Talia entró en la casa, notando inmediatamente la mirada intensa tanto en el rostro de Alex como en el de Mala.
Se veían lindos, completamente concentrados, encorvados sobre algo en el suelo.
Se desplazó un poco para que la notaran, pero estaban tan absortos en su actividad que apenas percibieron su presencia.
Deteniéndose por un momento, observó de cerca y se dio cuenta de que estaban ensamblando un montón de Legos.
—Colócalo aquí —Alex señaló a una esquina y esperó a que Mala empezara a fijar la pieza.
—Umm hmm. No. ¡El naranja! ¡Este no combina! —él lo tomó de la mano de Mala y le entregó el amarillo.
—¡Urgh! —Mala gruñó cuando no pudo encajarlo por el temor de que la pequeña cosa pudiera caerse.
—No tengas miedo —la animó suavemente—. Recuerda usar las manos como manos, no como un martillo.
Mala se rió entre dientes y luego fijó la pieza allí.
—¡Bravo! —ella juntó sus manos como una niña hasta que vio a Talia de pie allí.