El corazón de Marissa cayó al ver la escena. El pánico la invadió mientras se apresuraba a recoger a su hija en sus brazos.
—¿Qué haces aquí, cariño? —Marissa le preguntó preocupada.
La niña ni siquiera se retorcía ni hacía un berrinche. Solo se quedó mirando a Nina, que aún tenía los ojos cerrados pero ahora lucía una sonrisa amable. Las lágrimas le corrían por las mejillas.
Marissa cargó a Abi adentro, donde Sophie estaba lista para tomarla de sus brazos.
—¿Qué te ha pasado, pequeña? —Sophie le preguntó suavemente.
—Ella nunca ha querido hablar con desconocidos —murmuró Marissa, su voz temblando—. ¿Por qué hizo eso? A ella no le gustaba que la gente extraña la tocara.
Sophie acunó a Abigail, acariciándole el cabello suavemente, —Los niños sienten cosas que nosotros no entendemos —dijo en voz baja, mirando hacia la puerta—. Por cierto, ¿quién es ese chico? ¡Es lindo!
Marissa se giró en silencio sorprendido, recordando al niño que la acompañaba, —Georgie. Entra, cariño.
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