—¿Qué pensabas? —Nina escupió con odio—. ¿Vas a huir con mi hijo y yo no haré nada? ¿Solo te miraré mientras sigues jugando con mis emociones? ¿Qué tan crédula eres, Sheila? —su mano acariciaba lentamente la espalda de Alex, y su mejilla descansaba en el hombro de Nina.
—¡Sheila! ¿No quieres vivir allí? ¡Perfecto! Vete y no vuelvas. La próxima vez que te acerques a mi hijo, me aseguraré de que sufras las consecuencias —advirtió Nina fríamente a Sheila.
Sheila quería gritar. Quería decirle a esa mujer que mantuviera sus manos lejos de su hijo. Pero entonces se dio cuenta de algo.
Quizás Alex estaba seguro con Nina. Quizás ella necesitaba concentrarse en su otro hijo y asegurarse de que él o ella estén seguros.
El mero pensamiento de mantener a Alex lejos de ella le provocaba dolor en el pecho y angustia en sus ojos.