Rafael y Joseph comenzaron a caminar hacia el hombre cuando escucharon una voz fuerte y familiar detrás de ellos.
—¿A dónde creen que se están llevando a mis niñas? —Esta voz hizo que Rafael se detuviera. Se tomó su dulce tiempo para girar y enfrentarse a la mujer cuyo rostro lo había perseguido durante los últimos cuatro años.
Marissa se acercó a él y la forma en que estaba apretando los puños, era evidente que todo lo que quería hacer en ese momento era golpearle la cara.
Ella atrajo a las niñas detrás de ella un poco protectoramente antes de mirar directamente a sus ojos verde esmeralda.
—Tú… tú… pensé… que teníamos un… acuerdo… silencioso… decente de que… no… oh, Dios. Supongo que estaba equivocada… —murmuró ella la última parte entre dientes, incapaz de controlar sus lágrimas.
Rafael no intentó ofrecerle ninguna explicación. ¿Qué explicación podría darle excepto asegurarle sus intenciones?