—¿En qué estás pensando? —le preguntó y bostezó ruidosamente. Marissa levantó la cabeza y apoyó su barbilla en su pecho.
—¡Eres increíble! —él soltó una risita al oír el cumplido y pasó sus dedos por su cabello para sostener su cabeza con fuerza y levantó sus labios para besarla fuerte en la boca.
—Eres increíble, Marissa Sinclair —todavía se sentía bien y diferente cada vez que la llamaba así, provocando mariposas en su vientre.
Ella empezó a trazar su dedo sobre los contornos de su pecho, disfrutando de la piel de gallina que empezaba a aparecer en su piel.
—¿Qué estás haciendo? —él colocó su palma sobre su mano para detenerla.
—¿Por qué? ¿No te gusta? —él se giró de nuevo, para colocarse encima de ella. Marissa podía sentir su virilidad hinchada contra ella.
—Oh. Decir que me gusta tu toque es quedarse corto, princesa —él bajó su cabeza lentamente y rozó sus labios contra los de ella—, si no quieres levantarte temprano, entonces estoy listo para la segunda ronda.