El príncipe Clei descendió del carruaje en el centro del pueblo, un lugar que prefería a los anuncios en el castillo, evitando así parecer el centro del universo. Los presentes quedaron maravillados por su belleza. Sus ojos, azules como una vista al cielo, reflejaban una pureza inigualable. Su cabello, desbordante y blanco como la nieve, enmarcaba su rostro con gracia. La expresión amable y serena de Clei resonaba en el corazón de todos.
Sus hermanos, igualmente impresionantes, formaban una armonía perfecta. Seyan, su leal guardaespaldas, vestía un largo saco negro con detalles plateados. Theiman, junto a su pareja (Seyan), llevaba un atuendo similar, pero con detalles dorados. Deymon, con su traje azul marino y partes celestes y blancas, emanaba sabiduría. Zai, siempre extravagante, vestía un amarillo pastel, contrastando con el azul de Clei.
Heros, en su traje rojo como el vino, irradiaba pasión. Abraxus y Asmodeus, de negro con corbatas rojas y costuras en tono vino, parecían gemelos oscuros. Seia, con su atuendo escarlata y blanco, destacaba entre la multitud. Nat, aunque sin posición en la corte, lucía un vestido celeste y una pequeña coronita. Ida, con su hermoso rosa claro y cabello rojizo resaltaba como la mujer más bella en ese lugar más con su panzita y emanaba misterio. Eir, siempre pulcro, vestía de azul marino fuerte con toques de rojo y recibió al príncipe para el anuncio y la apertura de las puertas.
El festival de las estrellas estaba a punto de comenzar, y Clei, rodeado de su familia, se preparaba para enfrentar su destino.