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Esa tarde, cuando todos salían de la oficina, Marissa se quedó para discutir algunos puntos con Dean. Si el presidente le había encomendado una tarea, entonces debía tomarla en serio y completarla de todo corazón.
—¿Puedes esperarme un poco más? Necesito ir al primer piso y encontrarme con alguien del departamento de Finanzas —Dean le preguntó apurado corriendo hacia la puerta de salida.
—Claro —se sentó en su silla y comenzó a girarla lentamente. No había ningún sonido en ese momento y estaba segura de que sus hijos se burlarían de ella si la vieran haciendo lo que hacía.
—¡Dios! ¡Esto es divertido! Debería llevarla a casa o tal vez a mi cocina donde pueda sentarme y dar órdenes a mis empleados… —Golpeó los reposabrazos como una niña y reanudó la actividad hasta que sintió una mirada fija en su espalda.