El aire vibraba con una mezcla de emociones en el castillo. Clei, atrapado entre su herencia celestial y la atracción del inframundo, se sentía como un funambulista en un abismo. Los demonios Abraxus y Asmodeus, sus compañeros, observaban con ojos afilados, sus lealtades divididas. El festival de las estrellas, con su promesa de poder y peligro, colgaba sobre ellos como una espada de Damocles. Las visiones del futuro atormentaban a Clei, y su corazón latía con la urgencia de una decisión inminente. ¿Salvar a su pueblo o escapar? El destino de los reinos pendía de un hilo, y Clei, vulnerable y anhelante, se debatía entre la luz y la sombra.