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Chapter 59 - Capítulo 25: «Desde aquí, y ahora»  

Remia, Ajax, Parlamento - 3 de Abril - Año 526

 

Sólo cruzaba de un pasillo a otro, con dirección a la oficina principal. Era tarde, y el Parlamento estaba casi vacío, aunque en varios de los pasillos más recurridos logró cruzarse sólo con algunos empleados públicos que llevaban consigo grandes cajas repletas archivos, algunos le preguntaron si dejaban algún que otro documentos en su escritorio. Solamente asintió a cada una de las cuestiones, siguiendo su camino. Tal vez trabajar toda la noche lo haría despejarse luego de la situación acontecida en Fons.

 —Volviste. —Apenas llegar a la puerta de su oficina la vio a ella—. ¿Qué haces aquí? —preguntó.

 —Debería decir lo mismo, Rygal... ¿No estabas en Fons? —preguntó Clio, alzando su mirada luego de oír su voz.

Él pasó a su lado.

 —Mas o menos —respondió Rygal, colocando la llave en la puerta de su oficina—. ¿Quieres pasar? Será extraño que nos vean hablando en el pasillo —agregó, empujando la puerta.

 —¿Por qué estás tan tranquilo? No vengo a sociabilizar, quiero que me digas qué fue lo que hiciste en Fons —demandó ella, sin moverse de su lugar.

 Él se quedó de pie, en el borde de la entrada, esperando que ella aceptara su invitación, pero luego de todos los problemas que habían tenido su relación ya era casi nula, y luego de casi treinta años a su lado, al fin podía decir que Clio había dejado de ser esa piedra en su camino... Sin embargo, incluso luego de no haberla visto por meses, sólo escuchar su dulce voz, o apreciar su bello rostro... Fue suficiente para dejarlo en esa encrucijada... Otra vez.

 —¿Cómo te enteraste? —preguntó. Nadie sabía que iba a ir a Fons, ni siquiera Ryder, y Rhys no hubiera sido capaz de contarle a su madre todo lo que sucedió.

 —¿Creíste que no saldría en las noticias que algo pasó en la coronación del nuevo rey? Todavía está en duda el verdadero motivo de tal daño, pero yo no soy estúpida... ¿Qué hiciste Rygal? —ella siguió insistiendo.

 —Algo para mantener mi puesto, nada más... Como todo lo que he hecho desde que me conoces, Clio, no sé por qué insistes tanto con eso, luego de desaparecer por nueve meses sólo vienes y pretendes pedirme explicaciones por algo que ni siquiera debería incumbirte... ¿Qué sucede contigo? —preguntó Rygal, sin molestia, aunque con un poco de confusión, naciente de la ironía que creaba que ella luego de tantos años siguiera aferrada a la idea de no entender el motivo por el cual él actuaba... Inclusive luego de haberla lastimado tanto por eso.

 —Seguro que recuerdas cuando me dijiste que yo era la única persona que podía pedirte explicaciones o cuestionar tus acciones... Y aquí estoy, luego de tanto tiempo, porque no me voy a quedar atrás, Rygal, deja de tratarme como una estúpida, ¿Sigues pensando que no formo parte de lo que haces? Ellos aún son mis hijos, y mientras se trate de ellos siempre voy a estar detrás de ti... A pesar de que no tenga la fuerza necesaria para enfrentarte.

 —No es necesario, Clio, tus hijos están a salvo, Rhys sigue siendo Rhys y el bienestar de Vlas es su mayor prioridad, eso lo sabes, porque te hizo una promesa aquel día que se fueron... Y te lo recuerda cada vez que vuelve a visitarte —dijo él.

Clio se dio la vuelta. Él ya se encontraba esperando que lo hiciera.

 —¿Cómo sabes eso? —preguntó. ella siempre lo supuso, la persona con la mayor influencia en Remia sabía a cada momento quien entraba y salía de la nación, y alguien con el poder de Rhys era imposible de pasar desapercibido.

 —Has permitido que tu hijo procure tu bienestar también, sigue así, y sólo acepta que no hay nada que nos una en este momento... ¿Has esperado esto hace mucho tiempo, cierto Clio? Ahora que lo tienes, sólo vete... Déjame atrás... Hazlo de una vez por todas. —Él no esperó respuesta, entró a la oficina y cerró la puerta detrás de él... En el rostro de Clio.

 El sonido del fuerte portazo asustó a Clio, y sin saber qué hacer, se quedó parada frente a la puerta, con impotencia, con un poco de tristeza también. Ni siquiera recordaba cuál fue el momento exacto en el que ellos dejaron de ser lo que fueron, esos esposos que se amaban con su alma, cuando se terminaron las veces que Rygal la abrazaba por las noches dejando en claro sus sentimientos por ella, cada sonrisa de su parte, cada beso, cada pequeña acción que no permitía imaginar un futuro así... Pero que terminó sentenciando una tragedia inevitable.

 Todo lo que significó él en su vida sólo se fue descarrilando con el paso del tiempo, con sus engaños y sus mentiras, con la pérdida de su humanidad, y con eso su amor. Ella nunca pensó que llegaría el día en el que él cometería una acción que le diera un verdadero motivo para odiarlo con su vida. Hasta que el asesinato de Demian ocurrió.

Matar a su propio hijo, era inadmisible, para cualquier persona con una pisca de benevolencia en su alma. Algo que Rygal no tenía, algo que ella entendió en ese instante. Y se culpó todo lo que le quedó de vida hasta ese momento, en consecuencia a no darse cuenta de eso antes, ese pensamiento de proteger a sus hijos con su vida perdió todo sentido, porque los dejó en el ojo de la tormenta bajo las garras de Rygal, y los perdió. Iba a vivir con el peso de la muerte de Demian toda su vida, porque su ingenuidad y estúpida ilusión le cegaron la mente, y no pudo apreciar la realidad como debía, y esa decisión que tuvo en sus manos se volvió arrepentimiento... Un eterno arrepentimiento que se llevó la vida de su vida.

Vivió intentando ocultar esa tristeza por más de diez años, porque Vlas no podía correr con ese destino, y porque sólo le quedaba él, luego de también haber perdido a Rhys en ese cúmulo de consecuencias que acarreó la muerte de Demian. Fueron diez años que vivió atormentada por la sensación de pesadumbre en su alma cada día de su vida, habiendo perdido la esperanza, alejándose de su hijo para protegerlo, en consecuencia a ese miedo de arruinarlo todo otra vez, ese miedo que siempre tuvo en su infancia, ese miedo que Rygal había suprimido, pero que había vuelto a despertar con su monstruosidad.... Rygal sólo era el principio, y a la vez el final. El motivo de esa decisión que no supo tomar.

«Eres la última esperanza», le dijo a Rhys el día que sentenció su destino. El día de su nacimiento. Nunca supo si lo maldijo, o si sólo le regaló su mayor deseo, inconsciente de lo que eso significaba. Vivió por ellos el tiempo suficiente para ver el resultado de sus decisiones, los efectos de su amor, de sus acciones, de todo lo que hizo para que ellos sólo estuvieran a salvo. «No soy la mejor madre del mundo», pensó muchas veces. «Pero di lo mejor de mí», se autoconvenció.

«Demian, sólo espero que puedas perdonarme por no haberte podido salvar, nunca estuve a la altura de la situación, y eso me llevó a tal desdicha». No es que no quisiera afrontar el hecho de que Rygal fue el principal responsable de eso, pero ella fue quien tuvo el poder de cambiar el destino, de revertir la situación, sólo dejando de lado el amor... Tenía que perder lo que más amaba, para salvar lo otro que más amaba, y por querer preservarlo todo, al final no pudo conservar nada. Tal vez ese era su castigo por romper su mayor mandamiento, desde el inicio su deseo de proteger a sus hijos careció de sentido al convivir con su egoísta necesidad de sentirse amada por él.

Ella ya lo sabía, era esa resignación que vivió en su alma, una sentencia que marcó su destino, que sería su final: Quererlo todo, sin importar las consecuencias... Fue su mayor perdición.

—Supongo que es lo que me merezco —musitó, aguantándose el llanto que su cuerpo clamaba.

¿Qué sentido tenía llorar? Después de todo, por más que quisiera mirar y aferrarse al pasado... Esos días no iban a regresar. Nada volvería a ser como antes.

 

Más tarde...

 

Fons, Pines, Residencia Harch - 3 de Abril - Año 526

 

El rechine de la puerta dio paso a la entrada de Mya a la habitación. Cassie, la hermana de Dean, pareció no oírla, ella se encontraba sentada justo al lado de la cama donde su hermano descansaba. Mya se quedó parada en la puerta, apreciando la imagen.

Cassie tenía catorce años, y era el vivo reflejo de Dean, eran tan parecidos que incluso se podría asumir que eran mellizos. Mya sabía poco de ellos, no les gustaba hablar del pasado, pero de lo poco que pudo enterarse logró sacar mucha información: Como la mutua necesidad del uno con el otro, su amor, su extraña relación, como cualquiera de hermanos, pero Cassie admiraba mucho a Dean, ella era muy despierta, y sabía todo lo que él hacía por ella.

A Dean no le importaba él, mientras Cassie estuviera bien, todo lo que hacía iba a tener sentido... De ahí su manía de no medir las consecuencias de cada uno de sus actos... La preocupación por su hermana no le daba espacio a una propia. Algo de lo que ella sí se daba cuenta, pero de lo que era difícil hacerlo entrar en razón.

 —No entiendo que le ves de entretenido mirar a ese imbécil por horas —dijo ella, llamando la atención de la chica.

 —Mya, estás aquí —declaró la chica, levantándose de su silla. Una gran sonrisa consiguió iluminar su rostro.

 —Tenía que asegurarme de que no se va a morir sin antes recibir una golpiza de mi parte por ser tan inconsciente. —Mya cerró la puerta detrás de ella, y caminó hasta Cassie—. Has crecido pequeña, hace tiempo no te veía, estás cada día más hermosa.

 —Gracias. —La niña dejó salir un poco de modestia, disfrazando su timidez.

 «Se sonrojó», pensó Mya, sonriendo ligeramente.

 —¿Cómo te has estado portando? ¿Te va bien en el colegio? —preguntó Mya, acompañando a la chica hasta su lugar.

 Cassie la puso al día con muchas cosas, estuvieron hablando por varios minutos. A Mya le gustaba escucharla hablar, Cassie sabía combinar el humor de su hermano con su propia personalidad tranquila, y su presencia se volvía amena. La de Dean también lo era, no iba a negar que le gustaba pasar tiempo con él, aunque siempre lo hacían como amigos, pero desde ese día cuando él le dejó en claro sus sentimientos ya se le tornaba difícil comenzar a ver las cosas como lo que eran... Y tal vez, quería algo más que solamente una amistad con él.

 —¿Ha estado así desde que llegó? —Mya se acercó lentamente a la cama, parándose a su lado, cerca del respaldar.

No supo qué fue lo que pasó por su cabeza cuando estiró su mano, llegando al rostro del chico, quiso parar, pero asumió que Cassie ya sabía sobre lo de ellos, y ya no quería seguir negando sus propios sentimientos... Sólo quería eso. Estar con Dean.

 —Eres la chica perfecta para mi hermano, sabes —dijo Cassie. Mya no volteó, pero sintió los pasos de Cassie acercándose a ella, hasta pararse detrás. La chica también estiró su mano, y alcanzó la de Dean—. Creo que nadie lograría entenderlo como sí lo haces tú, y desde que llegaste a su vida él logró superar muchas cosas, desde la muerte de nuestros padres hasta ese odio que se fue deshaciendo poco a poco... Aún le falta mucho por sanar, pero quisiera que estés a su lado Mya... Tú lo haces feliz.

 —¿Tú crees? —preguntó Mya.

 —Dejó de fumar, dejó de salir de fiesta, dejó de salir con tantas mujeres... Me hubiera gustado que se sacara de la cabeza esa idea de querer volverse un asesino también, pero eso era algo más que sólo una forma de quitarse de la cabeza todo lo que lo lastimaba... Eso no se iba a ir jamás.

 —Tranquila... Ya se terminó... Él no volverá a pensar en eso desde ahora, sólo se va a centrar en él, en ti, y en su futuro... Te prometo que estaré a su lado para asegurarme de que eso suceda, no lo voy a dejar solo —aseguró Mya, dándose la vuelta, sólo para encontrarse con la brillante mirada de Cassie.

 «Pase lo que pase entre nosotros... Yo no me voy a ir de tu lado, Mya». Sabía que así sería, y ella no podía quedarse atrás... Salir lastimada era algo que renegaba, pero... ¿Y si Lara tenía razón? ¿Tenía sentido seguir escondiéndose detrás de ese daño sólo para justificar ese miedo que le impedía amar o verse amada por otra persona? Sólo el tiempo le daría la respuesta. Y no podía ser tan egoísta como para hacer que Dean la esperara toda la vida... Y no iba a poder encontrar esa respuesta sin dar el primer paso tampoco... Sólo le quedaba tomar esa decisión.

 —¿En serio? —preguntó la chica, con gran emoción.

 —Sí, sólo debo esperar a que despierte... Para poder darle mi respuesta.

 

Esa noche...

 

Fons, Pines, Residencia Harch - 4 de Abril - Año 526

 

 —¿Acaso tenías planeado dormirte sin darme un beso?

 Lara se encontraba acostada en la cama, casi cubierta con la manta hasta la cabeza, y con una almohada tapando su rostro... Pensó que Rhys estaría lejos, dando una que otra vuelta por Fons, sólo para asegurarse de que no hubiese ningún problema... Pero no fue así, porque oyó su voz cerca de ella apenas sentir el golpe de la puerta cerrándose junto con la entrada de su esposo.

 —¿Qué haces aquí? —Ella dejó ver una sonrisa en su rostro luego de quitarse la almohada.

 —Me tomé un pequeño descanso de mi vigía nocturna, no podía permitir que mi esposa se fuera a la cama sin antes darle un beso de buenas noches —respondió él, acercándose hacia la cama. Se hincó en una rodilla al llegar al borde de esta, justo del lado de Lara—. Me encanta verte con el cabello suelto —agregó.

Su mano se sintió bendecida con ese suave efecto que le regalaba el encuentro en el cual se enlazaban las yemas de sus dedos con el cabello de Lara. Este caía por las sábanas, cruzando los hombros de ella como si de una cascada carmesí se tratara, y se afianzaba a su tacto.

—Te estoy esperando —dijo ella, despacio, con su voz tan dulce como atrapante.

Él se acercó un poco, el perfume de Lara desprendía un intenso olor a jazmines que acompañaba sus ganas de quedarse a dormir con ella, aferrado a su cintura, toda la noche. Esa idea le hizo más eco cuando ella le regaló un apasionado beso que lo engatusó, de nuevo, como siempre... Todos los días se convencía más de que la presencia de Lara en su vida era un regalo divino, como la muestra de que a pesar de todos los errores de su vida tenía la oportunidad de remediarlos, con ella, porque sin ella, se iría a la deriva.

«¿Qué sentido tiene tener todo el poder del universo cuando no tienes a nadie a quien proteger?». Cuando Demian le hizo esa pregunta no tenía muy en claro qué hacer con su vida, estaba perdido en su propio ego y con su espejo sin reflejo. Con cada una de sus promesas rotas. Sin ganas de vivir. Con únicamente la idea de querer acabar con todo. En consecuencia a tal percance, con un eslabón de su cadena perdido en la nada, sobrepasado por una realidad que no quiso ver... Absorbido por tal humanidad que debilitaba su alma, y para no ser débil... Arrancó su humanidad, y un demonio nació... El más humano de los inhumanos.

La consecuencia del miedo eterno a la soledad.

Pero la pregunta de Demian era una aguja en su mente, que pinchaba cada vez que la ignoraba, y se volvió una constante que vacilaba en la línea de su naturaleza, entre el bien y el mal que peleaban por su alma... Buscando que todo su poder consiguiera obtener sentido, que su destino dejara de ser borroso, que al fin pudiera encontrar un camino de ida... Porque no había vuelta atrás. Y de todo lo que alguna vez tuvo... Al menos algo debía perdurar. 

—Te amo, preciosa... Ayer estuve muy atareado, de un lado al otro, procurando mantener a salvo a los míos más que nada... Pero no te pude sacar de mi cabeza en todo el día, sólo quería volver contigo, quería tranquilizarte a besos, y dormir abrazado a ti hasta la mañana.

Se sintió en el paraíso cuando la mano de ella consiguió posarse en su rostro, y lo acarició con la misma suavidad que su voz reflejaba, acompañada de una cálida sonrisa.

—Yo también, mi vida... No voy a reprocharte nada, era tu responsabilidad y sólo organizaste tus prioridades, es comprensible... Y me encanta que te hayas tomado un tiempo sólo para venir a darme un beso de buenas noches, realmente lo necesitaba.

—¿No podías dormir?

—Algo por el estilo, estaba pensando en lo que sucedió ayer —respondió ella, y la delicadeza que su mirada dejaba en vilo en sí mismo fue la única explicación que Rhys necesitó para comprender a lo que ella se refería.

—Lo que hicieron ayer por mí no tiene precio, Lara... Fue tan comprensivo y entrañable, era lo que necesitaba... Hace mucho tiempo.

—A veces es necesario dejar salir tales sentimientos, para no sentirse tan sobrepasado, para convencerse a uno mismo que los demás nos escuchan, que no estamos solos... Sé que para ti es complicado, lo es desde que eres pequeño, por muchas cosas que en este momento no importan, pero eso no significa que seamos reacios a lo que sucede contigo, todo lo contrario, queremos lo mejor para ti, y eso lo sabemos... Sólo queda que tú consigas hacerlo, Rhys.

—Le contaste a Leah sobre mi ansiedad, y sobre mis ataques de pánico.

—¿Estuve mal? Sé que no te gusta hablar de eso.

—Está bien, eso me ayudó a comprender que ella es una parte fundamental de mi vida, me hizo comprender los motivos de su enojo, y el hecho de que pudiera aceptar mis disculpas... Gracias por eso, nos diste una gran ayuda.

—¿Hablaron?

—Sí... Me dijo «papá». —Su rostro se vio iluminado por una gran sonrisa. Una sonrisa que decía más que mil palabras.

—Te dije que algún día lo haría... Sólo tú tenías ese miedo de que nunca pudieras conectar con ella de esa manera... Ella es una chica inteligente, y también es muy sentimental, no iba a tardar tanto en verte como su figura paterna... Porque lo eres, cariño, has estado para ella siempre, desde que llegó a nuestro hogar, desde que se volvió nuestra familia... ¿Sabes? Puede que tú no te hayas dado cuenta, pero ella fue la primera que se acercó a abrazarte ayer, cuando tuviste ese momento de susceptibilidad, la primera en darse cuenta de la genuinidad de tus sentimientos fue la única que no los conocía.

—Ya veo, con que no fue un presentimiento de mi parte, realmente fue así —musitó él, bajando la mirada, cuando toda su vida, concluyó en un instante. 

Todo comenzaba a obtener sentido en su mente. Desde las palabras de Lara, pasando por sus principios y emociones, por las acciones de Leah, por la presencia de Vlas y la nostalgia a su pasado inolvidable, cuando su madre y Demian todavía estaban a su lado, cuando Ashley, Artemisa y Jake representaban ese sentimiento de amistad que extrañaba... Hasta llegar a la vida que eligió vivir, con el peso de los errores pasados que resonaban con cada paso que daba, y que se volvían más fuertes cuando volvía a recurrir a su naturaleza inhumana. Justificando sus pecados con más pecados, sólo para que aquellos que venían detrás suyo no tuvieran que mancharse las manos con la penumbra que quitaba de su camino.

«Algún día recibiré mi castigo». Todos los días de su vida repetía la misma frase, que se hizo parte de su conciencia, de su estilo de vida y de su propósito. Esperando que lo que hacía no fuera en vano, para no relegarle su maldición a nadie más. «No quiero que sufran lo que yo sufrí», o: «No quiero que cometan los mismos errores que yo cometí». Asumiendo que tenía el poder para definir la vida que los demás tendrían que definir por sí mismos. Tendiendo a cometer el mismo error que cometía desde su adolescencia, cuando su estatus de «superior» no lo dejaba ver a los demás por lo que eran... Simples seres humanos, como él, y como todo el mundo. Pero cuando quiso sacarse esa idea de la cabeza llegó su poder, y revirtió sus ideales, lo hizo chocar contra el suelo, sin saber qué o quién era... ¿Era un humano o un dios? ¿Era la salvación o la perdición? ¿Su vida era una certeza o simple azar?

Todo. Era todo. Eso, y mucho más. Porque uno no existía sin el otro, porque la luz no era luz sin oscuridad... Porque el amor no era amor sin odio... Porque el destino no era destino sin las decisiones que lo condicionaban.

Ellos estaban ahí, y eran el resultado de sus errores y aciertos, de haber creído tener razón, a la vez de haber creído estar equivocado... Porque si lo que más humano volvía a una persona eran los defectos, significaba que nunca pudo escapar de serlo, pero al mismo tiempo la perfección de su poder dejaba en claro que tampoco podía renegar de su talento.

«No eres especial, pero tampoco eres ordinario... Sólo eres tú».

El mundo seguiría su curso y él no podría hacer nada para evitarlo. El tiempo no paraba, se iba a llevar su vida, sus deseos, su poder, sus arrepentimientos y glorias. No le iba a quedar nada. Por lo que sólo debía concentrarse en lo que quería... El sentido de su vida. Pero entre tantas interpretaciones, únicamente iba a poder quedarse con una, y aunque ellos formaran parte de todas ellas, como se lo había dicho a Lara ese día cuando se enteró que iba a ser padre... ¿Él? ¿En qué lugar quedaría entre tantas opciones? Ese pensamiento que tuvo la tarde anterior luego de oír por primera vez la palabra «papá» fue la respuesta que necesitaba a esa pregunta, y a las palabras de Demian, seis años después.

«Siempre estuvo ahí, Demian... Siempre tuviste la razón».

—«Quiero ser feliz», me dijiste, cuando no tenías más que desesperanza, cuando ya nada te iba a salvar de los pecados que habías cometido, de esos demonios que te perseguirán toda tu vida... Pero anhelabas un sentimiento que creías inmerecido para ti e hiciste todo lo posible para que no fuera una hipocresía, o el capricho del causante de la desdicha y miseria de muchas personas, cuando ser feliz ya no te iba a salvar, pero seguiste adelante a pesar de todo... Rhys, todos cometimos errores, fuimos los causantes de nuestra propia desgracia, y de esa manera, seremos los únicos causantes de nuestra propia felicidad... ¿Cierto, Rhys? ¿Por qué no sólo lo aceptamos? No vas a volver atrás, y cuando el final llegue... ¿De qué te quieres despedir? Ya no estarás en soledad.

Él alzó su mirada, otra vez. Esa pregunta reducía todo lo que había pensado, y la respuesta sería su decisión. Los ojos azules de Lara parecían querer avalar todo lo que tuviera para decir, sus labios enroscados en una media sonrisa también.

Todos pasaron por su cabeza. Desde Demian hasta Clio, desde Vlas hasta Leah... Y desde Lara, hasta él.

«Elige el destino que quieres obtener... Porque eres el único capaz de hacerlo».

—Lara... Cuando nazca nuestro bebé... Sólo viviré con una meta en mi cabeza.

Ella lo miró con ilusión. «Hazlo Rhys... Grítaselo al mundo», quiso decir... Pero no iba a ser necesario.

—Ser feliz, hasta el fin de mis días... Junto a ti, y todas las personas que quieran acompañarme en mi camino... Esa será mi libertad.

—Tendremos una familia, ¿Verdad?

—Tendremos una gran familia, muchos bebés, una casa en la playa, y no nos separaremos jamás... Es un gran plan, ¿Cierto?

—El plan perfecto, mi amor... Esa también será mi libertad.

«Una libertad que veo demasiado lejos, incluso estando tan cerca de ella», pensó, recordando lo que le había dicho a Vlas esa noche.

—Lara... No estamos tan lejos, mi amor... Lo vamos a lograr —aseguró.

Ella lo abrazó, con fuerza. Y él supo que nunca iba a estar equivocado.

«Desde aquí... Y ahora».