pero yo por qué? Él fue el que me hizo esto —dijo Lucsus con dificultad, puesto que las lágrimas salían y él no entendía la razón del por qué, ni de las lágrimas ni las palabras de la que intervino en la supuesta pelea, según ella.

—No seas exagerado y siéntate —dijo con voz firme la profesora.

Este quedó en shock. Lucsus se sintió muy extraño porque la emoción que había sentido hacia el sujeto alto se había disipado y había crecido una incertidumbre que le generó esta profesora.

—¿Acaso si te golpean te tienes que quedar con el golpe? —pensó Lucsus—. ¿O tal vez si eres el agresor tienes la misma culpa que el violentado? —Los pensamientos llegaban a la cabeza de Lucsus, y un zumbido en el oído comenzó a sonar.

—No entiendo —pensó Lucsus—. ¿Y este asunto así se va a quedar? —Lucsus se sentó, pero los pensamientos cada vez eran más y más.

—No entiendo, ¿así son los negros? —La profesora también era bastante negra

—. ¿O acaso solo me quedo quieto porque no está en mí armar escándalos? ¿O tal vez quizás así trata la gente normalmente a las personas como yo? ¿Así trata la gente cuerda a personas como yo? Porque si solo yo aparentemente soy el único en desacuerdo en este salón, es que soy diferente.

**En el presente:**

—En ese entonces no sabía que alguien te podía hacer daño sin ninguna razón —pensó Lucsus.

Detuvo con la mano izquierda la mano en donde el sujeto llevaba el cuchillo y golpeó sin piedad al estómago del sujeto.

Usó como escudo para protegerse de la lanza al sujeto del cuchillo. El de la lanza retrocedió y quería encontrar un punto ciego.

Mientras ambos, Lucsus y el del cuchillo, se batían a mano limpia, un duelo, pues el cuchillo Lucsus lo inutilizó.

El sujeto de la lanza encontró una abertura y le enterró la lanza a Lucsus en la espalda de manera superficial, puesto que logró rodearlo incluso, Lucsus usando al otro como escudo.

La herida fue así porque se movió ágilmente. Sin embargo, lo que no esperó el sujeto de la lanza fue la mirada penetrante de Lucsus al voltear.

Lucsus agarró la lanza con la mano derecha y le dio una patada en el estómago, tumbando al sujeto del cuchillo. Este cayó, quedándose sin aliento.

Con ambas manos, jaló la lanza e hizo caer al otro sujeto, puesto que este no la soltó. Y con una velocidad mucho más rápida, como si no le tuviera miedo a los cortes o algún contraataque, Lucsus golpeó con ambas manos al sujeto de la lanza, y en menos de cuatro golpes, este estaba ensangrentado e inconsciente.

Lucsus vio por el rabillo del ojo que el otro sujeto de piel morena se levantó y se dirigió hacia donde él.

Al ver la mirada y el rostro sereno de Lucsus, a este le invadió el miedo.

—No, déjame, no me hagas daño —dijo el sujeto temblando.

Al ver que Lucsus se acercaba, este salió corriendo y tropezó. Al voltear, venía corriendo tras él. Lo pegó contra el suelo y le quitó el cuchillo.

—¡Bam! —Lo golpeó en la barbilla dos veces, porque en la primera no se desmayó.

—Resultaste ser el más duro, y eras el más bajito —dijo Lucsus con voz incrédula.

La sangre de los sujetos en la cara de Lucsus acompañaba una de las escenas que le traerían más calma a Lucsus en mucho tiempo.

La adrenalina era poca; sin embargo, el sentimiento en el abdomen bajo y el corazón causaban una respiración un poco eufórica. Se sentía todo tan bien.

—Después de todo, me gusta la violencia —dijo Lucsus, mientras tocaba la herida en la espalda, cerca del hombro, y notaba que no era más que un rasguño, el cual cubrió con un pedazo de trapo de la persona inconsciente frente a él.

Lucsus sabía que no todos los negros eran agresivos; sin embargo, no había conocido a uno que se diferenciara del resto en cuanto a lo irracional.

Siguió caminando por la noche, y al estar amaneciendo, trepó un árbol y allí durmió.

—Hace mucho frío. Ahora que ya está amaneciendo, podré dormir un poco.

—¡Brrrbrrr! —El sol cubría toda la grieta. Los animales ya estaban cazando a sus presas, y las aves ya estaban cantando. Sin embargo, Lucsus dormía como si no hubiese un peligro existente.

—¡Bbrr brbrbrr! —Lo único que logró despertarlo fue la vibración de la carta que llevaba consigo.

Entreabrió los ojos y veía aún borroso. Al ver la carta, vio su reflejo.

El cabello le había crecido de una forma curiosa, pero le lucía bastante bien, según Lucsus. Su peinado de lado era algo que le gustaba actualmente.

Tambores comenzaron a sonar por toda la grieta, y sonidos explosivos comenzaron a sonar a lo lejos.

—La grieta fue completada —dijo Lucsus—. Y parece que no estoy tan lejos. Al terminar esta grieta, está la capital del país de los exiliados. Allí encontraré algo que se alinee conmigo.