Mientras me encontraba al lado del cuerpo de Harry, mi mente fue arrastrada al pasado, a los días en el orfanato donde aprendí a endurecerme y a enfrentar el mundo sin miedo.
**El Orfanato:**
El orfanato siempre me había parecido un lugar sombrío y solitario. Era un edificio viejo, con paredes de ladrillo y ventanas sucias que apenas dejaban pasar la luz. El aire olía a cera de piso y a libros antiguos, una mezcla que se me hizo familiar con el tiempo. Las risas y los llantos de los otros niños resonaban constantemente, creando una cacofonía que me recordaba que nunca estaba realmente solo, aunque siempre me sintiera aislado.
La directora Warren, una mujer de rostro severo pero con una chispa de amabilidad en sus ojos, solía revisar los archivos de todos los niños. La recuerdo hablando con la señorita Hughes, su asistente, sobre mí. Escuché mi nombre en una de esas ocasiones y, curioso, me acerqué lo suficiente para oír.
"Es como si hubiera aparecido de la nada," dijo la directora sobre mí. "No hay información sobre su familia."
Esa conversación se quedó grabada en mi mente. Saber que no tenía raíces, que era un completo misterio, solo aumentaba mi sensación de abandono. Pronto, el rumor de que no tenía familia se esparció entre los demás niños. No tardaron en usarlo contra mí, como si eso de alguna manera hiciera sus propias vidas un poco menos miserables.
**La Biblioteca:**
Me refugiaba en la biblioteca del orfanato siempre que podía. Era mi santuario, un lugar donde podía sumergirme en otros mundos y olvidar, al menos por un rato, la soledad que sentía. Amaba el olor a papel viejo y la luz suave que entraba por las ventanas. Los libros me ofrecían consuelo y sabiduría, enseñándome sobre la fuerza y la resistencia.
Cada vez que salía de la biblioteca, sin embargo, me esperaba otra batalla. Los niños que se saltaban las clases me esperaban, buscando una oportunidad para molestarme. Sabía que solo querían provocarme, pero no podía evitar defenderme. Aprendí a pelear, no porque quisiera, sino porque era la única forma de sobrevivir. Con el tiempo, me gané la reputación de ser alguien a quien no conviene molestar.
**Harry y Yo:**
Harry, el encargado de la limpieza, me observaba desde lejos. Era un hombre robusto, con una mirada amable que contrastaba con su apariencia ruda. Había algo en él que me inspiraba confianza. No me trataba con lástima ni condescendencia, y eso lo hacía diferente a todos los demás adultos que había conocido.
Un día, después de una pelea particularmente difícil, Harry se me acercó mientras me lavaba en el baño. "¿Sabes? Eres bastante fuerte para alguien de tu edad," me dijo, mientras recogía un balde y una fregona.
"Me obligan a serlo," le respondí, con el ceño fruncido.
"Pelear no siempre es la respuesta," me dijo con una sonrisa comprensiva. "A veces, ignorar es la mejor forma de ganar."
Esa fue la primera de muchas conversaciones que tuvimos. Harry me enseñó más de lo que podría haber aprendido solo. Me habló de paciencia y de encontrar fuerza en la calma. Poco a poco, fue convirtiéndose en la figura paterna que nunca había tenido.
Recuerdo el día en que Harry me ofreció una salida del orfanato. Estábamos en el comedor, mientras la lluvia golpeaba suavemente las ventanas. "No es justo lo que pasas aquí," me dijo, su voz llena de convicción.
"¿Qué quieres decir?" le pregunté, sorprendido.
"Estoy pensando en irme de este lugar," me confesó. "Quizás abrir mi propio negocio. Y... bueno, podrías venir conmigo. Viviríamos mejor fuera de aquí."
La oferta me tomó por sorpresa. Nadie antes me había querido lo suficiente como para ofrecerme un futuro. En las semanas que siguieron, Harry trabajó incansablemente para ahorrar el dinero necesario. Finalmente, un día soleado, se presentó con los papeles necesarios para llevarme con él. Al salir del orfanato, miré hacia atrás una última vez, dejando atrás años de soledad y sufrimiento.
**Regreso al Presente:**
Volví al presente, el impacto de mis recuerdos aún resonando en mi mente. Me arrodillé al lado del cuerpo de Harry, abrazándolo con desesperación. Mi rostro estaba congelado en una máscara de incredulidad, pero mis ojos, llenos de lágrimas, traicionaban el tumulto emocional dentro de mí.
Mientras las lágrimas corrían por mis mejillas, sentí que el mundo a mi alrededor se desvanecía. La pérdida de Harry me dejaba vacío, como si un pedazo de mi propio ser hubiera sido arrancado. En medio de mi dolor, una determinación comenzó a formarse en mi interior, impulsada por el sacrificio de Harry y la necesidad de honrar su memoria.
Susurré, con voz rota pero decidida: "Te prometo que viviré, Harry. Viviré por ti."