Sentada junto a Sarah, recostada en el banco, Valerie dio una lenta calada a su cigarrillo. Sus ojos estaban medio cerrados mientras el humo se espiralaba desde sus labios y se dispersaba en el aire.
Cruzando una pierna sobre la otra, sacó un encendedor y le encendió el cigarrillo a Sarah también.
—¿Entonces, cuál es el plan? —le preguntó Sarah, con una mirada curiosa en su rostro—. Porque lo que quieres del Palacio Marissa, no es posible a menos que todos estén muertos, ¿entiendes a qué me refiero? —preguntó Val antes de dar una larga calada.
Valerie se quedó mirando el tenue halo de humo que giraba a su alrededor. Después de un momento, finalmente exhaló, sus labios se torcieron en una sonrisa amarga—. Hmm. Te estás olvidando de algo, Sarah. Mi madre ya está allí, y no planeo abandonarla tan fácilmente. No a menos que consiga lo que quiero.