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—¡Nina! ¡Despierta! —Nina arrugó la nariz cuando alguien la despertó de un sueño profundo—. Tienes que irte.
Bajj se lo dijo en un tono muy directo.
Nina sentía un peso en su cabeza y no podía abrir los ojos—. Solo un poco más —murmuró somnolienta.
Bajj se quedó allí, observando a la mujer, con los brazos cruzados sobre su pecho. Anoche, bailaron, festejaron y luego se pusieron traviesos pero eso no significaba que la fuera a adoptar.
—Ya casi amanece, Nina. Tienes que irte. La gente tiene lugares adonde ir y tú... ¡bueno! —se encogió de hombros—. Debes tener una casa a la que regresar.
Nina finalmente entreabrió un ojo, su cabeza aún nublada por los efectos del alcohol de la noche anterior—. ¿Casa? —soltó una risita pero su voz carecía de humor—. ¿No puedo simplemente quedarme aquí?— Bajj podía escuchar ese obstinado arrastre en su voz.