Marissa estaba segura de lo que iba a suceder en los próximos minutos entre ella y Rafael. Sin embargo, en el momento en que él salió del baño envuelto en esa toalla alrededor de su cintura, ella ya no supo qué hacer.
Él era tan guapo, y su cuerpo bellamente esculpido le enviaba escalofríos por la espalda. Se tragó duro cuando se dio cuenta de que él estaba allí, parado mirándola con esa hambre en sus ojos.
—Ah… Yo… mi teléfono… No puedo encontrarlo… —balbuceó con sus palabras, casi saltando de la cama, y fue al otro rincón de la habitación, donde estaba colocada su bolsa.
Con manos temblorosas, sacó su teléfono de su bolsa e incluso lo dejó caer al suelo.
—¡Mierda! —podía sentir su penetrante mirada en su espalda y eso le recordó que él debía tener una vista clara de sus bragas.
Rápidamente se giró, llevando su teléfono y su bolsa apretados contra su pecho.
—Est… esto… Yo estaba… esperando una llamada —intentó explicarle con una sonrisa temblorosa y él asintió con comprensión.