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Chapter 104 - Amor y Odio

Los gemidos de Helen y Gran se escuchaban sin cesar, llevaba ya un buen rato follando como un par de conejos. Realmente no es que me molestaran, si él estaba feliz, pues yo también, pero la situación se habia vuelto incomoda para mi.

Roja estaba acostada en la misma cama que yo, y a ella si le afectaban los gemidos de nuestro Sir y su novia.

Yo estaba inquieta el olor de Roja me embetunaba la nariz, sus expresiones que ponían por la excitación de los gemidos eran tiernos, ella estaba tan agitada como yo, pero el punto desagradable fue cuando volví a sentir un cosquilleo ahí abajo, los malos recuerdos me invadieron en el acto, algo que normalmente hacia desaparecer el cosquilleo, pero en esta ocasión no se detenía.

-No puedo más, por el amor a Dagda, como es que no se callan, ese par, ¿Lay siempre son así de ruidosos?

-Es la primera vez que escucho a Gran teniendo sexo, pero no es nada que en el burdel no hayamos escuchado Roja.

-Pero en el burdel no teníamos los gemidos proviniendo de al lado tuyo, es casi como si la pared no existiera... ¿Cómo es que estas tan calmada?

Al menos Roja no se habia dado cuenta de que estaba tan excitada como ella, aunque básicamente para lograr que no se note, me estaba apretando la muñeca.

-Tampoco es que tenga nada de malo lo que están haciendo, y Gran después de todo lo que ha hecho se merece esto, solo hay que dormir y dejaremos de escuchar esos sonidos.

La mirada de Roja, me decía que no le gustaba lo que habia dicho.

-Eres muy condescendiente con Gran, Lay, deberías ser un poco más dura con él, una cosa es que seamos sus escuderas, y otra que tengamos que escuchar esto... ya no aguanto más...

-¿Qué no aguantas?...

Roja rápidamente se puso arriba mía, su cara estaba muy roja, tenia unos pequeños lagrimones saliendo de sus ojos, mientras su respiración la llevaba a jadear.

-Amelia... ¿Qué estas haciendo?

-Normalmente me seguiría conteniendo Lay, pero en esta situación no puedo, perdón, llegue a mi limite.

Roja lentamente se acerba a mi rostro, mirarla a los ojos era ver como cierta chispa emanaba entre nosotras, su sonrisa se hacia cada vez más amplia mientras se acercaba.

Ella estaba tan cerca que escuchaba los latidos de su corazón agitado que iba a juego con el mío. Me acaricio lentamente la mejilla, sintiendo la callosidad en sus manos por el uso de la espada.

Una parte de mi quería empujarla lejos, pero la otra quería que siguiera, ambas luchaban fuertemente dentro de mi, hasta que decidí cerrar los ojos, lentamente comencé a sentir los roces de sus labios, todo era suave, casi como un susurro en el amanecer, ella jugaba con mis labios mientras el ritmo de apoco se intensificaba.

Entrelazamos nuestras manos mientras sentía que todo a mi alrededor se desvanecía, dejando solo la calidez de la conexión de Amelia.

Ella deslizo suavemente su lengua dentro de mi boca. Era muy distinto al unico beso que habia dado conscientemente a Gran, ese habia sido algo torpe y raro, pero el de Amelia era cálido, juguetón, donde cada roce de nuestras lenguas provocaba una fuerte descarga en mi.

Amelia soltó una de mis manos, con la que yo sin darme cuenta la abrace por la cintura por debajo del camisón, ella hacia lo propio deslizando su mano por debajo de mi pantalón, pero cuando me di cuenta donde tenia su mano, en el momento que ella introdujo sus dedos dentro de mi, todo se volvio oscuro, todo la calidez que sentía, desapareció de golpe recordando profundamente mis traumas, dejando una fría y horrible sensación en mi, llena de miedo y horror.

-Detente.

De golpe empuje a Amelia tirándola al lado mío, yo inconscientemente miraba a Roja como un enemigo, mirada que ella se habia dado cuenta.

-Lo lamento Lay no quise... me extralimite disculpa, en serio... fui una idiota.

-No vuelvas hacer eso en tu perra vida.

No se con que mirada estaba viendo a Amelia, pero sin duda tenía que reflejar la ira con el horror que sentía, porque ella había comenzado a llorar, lo que hizo darme cuenta en el monstruo que estaba dejando salir, uno que se alimentaba de mi propia cobardía.

Amelia volvio a pedir disculpas nuevamente mientras intentaba hablar por el llanto, ella se dio vuelta se tapo con la única frazada que teníamos, intentaba que no escuchara su llanto, pero era tan inevitable como escuchar los gemidos de compañeros al otro lado de la habitación.

Me comporte como una idiota con Amelia, me sentía mal por lo que le acaba de hacer, sin dejar de tener el miedo en mi cabeza.

Todo era un mar confuso de miedo y sensaciones tormentoso, que me obligo a gritar despacio, golpeando el colchón fuertemente. Mi grito habia alterado un poco más a Roja.

Si tanto mi corazón se aceleraba por estar junto a ella, porque tenia que perseguirme los actos de ese día, si yo no hacia algo, esto iba a seguir siempre en mi. Me quede un largo rato viendo la espalda de Roja, que no paraba de llorar, iba a tocarlo, pero probablemente empeoraría las cosas entre nosotras.

-Roja... el beso, esa parte se sintió muy bien, que digo eso me hizo olvidar todo por uno minutos, pero yo... tengo problemas... creo que siento cosas hacia ti, pero no puedo arrastrarte a lo que soy ahora, y menos pedirte que me esperes a que soluciones mis problemas cuando ni siquiera se si podre hacerlo...

-No tienes que decir nada, ya me lo dejaste en claro. - me respondió cortantemente llorando.

-Créeme se que no lo entiendes, porque no sabes que me sucedió.

-¿Explícate entonces Lay?

Si algo no quería ahora era hablar de ese tema.

-No puedo, ya tengo mucho en mi mente como para hablarlo Roja, eso trae mucho dolor en mi.

Roja habia parado de llorar, aun así seguía cortante y no la culpaba.

-Detente, entiendo que no te guste, solo no sigas con más escusas.

-Es que... tal vez si me gustas, siempre cuando estoy contigo mi corazón se acelera, y mi mente se atonta, pero como te dije no puedo estar contigo, aunque lo quiero.

-Porque no puedes ser más clara... ya no importa, no estoy molesta, solo déjame, entendí lo que tenias que decir. - Dijo Roja enojada.

En un punto los gemidos al fin se habian detenidos, lo que al menos haría que Roja pudiera ir a dormí sin problemas, o eso creí me quede viendo su espalda para darme cuenta que seguía despierta tiritando por el frío.

Yo me apegue a ella, pase mi brazo por debajo de su cuerpo y la abrace.

-¿Qué haces?, no quiero tu lastima Lay.

-No seas así Amelia, no es lastima, simplemente es algo que quiero hacer, como tú hiciste cosas conmigo porque querías hacerla.

Acerque mi mano a la suya para que me la agarrara. Amelia soltó una única carcajada jocosa.

-Que egoísta saliste Lay... me mandas señales muy confusas, al menos eso es un avance supongo.

Ahora fui yo la que no pudo evitar reír un poco, cosa que medio molesto a Amelia.

-Gran me decía lo mismo al inicio, no pense que tuviera razón, quiero volver a decir esto, para que no tengas dudas Roja, pero casi todo lo que me hiciste me encanto, enserio, lo voy recordar con mucho cariño todo excepto la ultima parte. - dije abrazándola con fuerza.

Amelia finalmente tomo mi mano, yo me acerque un poco más a su cuello y le di un tierno beso.

Lo ultimo que le dije, fue un ultimo perdóname por no poder aceptar tus sentimientos, pese a que sentía lo mismo que ella.

El resto de la noche fue tan pacifica como las que solía tener con Gran, estaba preparada para no dormir, incluso estaba aun tan molesta con Helen que no me tome el remedio que me dio, pero por suerte no lo necesite.

Los gemidos de Gran y su pareja se escuchaban sin cesar, era extremadamente molesto, lo quería matar al hijo de perra, mira que hacer sentirme solo, mientras el otro disfruta con su noviecita... juro por mi apellido de Poart que me las pagaras caro Gran... carajo lo peor de todo, es que por mi propia estupidez ahora debo servirle... mierda.

Tuve que Mantener los oídos de Mirian tapados para que no escuchara los incesantes gemidos de la otra habitación, por suerte ella de igual manera se habia habituado un poco por haber estado quedando en la casa de los placeres, pero me molestaba tener que hacer pasar a mi hija por esto nuevamente, además en el burdel, en la zona donde vivía Madam Felia, apenas se escuchaban los gemidos, pero aqui, literalmente los escuchaba fuertemente al lado.

Voy a tener que hablar con este chico... mira que no piense en mi hija el muy desgraciado, sin duda seré duro con él en el entrenamiento.

-Papá, cuando Gran y la curandera pararan de hacer hijos, quiero dormir.

-Si, ya van a terminar, mi niña, queda poco.

Te voy a matar muchacho.