Habían pasado siete días desde que Nina dejó la casa, pero Shane parecía compuesto. Su aura desprendía tranquilidad.
Miles Sinclair había pensado que Shane se volvería demasiado silencioso o que al menos se tomaría un descanso de la oficina. Su hijo necesitaba canalizar su odio y resentimiento hacia una mujer como Nina.
Pero Shane sonaba demasiado alegre y no dejó la oficina. Sus colegas le habían dicho a Shane cómo se había vuelto más agradable con sus empleados y cómo había empezado a tratar a cada uno de ellos con extrema respeto y cortesía.
Miles no había esperado nada de eso. Parecía como si Shane estuviera esperando a que Nina se marchara y una vez que ella salió, él había empezado a sentirse más alivianado.
—¿Estás realmente feliz o es solo una fachada? —preguntó Miles a su hijo, que tarareaba mientras se dirigía a una reunión.
La única respuesta de Shane fue su simple sonrisa característica sin ninguna explicación.