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(Un mes después)
Había pasado un mes desde que Marissa fue a la ciudad de Sangua para ver a su mamá. Estaba conectada con los niños a través de videollamadas.
En este momento, Nina estaba sentada en la alfombra, rodeada de sus nietos. Les contaba sobre la infancia de su padre y los niños la escuchaban con interés.
Nina disfrutaba mucho de su compañía. Sus risitas solían alegrarle el día.
—¿Papá trepó ese árbol todo por sí mismo? —preguntó Ariel con los ojos muy abiertos.
Nina asintió y le revolvió el cabello. —Oh, sí. ¿Y sabes qué? Se quedó atascado y no bajó hasta que nuestro mayordomo lo rescató.
Más risitas estallaron y Abigail sacudió el brazo de Nina. —Abuela, cuéntanos más sobre Papá.
Antes de que Nina pudiera responder, el suave crujido de la puerta de la sala interrumpió su momento. Nina giró la cabeza, entrecerrando los ojos ligeramente, y se quedó helada al ver a Marissa empujando una silla de ruedas a través de la puerta.