Había rastros de humedad por todos lados, las ratas se alimentaban de los trozos de carne esparcidos por el lugar, y en una silla vieja de madera había lo que alguna vez fue un ser humano conocido como Jeremiah, pero ahora solo era una masa de carne destrozada.La princesa Berenice estaba limpiándose la sangre de su mano con un trapo, aunque su vestido azul cielo ahora era una mezcla de varios colores que solo podrías encontrar en el interior del cuerpo humano.Uno de los guardias bajo las escaleras hacia el calabozo y se encontró con el paisaje tan extraño y no pudo evitar transpirar sudor frio y sentía que si perdía concentración podría vomitar en cualquier momento.El guardia como pudo, hablo.-Su majestad... E... ¿Encontró algo?-¿Encontrar? Jummm, supongo que sí.-¿Me podrías decir algo? con todo respeto claro está.La princesa se detuvo de pronto y miro de reojo a su guardia, y empezó a morder su labio inferior aun con manchas de sangre y lo que parecían trozos muy pequeños de carne.-Vamos a la guerra contra el reino del Fuego.El sol pegaba más fuerte que nunca, solo había arena hasta donde alcanzaba la vista. Un rastro inconsistente se dibujaba en la arena y se dirigía a ningún lugar en específico.Un hombre vestido con una armadura abollada y con una herida en un costado de su abdomen caminaba cojeando por el aparentemente infinito desierto. Los cuervos volaban sobre su cabeza esperando su inevitable muerte, pero aun así, aquel hombre de cabello blanco no se rindió y siguió su camino.¿Qué es lo que pasaría ahora?El mundo se dirigía en una dirección totalmente desconocida.