—Llevas mucho tiempo sentada ahí, Marissa —Sofía dejó su bolso en el sofá y fue a la cocina a buscar agua helada.
Tener una amiga ginecóloga podría tener sus ventajas pero lo más difícil para Marissa era que Sofía le hacía seguir todas las instrucciones de los médicos muy estrictamente.
Aunque ella misma era ginecóloga, por razones de seguridad había comenzado a trabajar como freelance para empresas farmacéuticas.
Ambas sabían que no podían esconderse para siempre, pero Sofía había decidido no buscar trabajo. Rafael no era tonto y comenzaría su búsqueda desde todas las maternidades y hospitales.
Sofía y Flint habían sido sus verdaderos amigos y su mayor apoyo.
—En lugar de estar pendiente de una embarazada, ¡ve a buscar un trabajo! —Marissa sacó la lengua para molestar a su amiga. Sofía dejó una botella en el escritorio,
—Aquí. Bebe esto —dijo Sofía entregándole la botella—. Agua de coco. Lo mejor para los bebés y su mamá —Marissa abrió la botella enseguida. Quizás había dado uno o dos sorbos cuando dejó la botella con un siseo.
Las orejas de Sofía se alzaron al escuchar el sonido.
—¿Qué pasa? —preguntó Sofía.
—Nada. Solo esas contracciones de Braxton Hicks. Mi cuerpo debe estar preparándose para el parto —le dijo a su amiga y se ocupó del registro de pedidos.
Trabajaba lo suficientemente duro para al menos comprar una portátil para que los registros de su negocio pudieran ser informatizados.
En el fondo sabía que algún día se encontraría con Rafael. Quería demostrarle que no era tan débil como él pensaba de ella. Algún día deseaba escupirle en la cara y decirle que jamás estuvo tras su dinero. Ese día, frente a él, le daría la impresión de una mujer fuerte que prosperaba financieramente para apoyar a sus bebés.
Grandes compañías ya habían comenzado a contactarla y quería expandir su personal también después del nacimiento de sus bebés.
—Aún no has nombrado a tu negocio. Deberías hacerlo para solicitar el logo y todo eso —sugirió Sofía.
—¡AHC! —Marissa le dio una sonrisa tímida—. ¡Alexander's Homestyle Catering!
—¡Vaya! ¡Eso suena atrayente! —afortunadamente Sofía no le preguntó por el nombre de Alejandro.
Marissa asintió satisfecha y luego siseó otra vez:
— Sabía que te gustaría … oh … oui.
—Marissa —Sofía se giró y la miró fijamente a su amiga cuando la escuchó jadear—, Marissa. Te ves pálida. ¿El dolor es demasiado?
Justo entonces Marissa se agarró el vientre fuertemente y gritó de dolor.
Se levantó con una mano en la espalda y la otra colocada sobre su abultado vientre que parecía pesado a causa de los tres bebés.
Sofía fue hacia ella en un instante para apoyarla.
—Llévame al sofá. Deben ser contracciones falsas —intentó mostrar una fachada valiente por el bien de su amiga cuando otra contracción la golpeó.
Sofía la hizo sentarse en el sofá para llamar a una ambulancia. Esos dolores no le parecían normales.
Mientras Sofía marcaba el número, su mirada cayó sobre las piernas de Marissa y gritó presa del pánico:
— ¡Oh, Dios! Marissa. Sangre.
Marissa miró hacia abajo y vio sangre goteando por sus piernas empapando su ropa y el sofá.
***
—¡Relájate! Solo relájate. Respira hondo. —Sentada en el asiento trasero del coche de un amable vecino, Sofía le secaba la frente con una toalla húmeda y todo lo que Marissa quería hacer era morir.
El agarre en la mano de Sofía era tan fuerte que Sofía pensó que su muñeca podría romperse en cualquier momento.
—S…Sofía… lo quiero. —Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro y Sofía sabía a quién se refería. Todo este tiempo mantuvo una cara valiente y siguió luchando.
Nunca trató de traer su nombre a ninguna discusión. Pero hoy parecía que se estaba dando por vencida.
Sofía sabía que Rafael había sido su primer amor pero ese cabrón ni siquiera escuchó su lado de la historia y la descartó.
Su confianza ciega en Valerie y Nina podría costar la vida de sus hijos.
—Marissa. No valía la pena. Si lo hiciera, estaría aquí sosteniendo tu mano. —Marissa sintió como si el espacio entre sus piernas se desgarrara si no llegaba al hospital a tiempo.
Cuando su débil cuerpo no pudo soportar más, sus ojos se voltearon hacia atrás, y se deslizó hacia la inconsciencia.
***
Sus ojos parpadearon ante los ruidos en su cabeza,
—Consigan una máscara de oxígeno.
—Estabilicen su respiración.
—¡Chequeen sus signos vitales!
—¡Traigan el carrito de emergencias!
—Verificación contraria sobre hemorragia interna! —Sentía como si alguien estuviera dando órdenes en su sueño. Quería que todos se callaran porque quería dormir.
Quería dormir sobre su pecho, —Rafael —Se sumió en un sueño profundo pensando en él. Cuando recuperó la conciencia había silencio a su alrededor.
—Hola, cariño. Bienvenida de nuevo. —Esta fue la primera voz que llegó a su oído.
—¡Sofía! —su mano se deslizó hacia su vientre plano—. Bebés. Mis bebés. Sofía, ¿dónde están mis bebés?
En lugar de responderle, Sofía rompió el contacto visual e intentó sonreír, lo cual vaciló.
—Sofía —preguntó con una voz débil—, ¿mis bebés? ¿Están bien? —Varios lágrimas empezaron a deslizarse de sus párpados hasta sus oídos, absorbiéndose en su bata verde de hospital.
—Marissa. —Sofía le limpió la cara—. No te preocupes. Los médicos están con ellos. Lo lograrán.
—¿Qué? ¿Dónde están?
Justo entonces una enfermera entró.
—Srta. Sofía, necesitamos que firme un formulario. Los bebés podrían no sobrevivir. Uno de ellos ya ha entrado en coma.
—¡Mis bebés! —Marissa lloró angustiada—. Rafael. Mira por lo que estoy pasando sin ti. —Después de eso, resbaló de nuevo en ese profundo vacío.