En la suave penumbra de la sala de estar del modesto departamento en Konoha, Hinoko se esmeraba en distribuir los tazones de comida entre los niños presentes. Con delicadeza, colocaba un tazón frente a cada uno de ellos, asegurándose de que tuvieran suficiente para saciar su hambre. El reconfortante aroma de la comida casera impregnaba el espacio, pero no lograba disipar el opresivo silencio que pesaba en la habitación.— ¿Ramen de nuevo? — Se quejó Eho en voz alta al recibir su tazón. —— Hemos de conformarnos con el ramen por un tiempo. Les ruego que lo acepten sin protestar. — Respondió Hinoko, sin reprenderlo directamente. —Eho, Yuina y los demás niños asintieron en silencio, agradecidos por la comida. Pero la atención de Hinoko se detuvo en Himawari, quien permanecía junto a la ventana, con la mirada perdida en los tejados de la aldea. Sus ojos carecían de expresión, y las ojeras bajo ellos eran evidencia del peso de una promesa importante que había cumplido.— Himawari-chan, aquí tienes tu tazón.Sin embargo, Himawari no reaccionó. Parecía estar absorta en sus propios pensamientos, como si esperara algún milagro en el crepúsculo que se vislumbraba tras la ventana.— Sumire-chan aún no ha llegado. — Reflexionó Hinoko, dirigiendo una mirada cautelosa hacia la puerta. — ¿Qué estará haciendo esa niña? Su presencia es crucial para la misión... Está arriesgándose a ser descubierta.Con cuidado, Hinoko dejó el tazón de comida frente a Himawari, pero la niña no reaccionó. Estaba completamente sumida en su propia melancolía.Eho, Yuina y las demás niñas intercambiaron miradas preocupadas, pero nadie se atrevió a romper el pesado silencio. La tristeza y la incertidumbre se cernían sobre ellos como una sombra, y nadie sabía cómo aliviar la carga emocional que todos compartían.Los ojos de Hinoko recorrieron a cada uno de los niños. Se detuvieron un momento en Himawari, quien contemplaba los tejados de la aldea como si estuviera en otro lugar, ajena a la rutina que la rodeaba.Hinoko conocía a Himawari desde la distancia. Sabía que la niña llevaba consigo el peso de ser la hija del Hokage en esta situación. Aunque apenas era una estudiante de la Academia, tarde o temprano, llegaría el momento en que tendría que enfrentar su destino.La promesa del sello, aquella que los había llevado a todos al pasado, era una carga difícil de comprender para alguien tan joven. Pero Hinoko también sabía que Himawari era más fuerte de lo que aparentaba. Si esa promesa se rompía, no solo Himawari sería obligada a usar un arma.El pacto de sangre era una "Promesa" que habían sellado las aldeas y los portadores del pergamino. Si alguna de las dos partes rompía la promesa, el sello actuaría en su contra. Y Hinoko ya sabía cuál había sido la condición que propuso Konoha.— ¡No podemos retroceder! ¡Es la única opción que tengo ahora!No había pasado ni un mes desde que esas personas habían llegado a Konoha con la intención de quedarse. Hinoko había sido una de las primeras en protestar cuando Shikamaru la llamó personalmente para servir de vigilante.Nunca antes había visto al viejo tan desesperado. Él, que siempre se mantuvo sereno, al margen y severo. Hinoko se había quedado estática ante aquel grito, y de no haber sido por la máscara de Anbu, el asesor del séptimo Hokage habría presenciado su estupefacción.Ella no le temía a nada, y cosas pequeñas no le asustaban. Pero el hecho de que Shikamaru gritara fue una sorpresa verdaderamente inesperada.En ese momento, Hinoko no sabía que esas personas, tan cerca de sus manos, serían las principales responsables del cataclismo. No le importaba si Konoha estaba de acuerdo o no, ni le interesaba proteger a aquellos que le habían causado daño.Ella no se lanzaba directamente tras ellos porque las vidas de esos niños dependían de ese sello. En ese punto, ya no le importaba si estaba viva o no. Sin embargo, no permitiría que ese pergamino fuera descubierto. No quería que otros vieran lo que esos niños habían presenciado. Sabía que, si el pergamino fuera activado nuevamente, el mundo se derrumbaría.El sol del atardecer se deslizaba lentamente bajo el vasto cielo, tiñendo el paisaje de arena con tonos dorados. Cada paso de Mirai y Sara levantaba pequeñas nubes de arena en el árido terreno mientras avanzaban. Una brisa cálida les acariciaba el rostro mientras se adentraban en el vasto desierto.Después de dejar atrás a los habitantes de Rouran, había pasado algo más que media hora, tal vez un poco más, desde que iniciaron su camino. La extensión del desierto parecía interminable, y Mirai comenzaba a cansarse de luchar contra la arena que se acumulaba en sus botas.Sara, con una mezcla de emoción y determinación, trotaba delante de Mirai. Su entusiasmo era evidente mientras buscaba el camino empedrado oculto bajo la arena. Al divisar el camino, aceleró el paso, anticipando su llegada a la aldea.Las enormes paredes de roca, casi como montañas en miniatura, se alzaron ante ellas al dejar atrás la arena. El pavimento estaba mayormente cubierto de tierra, lo que sugería un uso constante de esa ruta.— Entonces, esta es la entrada. — Pensó Mirai, mientras se esforzaba por apreciar cada detalle del nuevo entorno. Las plantas comenzaban a hacer su aparición, marcando el cambio del árido desierto a algo más verde y vivo. —A medida que se acercaban a la entrada principal de la Aldea de las Campanas, Sara ofreció sus primeras explicaciones:— Por lo general, tomamos carretas o camellos para llegar aquí. — Comentó. — Este lugar no es muy conocido y solo aquellos de ciertas regiones del País del Viento llegan hasta aquí.Mirai observó a un grupo de hombres cerca de las puertas de la aldea. Notó que no parecían particularmente amigables y susurró a Sara:— Esos hombres no parecen estar muy contentos de vernos. — Observó Mirai en un susurro, consciente de la tensión que se palpaba en el aire. —Sara, manteniendo la compostura, respondió con serenidad. Aunque conocía parte de la verdad sobre Mirai, comprendía la importancia de mantener un perfil discreto en un lugar desconocido.— Mi nombre es Sara, vengo de Rouran. — Se presentó ante los hombres mientras se aproximaban a las puertas. — Suelo venir aquí para obtener armas y, recientemente, he hecho un pedido.Mirai, decidida a pasar desapercibida, observó con cautela a los hombres. Uno de ellos parecía más relajado que el otro, pero ambos mostraban cierta tensión. En un entorno vinculado a asuntos clandestinos, había esperado un recibimiento diferente.— ¿Tiene algún recibo? — Preguntó uno de los hombres, examinando el documento presentado por Sara. —Mirai optó por mantenerse en silencio, consciente de que su presencia no era bienvenida y prefiriendo evitar llamar la atención.Sin embargo, uno de los hombres, levantando una ceja con curiosidad, dirigió su mirada hacia Mirai y preguntó:— ¿Y tú quién eres? ¿Vienen juntas?La tensión en el aire se volvía palpable mientras los guardias de la entrada escrutaban a Mirai con miradas inquisitivas. Cada segundo se alargaba como si fueran minutos, y la joven ninja sentía cómo la presión aumentaba a su alrededor. El peso de la responsabilidad por la seguridad de sus amigos, que esperaban su regreso, se posaba sobre sus hombros.Sus pensamientos se convertían en una tormenta de ansiedad mientras imaginaba las posibles repercusiones de este interrogatorio. ¿Cómo podría explicar su presencia aquí sin revelar demasiado? ¿Podría confiar en la historia que Sara había ideado para ellos? La desconfianza palpable en las miradas de los guardias la hacía sentir cada vez más acorralada.Justo cuando Mirai comenzaba a sentir que sus nervios estaban a punto de traicionarla, Sara intervino con calma pero firme.— Esta es Mirai-san, una súbdita de Rouran. — Dijo, haciendo un gesto seguro y colocándose entre Mirai y el guardia. — La traje conmigo para adelantarnos a la aldea.Mirai inhaló profundamente, sintiendo un momento de alivio. Sin embargo, el guardia que la había interrogado no parecía del todo convencido y, con un ceño fruncido, persistió en su sospecha.El sudor frío perlaba la frente de Mirai mientras luchaba por mantener la compostura. Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos mientras sopesaba las posibles consecuencias de cada palabra que pudiera pronunciar. Cada respuesta podría alterar el frágil equilibrio en el que se encontraban.Pero justo cuando la tensión parecía alcanzar su punto álgido, el guardia que revisaba el recibo finalmente habló.— Este recibo es del herrero Hayaki-san. — Anunció con un tono de reconocimiento. — Es un herrero veterano que ha estado sirviendo a nuestra aldea durante años.La mirada de Mirai se desplazó del guardia que la había interrogado al que había identificado al herrero. Su corazón seguía latiendo con fuerza, pero ahora por un motivo diferente: el alivio. La explicación de Sara parecía haber surtido efecto, y la tensión comenzaba a disiparse.Con el recibo del herrero Hayaki como su pase de entrada, los guardias se apartaron, permitiendo que Mirai y Sara ingresaran a la aldea. Un suspiro de alivio se escapó de los labios de Mirai, aunque permaneció alerta mientras avanzaban.La aldea de las Campanas se desplegaba ante ellas, y Mirai no pudo evitar notar su modesto tamaño. A diferencia de la majestuosidad y amplitud de Konoha, esta aldea parecía pequeña a primera vista. Unas cincuenta casas se alineaban en filas a ambos lados de un camino central, dejando solo un estrecho sendero para caminar. Era como si hubieran entrado en un rincón olvidado del mundo shinobi.Mirai observó con curiosidad las casas mientras avanzaban. Eran estructuras simples, algunas con techos a dos aguas y otras con tejados planos. A medida que se adentraban más en la aldea, notó que las casas estaban construidas entre las rocas que rodeaban la zona, como si la aldea misma hubiera surgido de la tierra.Al final del camino, se alzaba una estructura imponente que parecía un templo. Para llegar allí, debían ascender por una serie de escaleras que parecían infinitas. La vista desde arriba les ofrecía una panorámica completa de la aldea, y Mirai pudo apreciar su modesta belleza.Sara notó la curiosidad en la mirada de Mirai y comenzó a explicar.— Esta aldea es el hogar de herreros que han dedicado generaciones a su oficio. — Informó Sara mientras avanzaban por las estrechas calles. — Son conocidos por su habilidad en la herrería y la forja. Pero debes tener en cuenta, Mirai, que, aunque haya herreros muy respetables aquí, el hecho de que esta aldea sea relativamente desconocida la convierte en un imán para personas con intenciones no tan nobles.El aire parecía cargado de expectación mientras caminaban. Mirai observaba a las personas en los talleres y bares, preguntándose qué secretos ocultaban estos lugares y qué tipo de individuos habrían sido atraídos a un sitio como este.Sara notó la preocupación en el rostro de Mirai y le ofreció palabras de aliento.— No te preocupes. — Dijo con serenidad, irradiando confianza. — Estaremos bien. Conozco al encargado del "Ocaso". Podemos entrar sin levantar sospechas, pero si lo hacemos o no al solicitar hablar con él... dependerá de ti, Mirai-san.Mirai asintió, aunque con una ligera vacilación en sus ojos. Se sentía incómoda en este lugar desconocido, pero sabía que no había otra opción para obtener información sobre las misiones clandestinas que tan desesperadamente necesitaban.— Entiendo. — Respondió con determinación, aceptando la propuesta de Sara. —A medida que avanzaban, el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, arrojando sombras cada vez más largas sobre las calles estrechas. La aldea de herreros parecía casi desierta a esta hora, y Mirai se preguntó si la mayoría de sus habitantes preferían refugiarse en sus hogares durante la noche.Sara condujo a Mirai hacia un rincón de la aldea, deteniéndose frente a una taberna nocturna. La puerta de madera maciza se abrió revelando a un hombre de aspecto rudo que las observaba con ojos suspicaces. Con una inclinación de cabeza, Sara lo saludó y él las dejó pasar sin hacer más preguntas.El interior de la taberna estaba envuelto en una penumbra sombría. La mayoría de los ocupantes eran hombres que se entregaban a la bebida o participaban en peleas amistosas en algún rincón oscuro. Otros hablaban con mujeres en el mostrador, riendo y bromeando en voz alta.Mirai se sintió fuera de lugar en ese entorno, como si fuera una extranjera en una tierra hostil. Aunque era una ninja, este tipo de ambiente era diferente si se atrevía a entrar como una civil a ojos de todos.Cualquiera que la subestimase y la viera como una niña no dudaría en atacarla, lo que la obligaba a permanecer en el perfil más bajo posible, especialmente considerando que no solo su vida estaba en juego si descubrían sus habilidades ninja.Observó a su alrededor mientras seguía a Sara, notando que las miradas de los presentes ocasionalmente se posaban en ellas. Se preguntó qué pensarían de dos adolescentes forasteras que habían entrado en su santuario de hombres.Sara la guió a través de la multitud, esquivando cuerpos y mesas mientras avanzaban hacia una puerta custodiada por dos mujeres con una apariencia que sugería que eran meseras, pero su mirada tenía un toque de mala fama. Estas mujeres las miraron con ojos afilados mientras se acercaban.— ¿Vienen por el encargado? — Preguntó una de las mujeres, su voz áspera y desafiante. —Sara asintió con confianza.— Sí, venimos a hablar con él. — Respondió. — Es importante.Las mujeres compartieron una mirada antes de abrir la puerta y permitirles el acceso. Mirai siguió a Sara a través de la puerta, sintiendo cómo la tensión en el aire aumentaba a medida que se adentraban en lo desconocido.El estrecho pasillo se extendía ante ellas, la madera crujía bajo sus pies y un penetrante olor a tierra húmeda y alcohol llenaba el aire. Mirai seguía a Sara con pasos rápidos, observando cómo las sombras danzaban en las paredes a medida que avanzaban por el oscuro corredor.Al llegar al final del pasillo, se encontraron frente a una puerta entreabierta que daba paso a una pequeña habitación apenas iluminada por una lámpara de aceite en el rincón.En su interior, un grupo de hombres estaba sentado alrededor de una mesa de madera desgastada, inmersos en un juego de cartas.Sin embargo, lo que más llamó la atención de Mirai fue la abrumadora presencia de chakra en la habitación. Era palpable, casi opresiva, y no había duda de que aquellos hombres eran ninjas, enmarcando un contraste con los habitantes civiles de la aldea.Mirai deseaba fervientemente que su propio chakra se mezclara con el de los hombres, sin ser detectada por ninguno.Sara dirigió su mirada hacia el hombre que estaba de pie junto a la mesa. Era un individuo de aspecto rudo y experimentado, con cabello castaño recogido en una coleta alta y una barba descuidada que rodeaba su rostro curtido.Un parche cubría su ojo derecho, y una cicatriz marcaba su labio superior. A pesar de su apariencia intimidante, su manera de moverse irradiaba una serena confianza. Encendió un cigarrillo antes de acercarse a las recién llegadas.La atención de los hombres se centró en Mirai y Sara, y aunque la atmósfera seguía siendo tensa, la voz del hombre, el supuesto jefe, ordenó calma en la habitación. Y Seguidamente, su voz rasposa las golpeó.— Mi estimada Sara-chan, ¿Puedo saber quién es la nueva visitante?La voz del hombre rudo y experimentado resonó en la habitación, ordenando calma a pesar de la tensión que persistía en el aire. Sus ojos se posaron en Sara, pero pronto se desviaron hacia Mirai. La joven kunoichi se mantuvo firme, sus ojos ocultos detrás de su máscara, pero su postura revelaba su nerviosismo.— Vengo a pedir tu colaboración. — Anunció Sara, presentando a Mirai ante el jefe de la aldea. — Ella es Mirai-san, y está interesada en formar parte de tu personal.— ¿Jo? — Mirai sintió cómo su cuerpo se tensaba aún más, una mezcla de ansiedad y determinación la invadió. — No creo entenderte, Sara-chan... Cuando dices "Personal", ¿te refieres a "mi" personal, o "el" personal?El cigarrillo fue apagado cuando su dueño lo apoyó en el borde de la mesa, muy cerca de las cartas que estaban en uso. Pero nadie pareció haberlo notado. Todos los ojos estaban fijos en la conversación, incluso si las manos de los jugadores continuaban moviéndose en el juego de cartas.— Ambos sabemos a qué nos referimos. — Contraatacó Sara, su voz suave endureciéndose. — No contratas a cualquiera para tu personal.El hombre dejó ver cómo se le levantaba la comisura de los labios.Sara infló el pecho, tratando de aparentar una defensa sólida.— Mirai-san es una ninja... que está interesada en las misiones... clandestinas.La conversación entre Sara y el jefe comenzó, y Mirai pudo sentir la pesadez en cada palabra pronunciada.— ¿Una ninja? — El jefe dirigió su atención hacia la Sarutobi. Mirai sintió un escalofrío recorriendo su espalda ante su mirada. — ¿Qué hace una ninja como tú por estos rumbos?La forma en que sus palabras fueron enunciadas llevaba un tono burlón más que interrogativo.Mirai luchó por mantener su compostura en medio de esa situación. La incertidumbre y la confusión la inundaron, y se encontró atrapada en un dilema sobre cómo interpretar ese comentario. No sabía si tomarlo como una ofensa directa o como una simple curiosidad disfrazada de sarcasmo.— ¡Es muy talentosa! — Defendió Sara con convicción, sus ojos reflejando gratitud. — Nos salvó a mí y a tu negocio.El jefe, aunque aparentemente interesado, no dejó de mostrar una expresión cansada. Su mirada penetrante se clavó en Sara mientras suspiraba lentamente.— ¿Así que te encontraron? — Sus palabras resonaron con una pizca de sorpresa. Observó cómo Sara tragaba saliva, pero decidió ignorar su reacción. Encendió otro cigarrillo con calma, el humo serpenteando alrededor de su rostro. — Te lo advertí. Hacer tratos conmigo no te beneficia en nada. — Pronunció en un tono tranquilo mientras señalaba a Sara con su encendedor. — A todo esto, ¿cómo es eso de que protegió mi negocio? Si no es más que una mocosa.Mirai mantuvo la calma, sin mostrar ningún signo de ofensa, aunque frunció levemente el ceño en respuesta a las palabras del jefe.— Sicarios vinieron por mí, buscando información. — Sara se adelantó para defender a Mirai con determinación. — De no ser por Mirai-san, habrían llegado hasta ti tarde o temprano. Ella tiene habilidades excepcionales, señor. Es de confianza y podría ser una valiosa adición a tu equipo.Sara habló con sinceridad, tratando de persuadir al jefe, mientras Mirai mantenía la mirada fija en el hombre, esperando ansiosamente su respuesta.El jefe, con el humo del cigarrillo flotando a su alrededor, se tomó un momento para pensar. La tensión en la habitación era palpable mientras todos esperaban su respuesta.Finalmente, rompió el silencio con un suspiro y una mirada inexpresiva hacia Mirai.— Lamento decirlo, pero no es posible. — Declinó con firmeza, su voz carecía de emoción. Mirai sintió un nudo en el estómago mientras las esperanzas se desvanecían. —Sara, notablemente ofendida por la negativa del jefe, intervino con rapidez.— ¿Qué? ¿Estás rechazando a Mirai-san después de lo que ha hecho? — Preguntó con indignación. — ¡Ella podría ser una gran adición a tu equipo!El jefe lanzó una mirada gélida a Sara, sus ojos penetrantes evaluando cada palabra.— Sara-chan, no olvides tu lugar aquí. — Advirtió el jefe con un tono autoritario. — Tú y yo tenemos una relación de negocios, y no necesitas involucrar a desconocidos en este asunto.Sara pareció retroceder, pero su mirada permaneció desafiante mientras enfrentaba al jefe.— ¿Vas a rechazarla solo porque no la viste tú mismo? — Preguntó con sarcasmo. — Además, ella me ayudó a mí y a tu negocio. ¡No olvides lo que le debes a mi madre, jefe!La mención de la madre de Sara pareció afectar al jefe de manera significativa. Bajó la mirada por un momento antes de responder.— No lo olvido, Sara-chan. Pero eso no cambia el hecho de que esa chica es una desconocida. Además, tenerla por aquí sería contraproducente, especialmente considerando tu propio estado en el libro bingo del bajo mundo. — Se encogió de hombros con indiferencia. — Le has ayudado mucho, pero no puedo poner en riesgo mi negocio ni tu seguridad por alguien que no conozco. Si de verdad es una ninja, esa mocosa no tardará en apuñalarte por la espalda.— ¡¿Eh?!La expresión en el rostro de Mirai era una mezcla de desesperación y derrota mientras escuchaba la conversación. Sabía que su oportunidad se estaba desvaneciendo rápidamente, y no tenía idea de qué hacer a continuación.Mirai observó con atención a Sara mientras el jefe rechazaba su petición. La expresión en el rostro de su compañera pasó de la indignación a la decepción, y Mirai podía ver cómo se sentía profundamente ofendida por la negativa.Sin embargo, antes de que Mirai pudiera procesar completamente la situación, Sara se volvió hacia ella con una mirada comprensiva en los ojos.— Mirai-san, por favor, no tomes esto como algo personal. — Dijo Sara con voz suave, tratando de consolarla. — Sé que no nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero puedo decir que no eres la clase de persona que el jefe piensa que eres.Mirai se sintió reconfortada por las palabras de Sara, a pesar de la tristeza que aún pesaba en su corazón. Apreciaba el voto de confianza de su nueva amiga y la forma en que la defendía en ese momento.— Gracias, Sara-san. — Respondió Mirai con sinceridad. — Aprecio tu apoyo, de verdad.Sara le sonrió amablemente, pero antes de que pudiera responder, el jefe habló pasivamente desde su rincón.— Más te vale sacarla de aquí, Sara. — Dijo el jefe con una voz fría que cortaba el aire. — Has traído a una completa desconocida a la boca del lobo, y eso podría costarte caro.La tensión en la habitación se hizo palpable, y Mirai sintió que el aire se volvía aún más denso. A pesar de las palabras del jefe, Sara mantuvo su mirada en Mirai con determinación, como si estuviera dispuesta a defenderla contra viento y marea.— No me sacarás de aquí. — Respondió Sara desafiante, inflando su pecho y plantándose frente al imponente hombre que la superaba en casi media vida de altura. — No hasta que escuches lo que Mirai-san tiene qué decir, le debo la vida.— Tus deberes no son mi problema. — Replicó fríamente el hombre. — Ahora sal de mi bar, antes de que tenga que sacarte yo mismo.La discusión se alargó, con Sara insistiendo en la colaboración de Mirai y el jefe resistiéndose a escuchar. Mirai permanecía en silencio, consciente de que su futuro dependía de lo que se decidiera en esa habitación. La tensión crecía a medida que el jefe se mostraba reacio a ceder, mientras que Sara continuaba argumentando con determinación.Cada palabra resonaba en la habitación como un trueno, como si el destino de Mirai estuviera siendo sometido a un intenso escrutinio. Su corazón latía con una mezcla de desesperación y esperanza, mientras su mirada se aferraba al jefe, buscando cualquier indicio de su reacción.Las palabras del jefe retumbaban en su mente, recordándole sus inseguridades. Pero en medio de su lucha interna, emergieron los recuerdos de su viaje con Kakashi-san y Guy-san. Sus enseñanzas, que en un principio parecían triviales, ahora cobraban un nuevo significado. Eran las herramientas que necesitaba para enfrentar situaciones como esta, para sobrevivir en un mundo desconocido.La promesa que había hecho a Shikamaru también se alzaba en su mente como un faro de determinación. Se aferraba a esa promesa con uñas y dientes, sintiendo la presión de sus propias expectativas y las de los demás sobre sus hombros.Mirai sabía que esta era su oportunidad para demostrar su valía, para trascender las dudas del jefe y ganarse su confianza. Cada segundo que pasaba era una prueba, y su mente trabajaba a toda velocidad, buscando las palabras adecuadas para convencerlo.Finalmente, el jefe pronunció su veredicto, negándose a confiar en Mirai. La decepción y la frustración se entrelazaron en su pecho, pero también sintió algo más. Un impulso interno, una determinación inquebrantable que se desataba en medio de la adversidad.Mientras observaba a Sara, Mirai notó cómo su expresión de desesperación se transformaba en algo más profundo. Como si la pasión de Sara hubiera encendido una chispa en su interior. Un destello de algo que había estado latente, esperando el momento adecuado para emerger.En ese trance, sintió las miradas de los otros hombres en la habitación, como luces dispersas en la oscuridad. Recordó a los ninjas más jóvenes que había conocido, aquellos que luchaban con todas sus fuerzas para seguir adelante. Se sintió conectada con ellos de alguna manera, como si compartieran una determinación similar.El eco de las voces en la habitación se mezclaba con sus pensamientos, creando una sinfonía caótica en su mente. Pero entre ese caos, se aferraba a un sentimiento poderoso. La voluntad de demostrar su valía, de trascender las dudas y las incertidumbres.Mirai sintió como si algo en su interior se hubiera despertado, como si estuviera experimentando una transformación en tiempo real. La presión y la expectación eran abrumadoras, pero en medio de esa tormenta emocional, algo se había desencadenado. Una determinación inquebrantable que la impulsaba a superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.No sabía de dónde había salido aquella fuerza; No, si lo sabía, solo que se negaba a postrar su reacción en lo más alto.La fuerza que emergió en Mirai en ese momento pareció surgir de algún rincón profundo de su ser. Era como si una energía que había estado latente finalmente se hubiera manifestado, pero ella se negaba a permitir que se apoderara por completo de su reacción.El cataclismo que había vivido le había enseñado dos lecciones fundamentales: la humildad y la desconfianza. La humildad, como recordatorio constante de que debía seguir adelante a pesar de las dificultades. La desconfianza, como una armadura protectora contra las amenazas tanto externas como internas.No importaba la última palabra que el hombre hubiera pronunciado; Mirai tenía sus prioridades claras, y Sara estaba en el centro de su atención. No deseaba poner en peligro la relación que había forjado con Sara o perturbarla de alguna manera. Sabía que lo que estaba a punto de hacer era necesario por el bien de sus amigos, pero también temía las consecuencias de que Sara, una persona del pasado, se apegara demasiado a su versión actual.Los hombres que observaban la escena se apresuraron a apartar la mesa cuando Mirai saltó hacia el jefe de la taberna. Mientras su mano se sumía en el interior de su capa en busca de algo, Mirai se plantó frente al jefe, su rostro adolescente reflejando desesperación pura.— ¡La Sombra de Ébano! — Gritó con todas sus fuerzas, su voz resonando en la habitación. — ¡Vengo a recomendación de La Sombra de Ébano!El jefe de la taberna quedó petrificado al escuchar esas palabras. El nombre "La Sombra de Ébano" resonó en su mente como un eco del pasado, desencadenando una oleada de recuerdos y emociones que lo dejaron sin habla. Sus ojos se abrieron de par en par, y su expresión de cansancio se transformó en una mezcla de sorpresa y temor.Sara, al ver la reacción del jefe, sintió una punzada de duda. Mirai le había mencionado ese nombre antes, pero no sabía que el jefe tenía algún conocimiento relacionado con él. Una mirada inquisitiva se cruzó entre ellas, mientras el jefe permanecía en silencio, procesando la información.Los otros hombres en la habitación también quedaron inmóviles, sus acciones suspendidas en el aire. El jefe había levantado una mano en señal de detención, indicándoles que no tomaran ninguna medida precipitada. El ambiente estaba cargado de tensión, como si el mero mencionar de ese nombre hubiera congelado el tiempo en la taberna.Mirai, con una mezcla de desesperación y valentía, sacó algo de su capa. Sus manos temblaban ligeramente mientras revelaba una diadema ninja. El metal brillante y la goma negra de la diadema parecían cuidadosamente mantenidos, a pesar de los rasguños evidentes que marcaban su superficie. En el centro de la diadema, el símbolo de Konoha resplandecía con orgullo.El símbolo de Konoha grabado en la placa metálica era claramente visible, y dejaba en claro la procedencia de Mirai. La joven Kunoichi tenía una expresión de desesperación en su rostro, luchando por mantener su compostura mientras su voz resonaba en la habitación.— ¡Soy una Ninja de Konoha! — Exclamó con voz temblorosa. — ¡Una Chunin!Sara quedó estupefacta ante las palabras de Mirai. Su sorpresa se reflejaba en su mirada, sus ojos abiertos como platos mientras repetía en voz baja las palabras de Mirai. No tenía idea de que la joven a su lado fuera una ninja de una aldea oculta. Había sido engañada por la historia que Mirai le había contado.No había ninguna aldea cerca del país del fuego; Tampoco había sido destruida ni hecha pedazos. Nada de eso era verdad.Sara era la Reina de un lugar que solo existía en recuerdos. Pero no vivió ajena al mundo que la rodeaba.Conocía más o menos la historia de los Ninjas, gracias a los escritos de su madre y abuela, como también porque le tocó la fortuna de tratar con Ninjas medianamente de cerca cuando era más pequeña.Por lo tanto, sabía sobre los Ninjas Renegados.Y bien sabía que este tipo de misiones no eran permitidas si el Ninja en cuestión provenía de una aldea oculta que respaldase su identidad. Sara había facilitado a un renegado a cometer algo ilegal.La atención del jefe se centró en la diadema y en Mirai. Sus ojos se ensancharon mientras observaba el emblema de Konoha, una aldea que seguramente conocía bien. Mientras Sara se cuestionaba en voz alta sobre la autenticidad de las palabras de Mirai, el jefe pareció notar algo en la vestimenta de la joven. Un destello de reconocimiento cruzó su mirada, y un gesto indecible se formó en su rostro.El jefe, sin decir una palabra, hizo un ademán con la mano, indicando a sus hombres que salieran de la habitación. Los hombres obedecieron sin cuestionar, dejando a Mirai, Sara y el jefe en un tenso silencio. El jefe permaneció en su lugar, con la mirada fija en Mirai, como si estuviera tratando de descifrar algo en ella. El ambiente estaba cargado de incertidumbre, como si el destino de Mirai se estuviera decidiendo en ese momento.La tensión en la habitación era palpable. Mirai se encontraba en medio de un silencio abrumador, atrapada entre la mirada estupefacta de Sara y el escrutinio del jefe, cuyos ojos aún seguían fijos en la diadema de Konoha. La atmósfera parecía estar en suspenso, como si el destino de Mirai dependiera de las próximas palabras que pronunciara.— No soy ninguna mocosa. — Las palabras de Mirai brotaron de sus labios, su voz temblando ligeramente por la tensión que inundaba la habitación. — Necesitas a un ninja de verdad, ¿cierto? ¡Yo tengo experiencia!Mientras hablaba, Mirai se movía con determinación, tratando de mostrar al jefe que era una profesional en su campo. Cada gesto, cada mirada, estaba cargada de la urgencia de la situación. El jefe, por su parte, apagó su cigarrillo en un cenicero y se dirigió con pasos lentos hacia su escritorio al otro lado de la pequeña habitación. Sus movimientos eran deliberados, como si estuviera considerando seriamente las palabras de Mirai.— ¡No lo hago por mí! — Mirai continuó apresuradamente cuando notó la expresión de sorpresa en el rostro de Sara. Sin embargo, evitó el contacto visual con su nueva amiga y volvió a centrar su atención en el jefe. — ¡Hay niños involucrados! Ellos también son ninjas, y estamos siendo buscados por gente peligrosa. No tenemos intención de relacionarnos más con Konoha. ¡Tienes mi palabra... de que nada de lo que vi o escuché hoy, saldrá alguna vez!La habitación parecía más pequeña de repente, como si las paredes estuvieran cerrándose sobre ellos. Mirai sintió que el peso de su promesa pesaba sobre sus hombros, pero estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para asegurar la seguridad de los jóvenes ninjas que había encontrado en su camino. La decisión estaba en manos del jefe, y la incertidumbre llenó el aire mientras esperaban su respuesta.Mirai se sentía abrumada por la magnitud de la situación. Cada latido de su corazón resonaba en sus oídos como un tambor insistente, marcando el ritmo acelerado de sus emociones. La habitación, antes tan pequeña, parecía estrecharse aún más a su alrededor, como si las paredes se cerraran sobre ella, aumentando la presión en su pecho.El sonido del papel crujía en el aire cuando el jefe revolvía algo en su escritorio. Cada movimiento del hombre era seguido por Mirai con una atención intensa, como si el destino de todos los involucrados dependiera de lo que estaba a punto de emerger de aquel escritorio. El aroma persistente del cigarrillo apagado se mezclaba con los latidos de su propio corazón, creando una sensación de asfixia en la habitación.Mirai sabía que este era un punto crucial en su vida, una encrucijada que podía cambiarlo todo. Estaba decidida a hacer lo que fuera necesario para proteger a los niños y mantener a salvo su pasado, pero la incertidumbre la envolvía como una manta pesada.— Sara, no deberías...Mirai comenzó a decir, pero sus palabras fueron truncadas por la interrupción del jefe. Sus ojos se posaron en el hombre que lideraba aquel lugar, una mirada llena de dudas y preocupación. No sabía cómo manejar la situación ni cómo presentarse ante él de manera coherente.— ¿De quién se trata? — La voz del jefe resonó con una autoridad que la hizo estremecer. —Mirai sintió cómo la presión se incrementaba, como si la atmósfera misma de la habitación se volviera densa. Su agarre en la diadema se apretó contra su pecho, como si este simple gesto pudiera darle un poco más de seguridad.El jefe movió algunos papeles en su escritorio, buscando algo específico. Después, sacó un sobre y lo lanzó con un movimiento brusco. El sobre aterrizó a los pies de Mirai, y ella observó cómo se desplegaban las fotografías frente a sus ojos. Cada imagen era como un golpe directo a su corazón, llenándola de una mezcla de miedo y ansiedad.Con pasos vacilantes, Mirai se agachó para recoger el sobre, sintiendo cómo su corazón latía desbocado en su pecho. Con manos temblorosas, abrió el sobre y observó el contenido. Las fotografías, los documentos y las identificaciones de diferentes ninjas saltaron a su vista. Cada imagen estaba acompañada de descripciones detalladas: técnicas, edades, aldeas de origen. Y lo que más impactó a Mirai fue la similitud entre esos ninjas y ella misma.Eran jóvenes, al igual que ella. Varios de ellos llevaban el chaleco Chunin, exactamente igual al que ella tenía debajo de su capa. Variando meramente en los tonos de colores y diademas.El reconocimiento se apoderó de su mente como un relámpago. Mirai sabía exactamente por qué esos chalecos eran tan familiares, por qué la perturbaban tanto. Eran los mismos que los que habían acompañado su infancia, los mismos que habían forjado su determinación y su promesa.Mirai elevó la mirada lentamente, encontrando los ojos del jefe clavados en ella. No había duda de que él también había notado la conexión. Mirai se sentía atrapada en una jaula de emociones abrumadoras. Miedo, confusión, vergüenza. ¿Cómo podía él saberlo? ¿Cómo podía haber descubierto su secreto más profundo?El jefe la observaba con intensidad, y Mirai sentía como si estuviera siendo escudriñada en su totalidad. Era como si él hubiera visto a través de su capa protectora, como si hubiera penetrado en su alma y desenterrado sus más oscuros recuerdos. Sus manos apretaban la diadema contra su pecho, como si este simple acto pudiera protegerla de la mirada del jefe.Un escalofrío recorrió su espalda mientras el silencio llenaba la habitación. Nadie más podía entender el significado detrás de esos chalecos Chunin. Nadie, excepto Mirai. Y ahora, parecía que el jefe también había llegado a una conclusión similar.El miedo la invadió, un temor que iba más allá de la posibilidad de ser descubierta como ninja de una Konoha del futuro. Era el miedo de que alguien finalmente hubiera encontrado la conexión entre su pasado y su presente, y eso la dejaba vulnerable y expuesta de una manera que creía no estaba preparada para enfrentar.— ¿Qué es eso? — Sara preguntó, su voz llena de desesperación y confusión. Sus ojos iban de Mirai al jefe, buscando respuestas que parecían evadirla constantemente. — La situación se le escapaba de las manos, y la incertidumbre le pesaba como una losa en el pecho.El jefe se aproximó lentamente a Mirai mientras hablaba, sus palabras resonando en la pequeña habitación. Cada paso que daba alrededor de la joven hacía eco en la atmósfera tensa. Mirai se encontraba atónita, sosteniendo los papeles en su mano temblorosa, su mirada perdida en el infinito. La intensidad de la situación la había dejado paralizada, y el sudor frío perlaba su frente mientras luchaba por controlar su respiración.— He estado recibiendo solicitudes a montones en dos días. — El jefe continuó, su voz firme mientras se acercaba más a Mirai. — Las otras sedes, nuestros aliados, no dejan de enviarme información sobre ninjas que se declaran renegados o simplemente se niegan a dar su ubicación exacta. Ninguno ofrece más explicaciones. Nosotros no somos una guardería, no nos interesa lo que les suceda siempre y cuando cumplan con sus misiones. Pero aquí viene lo interesante... — El jefe se inclinó ligeramente hacia Mirai, su rostro ahora a centímetros del de ella. — Son los clientes quienes ofrecen grandes sumas de dinero como recompensa, y nosotros nos llevamos un porcentaje importante de esa recompensa cuando la misión se cumple. Imagina mi sorpresa al darme cuenta de que muchos de los niños en esa lista también figuran como objetivos a ser eliminados por un cliente desconocido.Mirai luchaba por mantenerse firme, sintiendo cómo su mundo se tambaleaba a su alrededor. Sus pensamientos se volvían un caos mientras procesaba la gravedad de la situación. Aquellos jóvenes ninjas, como ella, habían sido marcados para ser asesinados, y la existencia misma de la lista era un indicio de que algo mucho más oscuro estaba en juego.Pero antes de que pudiera comprender completamente la magnitud de la situación, el hombre de apariencia amenazante volvió a dirigirse a ella. Esta vez, enfatizando más su visión en dirección a sus ojos rojos.Mirai no le daría el gusto. Estaba centrándose más en no sudar como para regresarle la mirada. Incluso podía sentir la de Sara taladrando su frente, pero no se merecía mirarla a los ojos.No cuando su mentira ya había sido sacada a la luz.El jefe pronunció las palabras "La Sombra de Ébano" en voz baja, casi como si las escupiera con cuidado para que solo Sara pudiera escucharlo claramente. Mirai sintió un nudo en la garganta mientras observaba cómo el hombre reaccionaba a ese nombre. Sus ojos se encontraron brevemente con los del jefe, y aunque Mirai intentaba mantener su firmeza, la ansiedad se reflejaba en su mirada.El jefe notó la inquietud en los ojos de Mirai, pero no cambió su expresión. Después de suspirar y mirar hacia un lado por un momento, continuó hablando.— No sé cómo conoces a La Sombra de Ébano, pero si realmente vienes de su parte... algo oscuro está en juego. Cosas extrañas suelen ocurrir cuando esa persona está cerca, pero esto... — El jefe dejó la frase sin terminar, dejando que la tensión en la habitación hablara por sí misma. —Mirai tragó con dificultad, sus ojos aún fijos en los del jefe. Aunque su mirada se calmó un poco, la ansiedad seguía presente en sus rasgos.— Me estaban pidiendo permiso para acabar con ellos. — Continuó el jefe, y Mirai dio un respingo involuntario al escuchar esas palabras. — No es nuestro problema quién vive y quién muere. Cualquiera puede unirse bajo las condiciones del contratista, y eso está en manos del personal y del Libro Bingo.La palidez se apoderó del rostro de Mirai mientras procesaba la última parte de la conversación. Sabía lo que era el Libro Bingo, pero desconocía en qué contexto se encontraba ahora en manos de la comunidad clandestina.— ¿Libro... Bingo? — Preguntó Mirai con voz apenas audible. —El jefe asintió lentamente, su mirada fija en la joven ninja.— Las condiciones para ser parte del personal es que comprendas que no es nuestro problema si apareces en el Libro Bingo. — Explicó el jefe con calma. —El miedo se apoderó de Mirai mientras comprendía las implicaciones de esas palabras. Sabía que la clandestinidad tenía sus propias reglas, pero en su caso, no solo la afectaría a ella, sino también a sus amigos y compañeros del futuro que habían llegado junto con ella. Era un vínculo que compartían, y ahora estaban atrapados en una situación peligrosa juntos.Mirai cerró los ojos por un momento, recordando los rostros de los jóvenes ninjas que habían venido del mismo futuro que ella. Todos estaban pasando por lo mismo, todos habían recurrido a la misma idea de unirse a la comunidad clandestina para sobrevivir en este mundo desconocido.Por casualidad, su mirada se posó en una de las identificaciones en los papeles que había sobre el escritorio del jefe. El rostro de un joven estaba tachado con un marcador y la palabra "ELIMINADO" estaba escrita en letras grandes. Un escalofrío recorrió la espalda de Mirai, y una oleada de náusea y pavor la invadió.A pesar de su miedo, Mirai se negó a esconderse. No se sentía como una heroína, sino más bien como alguien que estaba luchando por cumplir una promesa hecha en otro tiempo. Aunque su corazón latía con ansiedad, estaba decidida a seguir adelante, incluso si eso significaba enfrentar las consecuencias de la clandestinidad.Sin embargo, tomar esa decisión solo dejaba una posibilidad abierta en su mente.— Los chicos. — Susurró para sí misma, dejando que los rostros de los Genin y los jóvenes Chunin, junto con la imagen de la gran Anciana, ocuparan su pensamiento. — Si me uno a esta causa... debo enfrentar la posibilidad de que quien sea que esté colocando precios sobre nuestras cabezas, también lo haga sobre la mía. Sobre la de todos nosotros.Las palabras resonaron en su mente, las mismas palabras que había escuchado de uno de sus atacantes. "¡Son una Anomalía!", habían exclamado mientras Sarada era tomada como rehén y luego rescatada por los seguidores de la Gran Anciana. Mirai abrió los ojos de repente, concentrándose en esa posibilidad que antes había pasado por alto.— Sabían cómo eran nuestros uniformes Chunin — Recordó en su cabeza, moviendo los labios sin decir nada, como si al hacerlo, pudiera analizarlo mejor. — Y en ese momento, ni siquiera habíamos pasado dos días en este lugar.Los recuerdos llovieron sobre ella como una cascada, amenazando con abrumarla. Recordó cómo había contraatacado a esos ninjas, pero antes de eso, los detalles se volvían borrosos.No recordaba qué había sucedido momentos antes del cataclismo, solo recordaba cómo había terminado en el escondite y cómo Tanaka-san había aparecido para advertirle de "Los Miembros Del Culto", o como ella los llamaba; 'La Familia Del Pergamino'.Esas palabras, revolotearon en su mente como una mariposa, y con ellas, llegó una conclusión. Una que parecía encajar con todas las piezas de este desconcertante rompecabezas.— No hay duda... — Murmuró Mirai para sí misma, una chispa de entendimiento iluminando sus ojos. — La persona que está ofreciendo estas recompensas, también son exiliados del tiempo. Saben demasiado, conocen nuestra procedencia y nuestras identidades. No es una coincidencia que hayan sabido sobre los uniformes y las posiciones de los Chunin... Saben más de lo que deberían.La idea se afianzó en su mente como una verdad inquebrantable. No podía ser una simple casualidad. Alguien, o quizás un grupo, que también había sido arrastrado desde su tiempo, estaba detrás de todo esto. Las implicaciones eran vastas y aterradoras, pero Mirai sabía que no podía huir de ellas.Tanaka-san le había hablado de Personas; Personas que se veían capaces de traicionar al Hokage, y que otras aldeas estaban Involucradas con Permitir que ese tipo de gente se relacionara con sus Ninjas.— Ahora todo es más claro...El hombre de apariencia ruda, con su imponente altura y músculos marcados, observaba con atención mientras Mirai parecía perderse en sus propios pensamientos. Su rostro formó una ligera mueca, una expresión de desconcierto ante el comportamiento de la joven. Sin saber exactamente por qué Mirai se comportaba de esa manera, levantó una mano en señal de detención cuando Sara se disponía a acercarse a ella, silenciando cualquier intento de intervención.Después de un momento de reflexión, el hombre finalmente rompió el silencio, metiendo la mano en su chaqueta antes de hablar. Su voz, áspera y cargada de oscuridad, se dirigió a Mirai, quien lentamente volvía a la realidad.— No haré más preguntas, solo por respeto a La Sombra de Ébano. — Dijo con un tono serio. Luego continuó, ofreciendo detalles sobre la tarea que tenía para Mirai. — Aquí tienes un pedido reciente. Es bastante sencillo. Si eres capaz de completarlo, lleva los objetos solicitados al punto de encuentro indicado en la nota.Mirai asintió, tomando el papel que le ofrecía con cuidado, luchando para no hacer caer los otros documentos que el hombre le había dado hace minutos atrás. El hombre frunció el ceño ante su aparente torpeza y, en un tono áspero, añadió:— Repetiré esto una vez más: solo por respeto. Pronto tu nombre aparecerá en la lista del personal, lo que te permitirá llevar a cabo entregas futuras, pero también asumirás tus propios riesgos. Ahora, fuera de mi vista.Las palabras del hombre resonaron en los oídos de Mirai, y sintió una mezcla de ansiedad y temor. Sabía que estaba ingresando en un mundo peligroso y desconocido, pero también entendía que no tenía otra opción. A regañadientes, salió de la taberna.Una vez fuera, caminó cabizbaja, apresurada y decepcionada consigo misma. Sara la siguió corriendo, preocupada por la joven ninja, pero Mirai parecía estar inmersa en sus pensamientos y preocupaciones, sin levantar la mirada del suelo mientras avanzaba por las sombrías calles de la misteriosa aldea de las campanas.Mirai caminaba cabizbaja y apresurada, sus manos apretando con fuerza el papel que sostenía. El sol había cedido su lugar a las sombras de la noche, y las antorchas de la aldea se encendían, arrojando una luz parpadeante y ominosa sobre las calles. En su intento por detenerla, Sara llamó su nombre agitadamente:— ¡Mirai-san, espera!Sara luchó por alcanzarla, exhausta, hasta que finalmente logró detenerla cuando Mirai se detuvo. La joven ninja se giró hacia Sara, pero su rostro permanecía inexpresivo, como si estuviera en un estado de calma superficial.Con evidente cansancio, Sara habló entre jadeos:— ¡Mirai-san, tú...! — Intentó comprender lo sucedido. — ¡¿Qué fue todo eso?! ¡¿Cómo puedes ser una Ninja Renegada?!Una tensión palpable llenó el aire, aunque el rostro de Mirai no mostraba emoción alguna. Sara estaba sedienta de explicaciones, pero Mirai parecía reacia a ofrecerlas.— ¡¿Qué hiciste?! — Exclamó Sara, su voz llena de desesperación. Pero la inexpresividad de Mirai la dejó sin palabras. —En medio de ese momento tenso, Mirai miró a Sara y vio su propio reflejo en ella, recordándose a sí misma apenas unos días atrás. Cuando el cataclismo había sacudido su mundo, había recurrido a Tanaka-san en busca de respuestas, solo para ser dejada con más preguntas. Recordaba la sensación de abandono cuando Tanaka-san había optado por mantenerla en la oscuridad por su propio bien, y ahora entendía el porqué.Cerrando los ojos por un instante, Mirai habló con una voz inexpresiva:— Agradezco profundamente su ayuda, Sara-sama. Ha sido un honor poder rescatarla y compartir su compañía. — Hizo una reverencia formal, pero había un frío distanciamiento en su actitud. — Lamento que mi engaño haya causado perturbación.Sara quedó atónita ante la excesiva formalidad y la falta de emoción en las palabras de Mirai.— ¡¿Mirai-sa...? — Sara trató de protestar, pero Mirai la interrumpió, su tono imperturbable. —— En fin. — Al levantarse de la reverencia, Mirai notó cómo el brillo en sus ojos, el mismo brillo que había mostrado cuando se conocieron, comenzaba a desvanecerse. — Le aseguro que mis intenciones no son maliciosas. Estaré allí para protegerla si alguna amenaza se cierne sobre usted. Sin embargo, creo que lo más seguro es que nos tratemos como desconocidas de ahora en adelante.Sara exclamó un "¡Espera!" mientras intentaba tomar a Mirai por el brazo, pero la joven saltó con agilidad de tejado en tejado, alejándose rápidamente. Sara quedó en el suelo, se reincorporó con un dolor emocional melancólico. Mientras observaba el cielo vacío, se preguntó:— ¿Quién eres realmente... Mirai?Mirai corría por el desierto nocturno con la agilidad de un ninja experimentado. Cada paso era rápido y preciso, y a pesar de la fatiga que comenzaba a invadir sus piernas, no se permitía detenerse.Cada zancada era como un intento de desahogarse, una liberación de las emociones que la habían inundado en la taberna. Su mirada estaba fija en el suelo, como si tratara de encontrar respuestas en la arena que se desvanecía bajo sus pies. El desierto estaba bañado por la luz plateada de la luna, sus destellos creaban sombras alargadas que danzaban a su alrededor mientras corría.Entre los latidos apresurados de su corazón, los recuerdos emergieron como fantasmas en su mente:— Nunca dejarás de ser su hija. Tu padre y tú tienen una conexión especial, lo sé. — La voz de Shikamaru-sensei resonó, llevándola de regreso a la tumba de su padre en Konoha. —— Siempre tienes un lugar al cual regresar en Konoha. — Las palabras reconfortantes de su madre la envolvieron cuando la había encontrado perdida en el bosque. —— ¡Asciendes a Chunin, qué emoción! — El rostro de TenTen, llena de orgullo y felicidad, mientras le entregaba un juego completo de Shurikens para celebrar su ascenso. —Estos recuerdos, tan vívidos y llenos de calidez, la atormentaban mientras seguía corriendo. Mirai comenzó a disminuir la velocidad, sus pasos más lentos mientras el peso de sus emociones la alcanzaba. Finalmente, se arrodilló en la arena, su respiración agitada mientras sacaba el papel con la nota de la misión que debía cumplir.Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y su pecho se apretó con un dolor profundo y melancólico. Las imágenes de Sara y sus palabras resonaron en su mente:— ¡¿Qué hiciste?! — Sara había preguntado con desesperación, su voz resonando como un eco de su propia inseguridad. —Mirai se encontró paralizada por el paralelismo con las conversaciones que solía tener con su primo. Recordó cómo discutían sobre los ninjas renegados, cómo los consideraban cobardes que usaban las habilidades y técnicas de sus aldeas para su propio beneficio. Ahora, se preguntaba si no estaba haciendo lo mismo.Mientras comía junto con el Ino-Shika-Chou y sus familias, o preparaba las cenas con su madre, incluso en sus días libres, nunca dejaba de pensar en ello. Todo porque su padre había sido eliminado por un ninja que se dedicaba a usar técnicas inhumanas para su beneficio.Mostrar su diadema a un hombre que se dedicaba a la clandestinidad shinobi... ¿No era rebajar a su aldea a ese nivel? ¿Fue correcto hacerlo, incluso cuando la Gran Anciana le había recomendado encarecidamente que no revelara de dónde provenía?El coraje y la impotencia la habían consumido por completo, y no había pensado en las consecuencias.Mientras jadeaba, la imagen del Séptimo Hokage, Uzumaki Naruto, apareció como una luz en su cabeza.La escena en la que él le entregaba el chaleco Chunin con una sonrisa brillante resonó en su mente como un eco esperanzador. "¡Espero contar con tu apoyo durante toda tu trayectoria, Tebayo!"Mirai finalmente cayó de rodillas en la arena, sus codos apoyados en ella mientras tomaba bocanadas de aire entre sollozos. Las lágrimas fluían libremente por sus mejillas mientras sus emociones encontraban su escape.— Será un placer, Hokage-sama...