—No quiero estar en la fiesta —le dijo obstinadamente a su esposo, quien ahora estaba cansado de sus cambios de humor—. Ninguno de mis amigos estará allí —se quejó con un puchero, pero hoy él no estaba de humor para besar ese puchero regordete.
—Quizás porque ninguno de tus amigos es tan rico como yo —dijo sin importarle nada, pero eso la dejó paralizada.
Él tenía razón.
Ninguno de ellos era tan rico como su esposo. Por un momento, sintió una sensación de superioridad corriendo por sus venas.
¿Esa era la razón por la que sus amigos siempre seguían su consejo? ¿Era por eso que intentaban imitar su estilo?
Desde la infancia, había logrado lo que siempre deseaba. Ya sea estatus, riqueza o cualquier otro deseo mundano. Excepto uno.
Un esposo guapo.
Le lanzó una mirada secreta a su esposo y se quejó en silencio a Dios.
¿Y si lo hubieras hecho guapo? Deberías haberle dado menos riqueza y haberle bendecido con mejor apariencia.