Clei observó a sus "hermanos" reunidos en la habitación, una mezcla de ángeles y demonios. La tensión flotaba en el aire, y su corazón latía con inquietud. Hizo una reverencia, saludando a todos con formalidad.
"Un gusto verlos de nuevo", pronunció Clei, aunque su mente estaba atrapada en los recuerdos. Idia, la dulce y valiente Idia, se aferró a su cuello como un perezoso a su madre. El embarazo de Idia era un recordatorio doloroso de su sueño, donde ella había sufrido por intentar ayudarlo a escapar. El bebé que perdió en aquel sueño ahora era su responsabilidad, y Clei había prometido cuidarlo.
Sin embargo, también estaba el esposo de Idia, cuya vida pendía de un hilo. Si Clei no descubría la verdadera razón de su caída, el destino de aquel hombre estaría sellado. Y Deymon, con su odio, seguía siendo un enigma.
La sala estaba llena de secretos y expectativas. Clei se preparó para enfrentar a Abraxus y Asmodeo, los señores del infierno. Sus alas no le permitían volar por el medio de sentir que se romperían de nuevo, pero su determinación ardía como una estrella en la noche.