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Chapter 37 - Capítulo 3: Descubriendo esos sentimientos – Tiempo con ella II  

Remia, Crystel, Residencia del Clan Windsor - 3 de Noviembre - Año 525

 

La mansión Windsor estaba silenciosa. A Rhys le pareció extraño, más sabiendo que en ella vivían ocho personas, sin contar a los empleados. Y en plena tarde, cuando más repleta debería estar, ni una sombra, ni un suspiro... Nada de nada. Era un día de semana, quizás todos habían salido, lo entendía viniendo de sus tíos, ellos trabajaban hasta tarde en la empresa, Amelia quizás estaba en la universidad, y su madre en el Parlamento, o en una reunión. Theresa y Dyna no trabajaban, pero visitaban la casa de su familia seguido, el clan Dire. Tal vez se habían llevado a Joy y Joe con ellas.

 «Justo hoy no hay nadie», pensó Rhys. Seguía caminando por los oscuros y silenciosos pasillos de la casa. Cuando era pequeño y a veces se quedaba junto a su madre en ese lugar, le daba algo de miedo caminar por las noches por esos pasillos para ir al baño, o a la cocina, ninguno tenía una ventana que diera hacia el patio, para encontrar algo de luz se necesitaba llegar a los extremos de la casa, donde estaban los balcones, o entrar a las habitaciones, cada una tenía uno. Ya que luego de la medianoche, las luces de los pasillos dejaban de funcionar.

 La que él compartía con su madre y sus hermanos quedaba al final del pasillo principal de la segunda planta, aquel que tenía todos esos portarretratos de la familia. Probablemente fue eso lo que lo hizo enamorarse de su madre en el pasado, cuando encontró una foto suya de joven, probablemente de no más de dieciséis años. Ella era muy hermosa a esa edad, y siempre creyó que si él no hubiese nacido como su hijo, tal vez habría tenido la oportunidad, tan vaga como imposible.

Cuando él nació ella tenía diecinueve años, y seguía siendo hermosa, a pesar de todo, y mientras él más crecía, más notaba eso que nunca había notado alguna vez en otra mujer. Su madre le gustaba, y mucho, pero él siempre renegaba de tal sentimiento: «Es tu madre, ¿Por qué carajos piensas en eso?», siempre se preguntaba, sabiendo que eso que pensaba era indebido, no era algo que quería pensar, pero tampoco podía hacer nada para ignorar lo obvio, y mientras más crecía, más se alejaba de ese pensamiento, y el amor por su madre dejaba de sentirse tan vacío, resumido a sólo ese enamoramiento de ese niño que veía el rostro de su madre como el más hermoso del mundo. Este amor se profundizó más al entrar en su adolescencia, y entre cada retazo de sensibilidad que su madre dejaba en sí, como esa forma de asegurar a cada instante que lo amaba, que hiciera lo que hiciera, él la iba a enorgullecer. Entre tantos sentimientos tan confusos, buscando eso que lo identificara, eso que marcara su propio camino, encontrara sentido a su nombre... Entre ese viaje truncado, lleno de rostros borrosos que no buscaban nada de sí, sino que sólo veían a Rhys Windsor como algo que les diera validación, tener la amistad del príncipe era la base de la influencia en Remia, nadie se quería quedar atrás en ese sentido, y todo era tan superficial... Y entre todo eso... Sólo ella acarició su cabello y miró sus ojos, su rostro era el único no borroso, el único que veía más allá en sí mismo, que encontraba en su propio extravío... Su camino... Como nadie lo había encontrado jamás... Como sólo ella pudo haberlo visto desde el primer día... Cuando lo tuvo en brazos, y marcó su destino.

Renegaba ese sentimiento de amor, de querer no haber nacido como su hijo para enamorarse suyo, renegaba pensar en no ser su sangre... Lo hacía sentir mal, cuando cada vez que él le preguntaba si lo amaba, ella respondía lo mismo: «Con mi vida, mi amor... Por siempre». Y eso era algo claro, algo que ella nunca negó... Algo que saltaba a la vista... Y que hasta el mismísimo Rygal tenía en cuenta, de lo que nunca se iba a olvidar tampoco... Ya que sí él no hubiese nacido, nada aseguraba que su madre podría haber sido feliz... Ya que, como se sabía, según ella se lo dijo, muchas veces, tantas veces, que hasta se le había grabado en la mente con fuego... Él fue toda su felicidad... Y luego de que nació... El sentido entero de su vida entera. De principio a final... Cada paso a su lado. Sufrir por su sufrimiento. Llorar por su perdición. Reír por su felicidad... ¿Qué sentido tenía pensar si la amaba? Si era obvio, era obvio que la amaba... La iba a amar por siempre, porque nadie más que ella ponía tanto valor en su vida... Nadie más que ella velaba tanto por su felicidad... Nadie más que ella comprendía todo lo que lo atormentaba... Ese deber, ese destino... Que sólo ella podía definir... Que sólo ella podía anhelar.

«Te amo... Mujer de mi vida». Algún día se lo iba a poder decir.

 —Aquí estabas... Mamá —dijo, al encontrar esa foto que estaba buscando—. Hace años no estaba por aquí... Ya había olvidado ese hermoso rostro. —Acarició la foto, con suavidad.

 Su mayor anhelo era que si algún día tenía una hija. Ella fuera exactamente igual a su madre... La chica más hermosa del mundo.

 —Siempre hacías lo mismo.

 Una voz recorrió el pasillo hasta llegar a sus oídos. Él sonrió al percatarse de quien era la dueña.

 —Como para no... ¿No te parece la perfección hecha mujer? —preguntó, con su mirada sin despegarse de tal imagen.

 —La tía es hermosa desde joven... La más hermosa de la familia, es un regalo divino, pero eso es algo que tú nunca te cansas de recordar, así que no tiene demasiado sentido seguir remarcándolo. —Amelia se paró al lado de su primo—. ¿Qué hacías por aquí? —preguntó.

 —Vine a visitar a mamá, ¿Ella no está? No hay nadie al parecer, la casa está vacía —indicó Rhys, volviendo el portarretrato a su lugar... Quiso llevárselo consigo, algún día lo iba a hacer. 

 —Está en el Parlamento, papá y Archie en la empresa, y mamá y Theresa en Dunch, fueron a visitar a la familia —Amelia le informó.

 —Ya veo... Es lo que había pensado. —Rhys volteó hacia su prima— ¿Y tú? ¿Qué haces sola en la casa?

 —Acabo de volver de la universidad, oí a alguien hablando solo y supe que eras tú, era la única persona en el mundo que muestra introspección de esa manera, y es interesante oírte, tú crees que los demás no lo hacen. —Amelia rio varias veces en medio de su aclaración.

 —¿Me has oído hablar solo? ¿Y qué has oído? ¿Qué puedes saber de mi como para sospechar que es una forma de introspección? —Rhys la miró repleto de atrevimiento.

 Ella había dejado algunas cosas en el aire, de las cuales creía tener el conocimiento, aunque no era tan así, ya que ella no había hablado con él desde ese día meses atrás: «Me siento traicionada, hiciste cosas que me decepcionaron...», ella le había dicho... Pero no había tenido explicación de tales palabras... Tal vez era el momento.

 —¿No te has vuelto más reflexivo con todo lo que te ha sucedido? Creí que eras un chico atormentado, Rhys... Es lo que siempre decían todos los adultos de nuestra familia... Que tú cargabas demasiado para ser tan joven, y que eso te había afectado mucho... Supongo que tal peso desembocó en todo lo que sucedió luego de tu partida... Esa persona en la que te convertiste —respondió ella, contemplando el rostro impasible de Rhys.

 —Recuerdas poco de mí, Amelia... Eras una niña, esa figura idealizada que tenías de mí, y que admirabas, estaba repleta de defectos, que haya sido bueno contigo no significa que jamás cometí un error antes de irme, y que todos mis pecados ocurrieron luego... Mi camino siempre estuvo marcado por mis errores, y eso va a seguir así hasta el fin de mis días, es de lo único que puedo aprender.

 —¿Tan difícil era meditar mejor la situación? Eres inteligente, Rhys... La persona más inteligente que he conocido, eres tan malditamente talentoso que es hasta injusto, eras el sueño que todo el mundo quería vivir, eras un camino de subida, que no tenía techo... ¿Por qué pasó todo eso? ¿Por qué tuviste que convertirte en eso? —El impasible rostro de Rhys ya no era impasible, su mirada de resignación la había molestado, había dejado en claro que esos errores que cometió fueron necesarios, pero... ¿Qué necesario sería convertirse en un asesino? No tenía sentido. Nunca lo iba a tener—. Yo te amaba, Rhys... Con mi vida. —¿Alguna vez había sido tan honesta con sus sentimientos? Eso salió abruptamente... Sintió la necesidad más que nunca.

 —Claro que sí... Yo también, Amelia... Fuiste la hermana menor que nunca tuve, e intenté ser claro contigo, siempre... Intenté dejarte ver que lo más importante era tu camino, nada más... Pero rompí mis propios principios, y al final, no fui ejemplo de nada, para Vlas, o para ti... Es una inmensa deuda que tengo conmigo mismo, es mi mayor error... Pero, has seguido adelante sola, y lograste mucho ignorando aquello que yo dejé en ti... Gracias por admirarme, Amelia, por sentir que era tu modelo a seguir, gracias por confiar en mi... Pero ya lo dije... En realidad... Decepcioné a todos... No sólo a ti.

 —No quería que me mostraras el camino, Rhys... Sólo quería que estuvieras ahí para ver el que yo misma construía... ¿Por qué no estuviste ahí? ¿Por qué te fuiste? Eras todo lo que eras no sólo por ti, todo el mundo te quería, Rhys... Todos veíamos inspiración en ti... Menos tú... Y eso es doloroso... Porque no me di cuenta... Y te perdí.

 —Eras una niña, Amelia, una niña de nueve años, no podías saber todo lo que había pasado, era injusto dejarte ver todo eso, no habrías llegado a este punto con tal pensamiento... Fui yo quien eligió irse, dañar a los demás no era algo que tuviera en mente, y alejarme fue lo mejor que pude hacer.

 —No fue bueno para ti... Perdiste tu humanidad, Rhys... Lo perdiste todo.

 —Lo sé... Es lo que elegí... Es con lo que debo cargar... Hace mucho tiempo.

 Amelia no quiso pensarlo mucho. Notó la angustia en su voz, y ese quebranto escondido detrás de tal reflejo verde en sus ojos. Encontrando en ellos una mirada, una mirada que extrañó ver, una mirada que marcó sus días en el pasado, que en el camino de nieblas que fue resultado de su ausencia, aún le siguió funcionando de guía. Sus palabras fueron crudas ese día, quizás no quería decir eso, ella no se sentía decepcionada, ella sólo se sentía adolorida, porque cuando él regresó... No pensó en ella, como ella sí en él. «Eras una niña, Amelia», seguir escuchando eso de todos era frustrante, aunque lo esperaba, pero de él... ¿Por qué tenía que ser sensato en ese momento? Ella no quería que él la siguiera viendo de esa forma, ya no era lo mismo que antes, habían pasado muchos años... Ella avanzó, el recuerdo de Rhys no fue algo que dejó atrás, esperando que cuando volviera... Este por lo menos recordara aquello que ella le dijo esa vez... Eso que no quería olvidar: «Yo seré tu heredera, Rhys... Quiero ser la reina de Remia».

 —¿Qué pasa? —preguntó Rhys sintiendo el perfume ella bajo su rostro, su cabello apenas tocaba su barbilla. Ella sólo se había lanzado a él abruptamente. Y así, tan sorpresivo como esperable, le dio un abrazo.

 —Te extrañaba, tonto... ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué... Me dejaste atrás? Íbamos a caminar juntos... Teníamos el mismo destino... Quería ser como tú, Rhys. —Su voz quebrada dejó paso a un nudo en su garganta que se quería desatar.

 —¿Por qué se te quiebra la voz? —Acariciando un poco su cabello, notó que ella comenzó a sorber su nariz. Estaba llorando.

 —Porque no quería seguir fingiendo que no quería verte... Que no me importabas... Quería... Quería que me lo dijeras —dijo ella, desconsolada.

 —¿Qué querías que te dijera?

 Ella paró. Dejando ver un poco de su rostro al alzarlo, buscando el de él, aquel que encontró cuando Rhys bajó su mirada, y sonrió.

—Que me amabas.

 

Tiempo después...

 

Fons, Ash, Distrito Central - 22 de Noviembre - Año 525

 

 —Te ves cansada, Leah. —Mya notó, nunca había visto ojeras en el rostro de Leah antes. Era extraño.

 —¿Tú dices? —Leah giró la cuchara alrededor de la taza de café que le habían llevado a la mesa minutos atrás—. He estado estudiando para el examen de admisión de la universidad, es complicado, y aunque Rhys y mamá me han ayudado un poco dándome esos libros que ellos usaron en el pasado, sigue siendo duro... Debo dar la talla si al menos quiero quedar entre los primeros cien —explicó, al fin dando un sorbo. Este ya estaba tornándose tibio.

 —Ya veo, ¿No crees que te estás sobreesforzando? Entiendo que quieras llegar alto, pero no a costas de tu salud, nunca te había visto tan... No lo sé... Decaída —Mya indicó.

 —¿Qué dices? —Leah sonrió, débilmente, ella tenía razón, pero esa situación era una que no podía evitar, su etapa de universitaria era algo que había esperado demasiado tiempo, y apenas viendo el inicio de todo, realmente se replanteó mucho si seguir adelante con eso.

 «Es un sacrificio necesario, supongo que no se puede evitar», le dijo Lara cuando ella le preguntó cómo ella había vivido esa etapa, recordando por todo lo que tuvo que pasar también, como la muerte de sus padres, su separación con Rhys, y el contexto de la guerra... Ella había salido airosa, y eso era sorprendente. También buscó algunos consejos de Rhys, pero él, como siempre, sólo le dijo: «En realidad no me preocupaba mucho, casi nunca iba, estudiaba poco y pasaba los exámenes de igual manera... Se me hizo fácil». Una respuesta demasiado predecible, obviamente al gran Rhys Windsor no le iba dificultar algo así. Pero ella no era ni tan prodigiosa como Rhys, ni tenía todas las dificultades que su madre había tenido. Por lo tanto, asumió tal responsabilidad, y llegó a la conclusión de que tal como Lara se lo había dicho, era un sacrificio necesario, no iba a lograr nada si no se enfrentaba a las dificultades... Incluso ella misma se lo había dicho a Vlas... No podía siquiera pensar lo contrario.

 —Okey, mejor no te digo nada más sobre eso, sé que no te gusta que te hablen de tu apariencia... Y más cuando te gusta tanto arreglarte, Lara te pegó esa costumbre —Mya señaló.

 —Le encanta llevarme de compras, regalarme ropa, joyas, o maquillaje... No es que me arregle porque me guste, en realidad lo hago para no desperdiciar sus regalos —explicó Leah, al mismo tiempo, le dio un bocado al pastel que tenía al lado de su taza de café. Amaba el de cremas con fresas—. Igualmente, últimamente no me he arreglado mucho.

 —¿En serio? En Remia las pocas veces que te vi siempre estabas bien vestida, a veces usabas maquillaje, ¿Lo recuerdas? Hasta cortaste tu cabello, ya lo dejaste crecer de nuevo. —Mya se estiró sobre la mesa y acarició un mechón del cabello de Leah. 

 —Sí... Lo recuerdo. —Leah pasó su mano por su cabello también, peinándolo detrás de su oreja al final.

 —¿Por qué lo hiciste? ¿Y por qué de la nada se te fue ese interés en hacerlo? —Mya inquirió.

 —Vlas... Supongo. —Leah revoloteó sus ojos.

 —Y ahora que se fijó en ti ya no le ves sentido... Me parece algo bastante lógico. —Mya se dejó llevar por sus risas.

 —No seas tonta... No te dije que se haya fijado en mí, te dije que últimamente nos estábamos haciendo cercanos, nada más... Con todo esto de su entrenamiento y lo que hablamos la noche del cumpleaños de Kit, lo veo muy entusiasmado, ha estado más animado, siempre está con una sonrisa, y es lindo verlo así... Él es lindo de por sí, en ese estado se luce aún más.

 —Yo tenía razón cuando dije que te había cautivado... Y tú sólo te negabas, ¿Qué pasó ahora, Leah? Al final lo quieres sólo para ti, vaya que eres astuta, jamás creí que la inocente Leah Foster iba a tener ese tipo de pensamientos —Mya se jactó, orgullosa de su hallazgo.

 —Quise pensar otras cosas, no cabía en mi mente saber que me enamoré suyo... Él amará a Zenda toda su vida... Tal vez nunca tenga un lugar así en su corazón, pero... Estar para él es lo mínimo que puedo hacer, no pretendo que se enamore de mi por estar ahí, a su lado, sería injusto para él, y egoísta de mi parte.

 —¿Por qué sería egoísta de tu parte? Son tus sentimientos, Leah... ¿Quién no haría lo que fuera con tal de enamorar a esa persona de la cual está enamorada?

 —Él no quiere salir lastimado, tampoco quiere dañar a nadie, y todavía tiene miedo, no ha pasado demasiado tiempo desde lo sucedido en Remia, el recuerdo de esa chica aún persiste en su mente... Él no ha sanado completamente, y debe hacerlo por sí sólo, yo sólo soy un obstáculo en su camino.

 —Eres esa persona que le dio el empujón que necesitaba, ¿Cómo vas a ser un obstáculo? Eres aquello que él necesita, Leah. —Mya estiró su mano por encima de la mesa, y la posó sobre la de su amiga. Leah levantó su mirada, y Mya la miró fijamente—. Si tú estás a su lado, todo será mejor para él... Debes hacerlo, porque él te quiere... ¿Ya te lo dijo, cierto? Debes estar ahí para él... Él quiere que lo hagas.

 —¿Tú crees? —La mirada de Leah se dejó ver vulnerable, ¿Por qué estaba tan insegura?

 —Sana sus heridas, Leah... Devuélvele la valentía que necesita para enfrentar sus sentimientos... Si él te quiere, lo hará saber... Y ahí... Dejarás de tener dudas tú también... Ámalo... Y él te amará.

 

Días más tarde...

 

Fons, Ash, Residencia Harch - 24 de Noviembre - Año 525

 

Más de un mes había pasado desde el comienzo de su entrenamiento, y Vlas seguía practicando aquello que Leah le había pedido. Todos los días, exceptuando los domingos, ella estaba ahí esperándolo en la tarde. Vlas admiraba y agradecía su constancia, ella no tenía por qué entrenarlo y gastar el tiempo en el que podría estar descansando, en él, pero si lo hacía era por algo, y eso le terminó por agradar. Se estaba acostumbrando a pasar sus días con ella, en consecuencia, habían comenzado a tomar confianza, y al fin tenían algo en común de lo cual hablar, algo que hacían seguido en las cenas con Rhys y Lara. Leah se había vuelto algo así como una amiga para él, quizás luego de Lara y Rhys era la única persona que comenzaba a entenderlo.

Después de tantos días de entrenamiento el movimiento le salía a la perfección, también comenzaba a sentir que las cadenas se le hacían más livianas y que ya no hacía fuerza cuando jalaba, parecía que su energía estaba comenzando a acostumbrarse a su cuerpo.

—Has destruido cinco muñecos en la última semana, parece que estas totalmente listo para comenzar a usar tu Energía del Alma con más complejidad —informó Leah, acercándose a él, luego de que acabara con otro de los muñecos—. Toma —agregó, lanzándole una botella de agua.

—¿Sí? ¿Y cómo haremos eso? —preguntó Vlas, vaciando la botella en un sólo sorbo. Ella se había quedado en silencio, le pareció extraño... Hasta que lo vio venir.

—Así. —Leah sólo le lanzó un rápido puñetazo.

Vlas lo bloqueó lo más rápido que pudo, pero eso no evitó que saliera disparado contra la pared. Y ahí, apenas alzar su mirada para entender al menos lo que había sucedido. Vio venir otro. Cerrar sus ojos fue lo único que hizo, pero al abrirlos, notó que su cabeza se había inclinado ligeramente hacia un costado, y el brazo de Leah cruzaba frente a sus ojos cuando desvió su mirada. Su puño se había estampado contra la pared, y había dejado una marca.

—¡¿Qué carajos fue eso?! —exclamó Vlas, todavía atónito por la situación, miró su palma y notó que estaba roja, parecía haber atajado un fuerte disparo de un balón de futbol sin guantes. O más, tal vez una roca de un considerable tamaño.

—Si no hubieras reaccionado y recibías esos golpes totalmente de lleno, ya estarías muerto. —Leah dio unos pasos hacia atrás, y crujió los dedos de la mano con la cual había golpeado la pared.

—Y si corrías ese riesgo, ¿Por qué lo hiciste? —Vlas buscó una explicación coherente. Quizás Leah quería probarlo, pero se había excedido con su modo.

—Tu cuerpo reaccionó automáticamente, tu energía reconoció el peligro y pudiste bloquearlo a tiempo, también esquivaste el segundo en un instante, eso quiere decir que puedes controlarla, pero no a voluntad —explicó Leah, volviendo a acercarse. Él se retrajo un poco con ese movimiento de ella, pero se quedó quieto cuando supo que ella no quería hacerle daño. En su lugar, sólo tomó su mano—. Perdón por lo de la palma... Ponte esto. —Dejó una bolsa de hielo en su palma, y cerró su mano alrededor—. Apriétala fuerte, la inflamación pasará rápido.

—Gracias —dijo él, apretando su mano—. Por cierto... ¿Cómo crees que puedo hacerlo? Eso fue sólo un instinto, no creo que haya sido mi energía.

—¿Acaso piensas que sólo por instinto serías capaz de bloquear un golpe así? Eso es totalmente imposible... Mira, quiero que concentres toda la fuerza que tengas en tus puños y que me intentes golpear —dijo Leah, poniéndose en posición. Vlas la miró confundido—. Has como si yo fuera un enemigo y tienes que golpearme para que tu vida no corra peligro, con toda tu fuerza —agregó, cambiando su amigable rostro a uno serio.

—Entiendo... Pero no quiero que se salga de control, ¿Y si te hago daño? —preguntó Vlas, con una inminente preocupación.

—Es lindo que te preocupes por mí. —Sonrió Leah, con modestia—. Pero en realidad deberías hacerlo por ti, no voy a quedarme quieta esperando que lo hagas, yo devolveré los golpes que lances también.

«Claro, no es lo mismo cuando ya lo tienes previsto», pensó Vlas, sabiendo que él habría dicho lo mismo si hubiese sabido que ella lo iba a atacar momentos antes.

—¿Podemos hacer eso mañana? Hoy ya estoy demasiado cansado. —Vlas bajó sus brazos y se recostó en la pared, dejando caerse hasta sentarse en el suelo.

Leah lo miró primero con extrañeza, pero luego comprendió el cansancio que él podría llegar a tener, así que solo sonrió y cedió.

—Sólo por hoy... Y lo hago porque has estado hace más de un mes pateando muñecos sin parar, mañana comenzaremos con el entrenamiento real, así que estate preparado... Se vienen muchos golpes, y algo de sobreesfuerzo —respondió, alejándose de él en su camino hacia la puerta.

—Espera... —Vlas la interrumpió antes de que la pudiera abrir—. ¿Ya te vas? ¿No quieres ir a descansar conmigo? —preguntó, poniéndose de pie rápidamente

—¿Qué? ¿Descansar contigo? He estado un mes obligándote a forzar tu cuerpo y monótonamente golpear un muñeco, creo que lo último que quisieras ahora sería que descanse contigo —bromeó ella, con una cálida risa.

—No... Yo puedo separar lo profesional de lo cotidiano, y te estoy invitando como Leah, no como mi entrenadora.

—¿Acaso entrenar no es algo cotidiano?

—No si lo haces con un propósito, en algún momento se terminará.

—Algo de razón tienes —dijo Leah, dando un leve suspiro y dándose la vuelta—. ¿Qué quieres hacer? —preguntó. Su interés había comenzado a crecer.

—No lo sé, ir a tomar algo, por un helado, lo que quieras, puedes elegir, tómalo como un pago por entrenarme también.

—Hmm, ya veo, ¿Tú tienes dinero para invitarme o tengo que pagar yo? —preguntó, con alusión. Escuchó la risa de Vlas detrás suyo.

—Leah, soy heredero de una Familia Real, y mi clan es dueño de un conglomerado, dinero es lo que me sobra... A menos que mi padre haya congelado mis cuentas —murmuró, con ese miedo creciendo en su cabeza—. Igual eso no importaría, le pediría dinero a Rhys —añadió, dejando de lado su pensamiento.

—Bueno, acepto... ¿Tú invitas entonces? —Leah se decidió.

—Sí... Yo invito.

—Entiendo, iré a tomar un baño, ¿Me puedes esperar? —preguntó, abriendo la puerta.

—Ve... Yo esperaré abajo —respondió Vlas, mientras juntaba sus cosas, y las metía dentro de su bolso.

—Así como si fueras mi cita —dijo Leah, con una risita tierna saliendo de sus labios—. Es broma... No te lo tomes tan a pecho, ¿O en realidad quieres que se trate de una? —agregó, dándose la vuelta y en ese movimiento guiñarle el ojo.

—Lo único que quiero es que te apures, no tenemos todo el día y las tiendas cerraran... No es momento de bromas. —Intentó evitar que se notara que las palabras de ella habían hecho efecto. y que los nervios lo estaban absorbiendo mientras la seguía por el jardín del patio trasero.

—Te pusiste nervioso, tu voz comienza a temblar cuando lo haces, me he dado cuenta de eso con el correr de las semanas cada vez que bromeaba contigo... Yo desearía que aprendieras a disimular mejor —rio Leah, mientras entraba a la casa—. En quince minutos estoy lista, nos vemos luego —agregó, antes de cerrar la puerta que daba hacia la cocina.

—Aquí espero —dijo Vlas, cuando sus piernas temblantes dejaron de funcionar y cayó el suelo boca arriba—. Es buena —rio, al notar lo rápido que ella había descubierto lo que sus palabras lo hicieron sentir.

«¿Por qué sentí todo eso? Maldita sea... Ella... ¿Me gusta?», pensó, dejando el tiempo pasar dentro de su cabeza sin siquiera darse cuenta. Sólo permitiendo que Leah formara parte de sus pensamientos... Así... Como lo iba a hacer desde ese momento... Muchas veces más.

 

Horas más tarde...

 

La tarde cesaba cuando ellos volvían a su casa. Con un helado en cada mano y entre risas, el reflejo de una hermosa salida entre dos adolescentes se acentuaba en la temprana noche. Habían caminado hasta la feria de la playa ubicada en la acera de la avenida. Ahí pasaron por una heladería y compraron varios sabores de helados; frutilla, frutas tropicales, crema, chocolate, miel, y tantos otros que hasta se les olvidó la mitad de ellos.

Se sentaron en el malecón y ahí estuvieron horas y horas intentando acabar con todos los helados que compraron. Repletos de comida ambos no podían moverse, las risas no faltaron, pero un cómodo silencio se adueñó del ambiente que los rodeaba cuando el atardecer se alzó en el horizonte, y los ojos de ambos relucieron ante el magnífico color carmesí que en el cielo se formó. Vlas notó que en algún momento de la tarde mientras admiraban el cielo sus manos se unieron y no se separaron de nuevo hasta el final de la noche.

—Fue más divertido de lo que creí —admitió Leah, todavía emocionada, cuando pararon frente a la puerta de la casa.

—Realmente... —asintió Vlas, con su mirada baja.

La pregunta que se había hecho esa tarde todavía seguía ahí, y él sabía que no iba a poder quitársela de su cabeza por un largo tiempo. Al no tener una respuesta concreta a esta no podía actuar... ¿Leah le estaba comenzando a gustar? Sonaba extraño, luego de lo de Zenda no pensó que algo así podía sucederle.

Estuvo cinco meses intentando no relacionarse con nadie, tenía mucho miedo de volver a sentir por alguien lo mismo que sintió por Zenda, por el simple hecho de que no quería volver a sufrir si tales sentimientos desembocaban en lo mismo que desembocaron en el pasado, y todo se terminaba volviendo una tragedia. Pero... ¿Qué podía hacer? Nunca pudo controlar sus sentimientos, y al final le sería imposible no tomarles cariño a esas personas que lo estaban ayudando en su camino.

Lara estuvo con él apoyándolo mientras intentaba reaccionar frente a la revelación de que iba a perder a Zenda, ella lo acompañó en ese momento tan importante y lo aconsejó buscando una forma de que él no sufriera demasiado. Ella ya tenía todo su aprecio, y no era porque ella era esposa de Rhys, ni porque era una hermosa mujer, ni porque le permitió quedarse en su casa y darle ayuda sin siquiera tener un vínculo de sangre que los uniera... Él apreciaba a Lara porque ella lo comprendió y se puso en su lugar, busco su bienestar sin esperar nada a cambio, eso era genuina empatía y eso era algo que él no podía ignorar.

Exactamente lo mismo le estaba sucediendo en ese momento, cuando se percataba que Leah estaba actuando de la misma manera con él. Él no sabía el motivo por el cual ella lo ayudaba, tampoco sabía porque se había vuelto tan cercana a él en tan poco tiempo... Y eso era lo que no podía responder, no podía comprender sus propios sentimientos si antes no comprendía los de ella, pero no iba a hacerlo jamás, porque los suyos eran más importantes... Y ante tal disyuntiva, entonces, ¿Cómo enfrentaría ese dilema?

—Ey... ¿Te sientes bien? —preguntó Leah, notando que Vlas había quedado en un trance por unos segundos.

—Eh sí, perdón, estaba pensando en algo —respondió él, levantando la mirada, en un momento se cruzó con la de ella—. Leah, quería decirte que me sentí muy feliz hoy y también quería agradecerte por haber aceptado mi invitación... Que tú hayas estado ahí me gustó mucho —dijo, mostrando una sonrisa.

Los ojos de Leah lo miraron con resolución, y levemente comenzaron a brillar cuando una sonrisa se dibujó en el rostro de ella también.

—Gracias Vlas —dijo, cuando todo lo que pasó siguiente a eso fue una inmensa sorpresa—. Sigue sonriendo como lo hiciste toda la tarde, ese eres tú... Felicidades por haber conseguido salir adelante aun con todo lo que sucedió en tu vida... Tienes una inmensa voluntad, y eso es admirable... Sigue así, Vlas.

El corazón de Vlas dio un vuelco cuando esas palabras salidas de los labios de Leah se colaron por su oído, y notó un tierno tono de voz dándole compañía.

Antes de decir esas palabras ella había pasado sus brazos por su cuello y se había acercado a él en un fuerte abrazo. Vlas levantó sus brazos con delicadeza, y prudentemente los apoyó en la espalda de la chica, devolviéndole el abrazo.

Así estuvieron unos minutos, él no la quería soltar... Ella tampoco, tan así que ya había apoyado su cabeza en el hombro de Vlas.

—Sin tu ayuda eso no hubiera sucedido... Esas palabras que me dijiste esa noche se quedaron guardadas en mí y no se borrarán por nada del mundo... No sabes lo que hiciste por mí ese día Leah, y no tenía palabras para agradecerte, porque no existen las palabras para agradecer ese gesto... Creo que decir gracias es muy poco, pero... Gracias Leah... Gracias por todo. —Su voz desprendía una inmensa emoción, sintió como el cuerpo de Leah se afianzaba más a él, y su corazón no cesaba los pálpitos a grandes velocidades. Quizás estaba llegando al límite de su propia euforia.

«Mya... Creo que te entiendo ahora», ella pensó.

—De nada Vlas... Siempre que me necesites estaré ahí... Lo haría de nuevo una y mil veces.

 

Minutos después...

 

«Siempre que me necesites estaré ahí». Vaya afirmación.

 Leah había entrado a la casa, y Vlas se quedó afuera, sentado en la acera, pensando qué podría terminar haciendo luego de lo sucedido. Apenas Leah dijo esas palabras se separó de él, y acarició su rostro con una sonrisa encantadora, para luego darse la vuelta y alejarse hacia la puerta no sin antes despedirse de él.

 Vlas podía asegurar que toda esa secuencia no fue tan insustancial como podría parecer. Ella estaba demasiado extasiada con lo que había sucedido, la noche sirvió de encubridora, pero él de todas formas apreció la expresión que ella tenía en su rostro apenas se separó de él... Su rostro estaba ruborizado, y sus ojos tenían un brillo encandilador, no paraba de sonreír incluso antes de cerrar la puerta que los separó, y acabó con el hermoso momento.

 Y ahí estaba Vlas, jugando con algunas piedras que levantó de la calle, y con sólo ella en su cabeza, su pensamiento de esa tarde se trató de un presagio... Leah acababa de dar vuelta todo su mundo.

 —Siempre tuve el pensamiento de que tú no eras alguien perspicaz en cuanto a los sentimientos de las demás personas, y jamás te dabas cuenta de la influencia de estos en cada situación que te rodeaba... Pero hoy dejé de lado esa teoría, tu forma de llevar a cabo esa conversación me sorprendió.

Apenas escuchó esa voz alguien se sentó a su lado.

 —No sé qué me sucedió, Rhys... Es extraño, no quería que se fuera de mi lado. —Seguía con su cabeza invadida por la confusión.

 —Ay... El amor... El amor —dijo Rhys, con un leve canto—. Ella tampoco quería irse de tu lado —aseguró, lanzando una piedra que terminó cayendo por el desagüe de la calle—. Si tan solo hubieran estado unos minutos más abrazados todas tus dudas se hubiesen resuelto... Porque ella no puede fingir, y tú tampoco... Son las personas más honestas que conozco, y probablemente también lo sean con sus sentimientos.

 Vlas lo escuchó y su risa salió automáticamente... ¿Acaso Rhys ya se había olvidado de lo difícil que fue para él ser honesto con sus sentimientos en Remia? Eso le costó días perdidos de pasar con Zenda, le costó mucho sufrimiento, le costó alejarse de Kora y su madre, y dejar dieciséis años de su vida atrás... Jamás podría siquiera llegar a ser honesto con sus sentimientos. Era su mayor defecto.

 —Ojalá... —instó Vlas, lanzándose un poco hacia atrás ayudado por sus manos al apoyarlas en la acera—. Pero no puedo ser honesto con mis sentimientos, Rhys... Si por alguna razón me enamoro de ella, no podría dar nunca el primer paso.

 —¿Y lo de hoy qué fue? —preguntó Rhys, con un tono mordaz que dejó paso a una sonrisa. 

—No lo sé... Un instinto. —Vlas levantó sus hombros levemente—. Me gustó que ella me diera ese abrazo. —Sonrió de tan solo recordar lo que sintió.

—Ser honesto con tus sentimientos no siempre significa demostrárselos a todo el mundo... Ser honesto con tus sentimientos significa aceptar lo que estás sintiendo por más de que no quieras ponerlos a prueba... ¿Tú has aceptado que te gusta Leah?

—Es confuso... Pero quizás sí, puede haber una posibilidad.

—Eso es ser honesto con tus sentimientos, aceptas que puedes llegar a sentir algo por ella... Si hubieras sido otro me habrías dicho: «Para nada» o «¿Estás loco? Jamás me podría gustar ella» —Rhys dijo, cambiando su tono de voz a uno gracioso con esos ejemplos—. Ella no tiene por qué saber que te gusta, pero mientras tú lo sepas y aceptes eso, siempre serás honesto con tus sentimientos.

—Entiendo... De todas maneras, sólo me falta saber si me gusta, ¿No? —preguntó Vlas, riendo.

Rhys estiró sus piernas, y apoyando sus manos en el suelo se impulsó para ponerse de pie. Vlas lo notó pararse a su lado, y levantó su mirada dirigiendo sus ojos hacia su hermano sólo un pequeño espacio siguiente a él.

—Leah Foster —Rhys la nombró en voz baja, casi como si lo hubiera dicho para sí mismo—. Ella es una chica hermosa, carismática, inocente, y demasiado soñadora... Yo la amo, ella es la vida de Lara, y Lara es mi vida... Por lo que mientras ellas estén en mi vida siempre procuraré protegerlas y permitirles que sean felices, así como quiero que tú también seas feliz... Hay muchas maneras de ser felices, quizás que tu felicidad dependa de una persona es algo restrictivo hacia uno mismo, pero no quita el hecho de que pueden ser felices juntos de todas maneras. —Pateó una última piedra y se dio la vuelta, emprendiendo su caminata hacia la puerta de entrada de la casa—. Tú sabrás que es lo mejor para ti, Vlas... Buenas noches —se despidió, y el ruido de la puerta cerrándose detrás de sus pasos avisó a Vlas de que él ya había entrado.

Ya era tarde, la luna estaba en la cima, esa noche había luna llena, una inmensa luna que brillaba demostrando casi un hermoso color dorado que iluminaba la noche. Estrellas acompañaban su presencia, y en lo más alto, justo enfrente de sí mismo... Vlas la vio de nuevo... 

—Buenas noches, mi amor —dijo Vlas, estirando su brazo y cerrando el puño a continuación... Intentando alcanzar esa estrella—. Cuando pueda comprender mis sentimientos te prometo que llegaré a ser feliz... Mientras tanto no te vayas de mi lado, por favor... Tú siempre serás mi más grande inspiración y fuerza de voluntad —añadió, torciendo sus labios en una gran sonrisa... Sonrisa que lo acompañó el resto de la noche... La noche de un día que quería que no terminara jamás.