El día del festival de las estrellas había llegado, y Clei yacía en los brazos de Seian, quien aún dormía como si lo protegiera en el bosque donde crecieron juntos. La escena evocaba recuerdos dolorosos: el presagio en el que Deymon y Asmodeus lo mataban, atado a un poste por haberlo defendido. Clei recordaba cómo, sin lágrimas, había mantenido la mirada firme y había prometido proteger a Clei a toda costa.
Las lágrimas escaparon de sus ojos mientras observaba a Seian, su corazón dividido entre el futuro y el presente. El amor y la lealtad que sentía sean por el eran inquebrantables. Pero también recordaba la tortura que había presenciado, incapaz de intervenir debido a su propia atadura.
El festival de las estrellas se avecinaba, y Clei sabía que debía tomar decisiones difíciles. ¿Podría confiar en Deymon? ¿Qué papel desempeñaría en su destino? El bosque, testigo de su crecimiento y sus luchas, parecía susurrarle respuestas mientras la noche se cernía sobre ellos.