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Sophie roncaba suavemente detrás de ella y aquí estaba ella, todavía despierta, pensando en él. Sin darse cuenta de cuánto tiempo había estado despierta, dando vueltas en su cama, finalmente arrojó las cobijas y se levantó.
Ya no podía seguir acostada allí.
Se puso de puntillas y salió de la habitación, sosteniendo su teléfono, sin molestar a Sophie. A veces quería ser como su amiga.
Sin preocupaciones. Feliz. Sin señales de insomnio.
La forma en que solía decir con valentía lo que pensaba. Esa era la razón por la que la mayoría de los hombres se intimidaban fácilmente con ella.
Con un suspiro, continuó caminando de un lado a otro en la sala, sin saber qué hacer.
Rafael y los niños deben haberse ido a dormir y ahora ella se sentía aburrida. Lo extrañaba. Su caliente cuerpo.
La manera en que su lengua la tocaba tan íntimamente.