(Un año después: Tras la muerte de Rafael)
En la sala de juntas, Marissa escuchaba atentamente la presentación. Sentada en el asiento principal, intentaba estirarse.
—¡Dios mío, Rafael! ¿Cómo solías manejar, sentarte por tanto tiempo? —se movió incómoda en el asiento—. ¡Ay! Me duele el trasero.
Esto se había vuelto una norma para ella. Hablarle en su cabeza. Sabía que no era una señal saludable, pero no podía resistirse.
Había pasado un año desde su muerte. Los niños habían comenzado la escuela, su abuela estaba tan involucrada en sus rutinas que Marissa se había desentendido de ese encargo.
En numerosas ocasiones, Nina se disculpó con ella por lo que le hizo hace seis años.
En las últimas semanas, Sophie y Nina insistían en que empezara a salir con alguien. Pero Marissa no podía.
Para ella, Rafael había dejado el listón tan alto que ni siquiera podía mirar a un hombre con esa intención. Justo el mes pasado, Sophie se mudó al lugar de Joseph, y prosperaban como pareja.