El amanecer llegó demasiado pronto para el gusto de Ryu. Quién se despertó con el corazón acelerado,con los nervios a flor de piel ante la perspectiva del viaje que estaba a punto de iniciar. Se vistió rápidamente con la ropa de viaje que le habían proporcionado: pantalones resistentes, una camisa y una capa con capucha que, según le habían dicho, estaba encantada para protegerlo de los elementos.
Cuando llegó al patio principal del Gremio, encontró a sus compañeros ya reunidos.
Lirael revisaba un mapa, mientras Thorne afilaba su espada con movimientos precisos. Naia por su parte jugaba distraídamente con una esfera de agua entre sus dedos, y Zephyr parecía estar meditando, flotando ligeramente sobre el suelo. Gaia, la druida, acariciaba suavemente una planta que crecía entre las piedras del patio.
"Ah, el Invocado se digna a unírsenos", dijo Thorne, aunque Ryu detectó un tono de humor en su voz.
"Lo siento", murmuró Ryu, ajustándose la mochila. "Supongo que estaba más nervioso de lo que pensaba".
Lirael le dedicó una sonrisa tranquilizadora. "Es comprensible. Estamos a punto de embarcarnos en una misión que podría determinar el destino de múltiples mundos. Sería extraño no estar nervioso".
El Archimago Eldrith apareció entonces, acompañado por los otros miembros del Consejo de Sabios. Cada uno llevaba un objeto en sus manos.
"Antes de que partan", dijo Eldrith, "tenemos algunos obsequios para ustedes. Herramientas que esperamos les sean útiles en su viaje".
Uno por uno, los miembros del Consejo se acercaron para entregar sus regalos. Ryu recibió un anillo de plata con una piedra verde incrustada.
"Este anillo te permitirá comunicarte con nosotros y con tus compañeros a distancia", explicó Nox. "Úsalo con sabiduría".
Los demás recibieron objetos igualmente valiosos: una brújula mágica para Lirael, un cuerno de batalla para Thorne, un frasco que parecía contener un remolino de nubes para Zephyr, una semilla brillante para Gaia, y un collar con un pendiente de lágrima para Naia.
"Su primer destino es el Bosque Susurrante", dijo Eldrith, señalando un punto en el mapa que Lirael sostenía. "Allí, según las leyendas, se encuentra el Báculo de la Armonía, el primer artefacto que deben recuperar".
"El camino no será fácil", advirtió la mujer de piel de corteza. "La Corrupción ya ha comenzado a extenderse por esas tierras. Deben estar alertas en todo momento".
Con estas palabras de advertencia resonando en sus oídos, el grupo se despidió del Consejo y se dirigió hacia las puertas de la ciudad. Una pequeña multitud se había reunido para verlos partir, y Ryu se sorprendió al ver rostros esperanzados mirándolo. Para estas personas, él representaba una esperanza de salvación. La idea lo llenó tanto de orgullo como de temor.
Las puertas se abrieron con un crujido, revelando el vasto mundo más allá de la Ciudad de las Torres Resplandecientes. Ryu tomó una profunda respiración y dio el primer paso en su gran aventura.
Los primeros días de viaje fueron relativamente tranquilos. El grupo avanzaba a buen ritmo, alternando entre caminar y montar en unas criaturas parecidas a caballos, pero con escamas iridiscentes y seis patas, que Gaia llamaba "velozaurios".
Ryu aprovechó este tiempo para conocer mejor a sus compañeros. Descubrió que Zephyr, a pesar de su apariencia seria, tenía un agudo sentido del humor. Naia resultó ser una fuente inagotable de conocimientos sobre la flora y fauna local. Gaia, aunque callada, tenía una conexión profunda con la naturaleza que fascinaba a Ryu.
Thorne, por su parte, continuaba el entrenamiento de combate de Ryu durante las paradas para descansar. "No puedo permitir que te oxides solo porque estemos de viaje", gruñía el guerrero mientras hacía que Ryu practicara movimientos con la espada una y otra vez.
Al quinto día de viaje, el paisaje comenzó a cambiar. Los campos abiertos dieron paso a una vegetación más densa, y pronto se encontraron en los límites del Bosque Susurrante.
"Algo no está bien", murmuró Gaia, su rostro contraído en una expresión de preocupación. "El bosque... está demasiado silencioso".
Ryu miró a su alrededor, notando por primera vez la ausencia de los sonidos habituales del bosque. No había cantos de pájaros, ni el zumbido de insectos. Solo un silencio opresivo que parecía envolverlos.
"Manténganse alerta", ordenó Lirael, su mano moviéndose hacia la vara mágica en su cinturón. "La Corrupción podría estar cerca".
Avanzaron con cautela, los sentidos en alerta máxima. Ryu sentía el cosquilleo de la magia en sus dedos, listo para convocar un hechizo al menor indicio de peligro.
El ataque, cuando llegó, fue rápido y brutal.
De repente, las sombras entre los árboles cobraron vida. Figuras oscuras y retorcidas emergieron, sus ojos brillando con una luz enfermiza. Ryu apenas tuvo tiempo de levantar un escudo mágico antes de que la primera criatura se lanzara sobre él.
"¡Corruptos!", gritó Thorne, su espada ya en movimiento, cortando a través de las sombras como si fueran tangibles.
El caos se desató. Zephyr se elevó en el aire, lanzando ráfagas de viento que dispersaban a los atacantes. Naia convocó tentáculos de agua que azotaban y apresaban a los Corruptos. Gaia hizo que las raíces de los árboles cobraran vida, atrapando a los enemigos.
Ryu se encontró luchando espalda con espalda con Lirael. La hechicera lanzaba rayos de luz pura que hacían retroceder a las criaturas sombrías, mientras Ryu alternaba entre bolas de fuego y escudos de tierra.
"¡Son demasiados!", gritó Naia, su voz teñida de pánico.
Y tenía razón. Por cada Corrupto que derribaban, dos más parecían tomar su lugar. Ryu sintió que el cansancio comenzaba a apoderarse de él. Sus hechizos se volvían más débiles, sus movimientos más lentos.
Fue entonces cuando lo vio. Entre la marea de sombras, una figura se destacaba. Más alta y más sustancial que los demás Corruptos, con una corona de oscuridad sobre su cabeza. Sus ojos se fijaron en Ryu, y una sonrisa cruel se dibujó en su rostro inhumano.
"El Invocado", siseó la criatura, su voz como el roce de hojas secas. "Al fin nos encontramos".
Ryu sintió un escalofrío recorrer su espalda. Este ser emanaba un aura de maldad pura que hacía que los otros Corruptos parecieran insignificantes en comparación.
"¡Ryu, cuidado!", gritó Lirael, pero era demasiado tarde.
El líder de los Corruptos extendió una mano, y un rayo de oscuridad pura salió disparado hacia Ryu. El joven invocado intentó levantar un escudo, pero sabía que no sería suficiente.
En el último segundo, Thorne se interpuso entre Ryu y el ataque. El rayo golpeó al guerrero en el pecho, lanzándolo hacia atrás con una fuerza brutal.
"¡Thorne!", gritó Ryu, corriendo hacia su compañero caído.
El líder Corrupto rio, un sonido que hizo que la sangre de Ryu se helara. "Débiles. Todos ustedes. Este mundo caerá, y tú, Invocado, serás el primero en..."
Sus palabras se cortaron abruptamente cuando una luz cegadora inundó el claro. Ryu se volvió para ver a Lirael, su cuerpo brillando con un poder que nunca antes había visto.
"¡Retrocedan, criaturas de la oscuridad!", gritó la hechicera, su voz resonando con autoridad. "¡En nombre de la luz, los expulso de este lugar sagrado!"
Una onda de energía pura emanó de Lirael, barriendo el claro. Los Corruptos chillaron de dolor, sus formas disolviéndose ante el poder de la luz. Incluso su líder retrocedió, su rostro contorsionado en una mueca de furia y dolor.
"Esto no ha terminado, Invocado", siseó antes de desaparecer en las sombras. "La Corrupción te encontrará, no importa dónde te escondas".
Y así, tan repentinamente como había comenzado, la batalla terminó. El silencio volvió a caer sobre el bosque, pero esta vez se sentía diferente. Como si un peso hubiera sido levantado.
Ryu se arrodilló junto a Thorne, quien yacía inmóvil en el suelo. "Por favor, no estés muerto", murmuró, buscando signos de vida.
Para su alivio, el guerrero tosió y abrió los ojos. "Se necesita más que eso para acabar conmigo, chico", gruñó Thorne, aunque su voz sonaba débil.
Naia se acercó rápidamente, sus manos ya brillando con magia curativa. "Déjame ver esa herida", dijo, examinando el pecho de Thorne.
Mientras los demás se reagrupaban y atendían sus heridas, Ryu se acercó a Lirael. La hechicera parecía agotada, pero le ofreció una sonrisa cansada.
"Eso fue... impresionante", dijo Ryu. "No sabía que podías hacer algo así".
Lirael suspiró. "Yo tampoco lo sabía, para ser honesta. Supongo que el peligro saca lo mejor de nosotros".
Ryu asintió, pero no pudo evitar notar la preocupación en los ojos de su compañera. "¿Qué sucede?", preguntó.
"Esto no debería haber pasado", respondió Lirael en voz baja. "La Corrupción nunca había sido tan audaz, tan poderosa. Me temo que las cosas son peores de lo que imaginábamos".
Ryu miró a su alrededor, al bosque que ahora parecía más amenazante que nunca. "¿Crees que encontraremos el Báculo de la Armonía?", preguntó.
"Debemos hacerlo", respondió Lirael con firmeza. "Es nuestra única esperanza".
Con un último vistazo al claro que había sido testigo de su primera batalla real, Ryu se adentró más profundamente en el Bosque Susurrante, determinado a cumplir con su destino, sin importar el costo.
Fin del capítulo.