El tiempo no espera, los días se han convertido en semanas y estas a su vez en meses, años y décadas pero sige aquí, custodiando esa enorme estatua con figura de hombre arrodillado, envuelto en cadenas que le retienen todo el cuerpo; de igual modo que han hecho todos sus antepasados desde el principio de los tiempos. Ya se han olvidado de la importancia de su labor; para muchos es un simple guardia y no es así, es el centinela del Titan Del Fuego en su prisión de piedra y acero sagrado. Muchos dieron la vida por encerrar tan vil criatura. Ya todos creen que su historia como la de sus hermanos son simples cuentos para entretener a los niños, pero no es así; y si por cualquier motivo esa cosa se libera la muerte y la desgracia volverá a azotar el mundo. Y él como XXX heredero y susesor de tan importante tarea debe hacer lo posible porque no suceda y de ser así honrar a sus ancestros y darle caza nuevamente.
Su nombre es Rudolf Nüelsm y ha vivido su treinta y cinco años a los pies del titan dormido. Entrenado como un guerrero de élite con técnicas que nadie conoce por su propio padre. Una fortaleza física envidiable, casi nadie la consigue, músculos esculpidos que a rocas se asemejan pero una destreza con la espalda que a la vista maravilla y corta hasta el más grueso escudo.
Al gran guerrero algo le preocupa, y mirando a las nubes se pregunta: '¿Seré el último centinela?'
Acaricia su frondosa barba y mirando al pasado con dolor se dice: 'Mi único hijo y futuro heredero de mi labor ya no está.. si tan solo hubiera encontrado la cura a tiempo..'
Contiene sus lágrimas y regresa a su morada a esperar la partida del Sol. Una noche más, igual que todas es lo que él cree y duerme con tranquilidad; pero no es así, ha llegado la hora.
Es media noche y la paz en la humilde morada de madera y tejas de barro se interrumpe. Un gran temblor le despierta, algo está pasando y no es para nada bueno.
De un salto abandona la cama y corre a medio vestir con su espada en la mano y al salir a la helada noche ve su mayor pesadilla.
Las cadenas que habían resistido por más de tresmil años están hechas pedazos.
"¡No puede ser!" Grita el hombre preocupado y perdido en la sorpresa.
"La profecía era verdad... ellos iban a escapar.."
La ciudad sercana es consumida por las llamas; gritos de agonizantes le añaden melodía a la tragedia. Los edificios se colapsan y como torres el negro humo llega al cielo.
Molesto con tal crimen aprieta sus puños, lleva su espada como cruz al suelo, se arrodilla y con mirada asesina hace un juramento: "Donde quiera que te ocultes yo te voy a encontrar.. Maldito engendro.. vas a pagar por esto.."