Estando en casa no podía dejar de mirar el reloj, el tiempo parecía no avanzar y mi nerviosismo aumentaba cada vez que revisaba la hora. Me moría de miedo y al mismo tiempo quería que ya fuesen las 8 para poder ver si Fabiola se reunía con el padre de Kathe, y si era así quería escuchar de lo que hablarían.
Marceline me llamó, la conversación no duró mucho, creo que se dio cuenta que le ocultaba algo pero no pregunto directamente, después de asegurarle que todo estaba bien colgué. El sol se ocultó y me di cuenta de que todo lo que estaba planeando sería ejecutado en la oscuridad, ni siquiera lo había pensado, estaba tan distraída que no me había dado cuenta de que la oscuridad aparecería y además de hacerme un favor ocultándome, también sería mi enemiga, no era seguro caminar por las calles oscuras para una chica, y menos cuando había un asesino del cual no estaba segura si estaba siguiendo o por el contrario, él me seguía a mi y solo estaba yendo detrás de mi propia cola.
Sin pensarlo mucho salí de casa antes de las 8 gritándole a mi madre que iría a la tienda y que volvería en un par de minutos, caminé por las calles mas transitadas todo lo que pude, cuando solo quedaban un par de cuadras para llegar a los apartamentos donde vivía Fabiola, miré mi teléfono para ver la hora.
7:47 PM
2 mensajes de Darío.
La oscuridad de la calle que era atenuada por un poste de luz a la distancia me hacia pensar en todas las cosas malas que me podrían ocurrir, aun así no tenía otra opción, si quería descubrir que papel jugaba Fabiola Alcázar en el asesinato de mi amiga tenía que quedarme a ver. Estaba mas alerta que nunca y mi mirada viajaba de un lado a otro registrando cualquier movimiento en la calle poco transitada.
Encendí mi teléfono de nuevo, 7:49 PM y un mensaje mas de Darío, ¿acaso el tiempo transcurría mas lento solo para burlarse de mi?, ¿que era lo que decían los mensajes de Darío? no tenía idea, no quería ni leerlos, eso solo me pondría mas nerviosa de lo que ya estaba, además de que me distraerían por completo, ya había decidido no contestarle, pero si no hacía algo me volvería loca en medio de la peligrosa oscuridad que me rodeaba, y ese algo fue poner el número de Darío en marcador rápido, tal vez no tendría la oportunidad de llamarle si algo ocurría, pero al menos esa acción me ayudaba a tranquilizarme un poco.
Los minutos pasaron lentamente y por fin eran las 8, para mi mala suerte la cita de Fabiola era impuntual, ahora tendría que esperar mas en la incertidumbre que me causaba estar enfrente del apartamento donde Fabiola vivía.
Apenas mis pensamientos se habían dirigido al área de sinónimos de malas palabras para la persona que se reuniría con Fabiola, un auto con las luces bajas se estacionó a un par de coches de donde yo estaba, me agaché lo mas rápido que pude y traté de ocultarme tras un auto, el recién llegado apagó el auto y una luz se encendió dentro de su auto, definitivamente era luz emitida por un teléfono ya que no era muy fuerte y no podía distinguir a la persona.
La luz no duró mucho tiempo prendida y casi al instante de que la persona en el auto la apagara Fabiola apareció en la escena, no pude verla con claridad, pero era innegable que era Fabiola, subió al auto y gracias al poste de la luz que estaba a sus espaldas podía ver sus siluetas interactuando, el hombre, porque era mas que obvio que era un hombre, trató de besar a Fabiola pero ésta lo evitó contundente, parecía estar tan enojada como lo estaba al teléfono.
Ya que no podía escuchar nada caminé a cuclillas para estar mas cerca, como pato. Aun no podía escuchar nada y eso me estaba desanimando por completo.
De repente una mano tapó mi boca y al instante sentí como caía contra el pecho de alguien.
—Soy yo, Darío —mi corazón volvió a latir, su voz me tranquilizó al instante.
Darío quitó su mano de mi boca, me dí la vuelta lentamente aun en cuclillas, estuve a punto de gritarle cuando él tomó mi rostro con sus manos y me acerco a sus labios para besarme, para nada me esperaba eso, pero no me iba a quejar. Sus labios cálidos no se detuvieron en un simple beso, de repente ya estaba jadeando y mis manos habían aterrizado en sus brazos para darme estabilidad.
La luz de un auto pasando a un par de metros de mi me hicieron despegarme de Darío, miré hacia atrás solo para darme cuenta de que Fabiola y su acompañante ya se habían ido.
—¡Maldita sea! —grité levantándome de golpe— ¿Y ahora como hago para encontrarlos?
—Alexis, no vas a ir detrás de ellos —aseguró Darío detrás de mi, lo que me recordó que gracias a él los había perdido de vista.
—¡Tú! —vociferé mientras los señalaba con un dedo— ¡Gracias a ti me perdí de la oportunidad de saber que era de lo que tenían que hablar esos dos acerca de la muerte de Kathe!
—¡Y tu eres tan terca! Te dije que no te pusieras en situaciones peligrosas, pero no me haces caso, cualquier degenerado pudo pasar por esta calle, asesinarte y violarte, no precisamente en ese orden, pero lo pudo haber hecho y nadie te hubiera podido ayudar —la cara de enojado que tenía Darío me daba miedo pero al mismo tiempo me gustaba, los fetiches raros se prestaban con este hombre, aun así puse la mejor cara de "no me asustas" que tenía y le contesté.
—Lo siento, pero era necesario para saber que tenían que ver esos dos en la muerte de Kathe, además, ¿como me encontraste? —traté de cambiar de tema.
—Kaori hizo su trabajo y solo fui detrás del señor Márquez, sabía que estarías persiguiéndolo —mis dudas se confirmaron con respecto a la identidad del acompañante de esta noche de Fabiola, pero también surgieron otras dudas.
—¿Me estabas buscando a mi? Creí que estabas haciendo lo mismo que yo.
—Marcela me dijo que estabas actuando raro después de proponerle espiar al padre de Kathe, no fue muy difícil adivinar donde estarías después de que no me contestaras los mensajes.
Creo que lo había hecho demasiado obvio, aun así no me arrepentía de lo que estaba haciendo.
—Bueno, ahora mismo tengo que ir a seguir a dos posibles asesinos, así que si no me quieres acompañar nos vemos luego —le escupí mientras comenzaba a pasar por su lado, justo en la dirección en la que se fueron Fabiola y el padre de Kathe.
—No iras sola —dijo Darío poniendo una de sus pesadas manos sobre mi hombro—. Si no puedo evitar que hagas tu propia investigación entonces yo estaré en tu equipo de trabajo.
Darío sonaba como profesor de preparatoria, aun así me seguía gustando tanto como cuando lo conocí en la cárcel, eso se escuchaba raro incluso en mi cabeza, pero era verdad, lo había conocido en la cárcel y no cambiaría ese encuentro por nada.
Tomó mi mano conduciéndome hasta su coche, solo teníamos que girar a la derecha en la esquina de la calle y ahí estaba, no me sorprendía que no lo hubiese visto venir. Estando en el auto sacó su teléfono para abrir una aplicación, un punto rojo brillaba moviéndose a una velocidad constante, y el mapa en el que estaba posicionado definitivamente era el pequeño y raro pueblo en el que me encontraba ahora mismo.
—Están yendo a la salida del pueblo —comentó Darío poniendo el auto en marcha—, creo que no quieren que nadie los reconozca.
Salimos del pueblo yendo justo detrás de ellos, no dije ni una palabra en el camino, me dediqué a mirar fijamente el teléfono de Darío, estábamos a varios metros de ellos, solo podía ver las luces brillantes del auto de ellos a lo lejos.
—No se como pensabas seguirlos sin un auto —murmuró Darío con la mirada fija en la carretera.
El tono de llamada de mi teléfono comenzó a sonar de la nada, por poco y tiro el teléfono, pero mis reflejos ayudaron en algo para evitar que tocara el suelo del auto.
—¡Alexis Cristina Montes Flores! ¡¿Se puede saber donde estas?!, ¡es de noche y sabes que es peligroso!, ¡te quiero en la casa ahora mismo! —mi madre no sonaba para nada contenta, podía imaginarla con una chancla en la mano mientras realizaba esta llamada.
—Se me olvidó decirte que después de ir a la tienda iría a la casa de Marceline —puse una excusa de lo más tonta sonando de lo mas convincente.
—Pasame a Marcela —dijo tranquilamente, como si su enojo nunca hubiese estado ahí.
Miré a Darío quien movía los ojos de la carretera a mi, no sabía lo que estaba pasando pero parecía que estaba muy al pendiente de mi al teléfono.
—Marceline esta en el baño, pero su hermano esta en la cocina ahora mismo, le diré que hable contigo para que veas que estoy en casa de Marceline —ni siquiera le di tiempo a aceptar que le pasara a mi madre, por eso cuando le pasé el teléfono hizo cara de querer matarme.
—Hola, señora —hubo un silencio—, si, ella esta aquí con nosotros, estábamos a punto de ver una película de espías.
Lo de la película de espías sonaba mas a burla que a pretexto, aun así me estaba ayudando, no me podía quejar.
—No se preocupe, yo la llevaré a casa —le dio su palabra a mi madre con una sonrisa en el rostro—, claro, buenas noches.
¿Tan fácilmente se había quitado a mi madre de encima?, era normal que una madre hiciera preguntas de mas, al fin y al cabo se preocupaba por la seguridad de su hijo o hija, pero mi madre simplemente no había hecho mas conversación, o Darío había sido muy convincente, o simplemente no quería averiguar que era exactamente lo que estaba pasando.
Darío me pasó el teléfono, mi cara decía todo, él sonrío de nuevo y dijo:
—Le agrado a tu madre, no creo que tenga problemas con que sea tu novio —el calor subió por mis mejillas y mi vergüenza me hizo mirar a otro lado, esto definitivamente no lo vi venir.
El camino duró poco, y cuando me di cuenta estábamos estacionados frente a un parque, el parque estaba vació y la poca luz que brindaban los postes lo hacían ver mas peligroso de lo que debía ser por la mañana.
—Tenemos que ir hasta donde están para escuchar lo que dicen —abrí la puerta del auto.
—Esta bien, pero ponte la capucha del suéter y no te lo quites ni siquiera si un hormiguero completo esta en tu cabeza —dijo Darío poniéndolo en mi cabeza, lo que me acababa de decir era mas una advertencia que una recomendación.
Bajamos del auto y caminamos rápidamente hasta el árbol mas cercano, el auto de nuestros objetivos estaba aun a un par de metros. Nos agachamos y corrimos lo mas rápido que pudimos hasta la parte trasera de su auto. Esta extraña actividad ya se estaba volviendo un costumbre entre yo y los hermanos Caruso, hubiese sido mas divertido que la actividad premeditada entre nosotros fuese ver películas o ir a cenar.
Para nuestra suerte el señor Márquez y Fabiola bajaron los vidrios del auto, la gente de mi pueblo tenía claustrofobia o demasiado calor. La penumbra de la calle desolada parecía darles confianza, hablaban en voz alta y el silencio a nuestro alrededor solo acentuaba las palabras de los amantes en el auto.
—¿Y crees que yo tengo la culpa? Tu fuiste la que se enamoró de mi hija y me mintió —replicó el padre de Kathe.
—Yo no la busqué, ella vino por su cuenta, hizo que me enamorara de ella, me engañó, me chantajeo con esas fotos, y se fue con alguien más—la voz llorosa de Fabiola hacía evidente su tristeza—, si ella hubiese dejado a ese imbécil yo hubiese estado ahí para ella como siempre lo estuve, no fue mi culpa lo que ocurrió, yo la amaba y alguien la asesinó.
Mi mirada voló hasta Darío para asegurarme de que había escuchado lo mismo que yo. Siguiendo mi ejemplo, Darío estaba pegado a una de las luces traseras del auto, la poca luz no era de mucha ayuda, pero aun así no podíamos arriesgarnos a que nos vieran acercándonos mas.
Lo que Salvador me dijo tomaba fuerza, había alguien más, por lo que estaba escuchando, un hombre, pero ¿de donde había salido este hombre?, y lo mas importante, ¿quien era?
—No eres una víctima Fabiola, te acostaste conmigo y al mismo tiempo tuviste sexo con una menor de edad, si mencionas esto a alguien iras directo a la cárcel, yo me encargaré de que no salgas en mucho tiempo, cualquier juez que escuche mi declaración sabrá que eres una enferma sexual —las palabras del señor Márquez no podían ser tomadas a la ligera, un hombre influyente como él tenía el poder de eso y más, comprendía por completo que Fabiola mantuviera la boca cerrada.
—¿Entonces me quedo callada y dejamos que el asesino de Kathe siga libre? Eres su padre, tu mas que nadie debería estar buscando a ese monstruo que le arrebato la vida a tu hija, los mensajes que recibí podrían ser del asesino, sabes que podríamos utilizarlos para encontrarlo —las lágrimas habían dejado de ser contenidas y comprender las palabras de Fabiola no estaba siendo fácil.
—Claro que amaba a mi hija, y si pudiese, yo mismo acabaría con el bastardo que mató a Kathe, pero no es tan fácil como tu crees —las palabras del señor Márquez no sonaban a mentiras, sonaban a que había algo deteniéndolo para hacer justicia, él decir que no era "tan fácil" solo desataba mas dudas en mi, ¿acaso el mismo había indagado y alguien se lo había puesto difícil? ¿quien era ese alguien que tenía el poder como para interponerse en el camino del señor Márquez?
—¿Sabes quien es? —la sangre que corría por mis venas se heló, la pregunta de Fabiola había sido directa y como el impacto de una bomba nuclear.
—No, y no lo sabré nunca, no dejarán que nadie lo sepa —dijo el padre de Kathe con pesar en la voz, esto se estaba tornando cada vez mas oscuro y peligroso.
—Tiene que ser alguien muy importante —susurró, fue casi inaudible para Darío y para mi.
—Por eso mismo tienes que dejar de hacer preguntas y borrar esos mensajes —exclamó el señor Márquez—, si no quieres meterte en problemas con gente peligrosa deja de buscar algo que nunca obtendrás.
Miré de nuevo a Darío, su mirada también estaba en mi, se notaba la preocupación en sus ojos, no era como la mirada de preocupación que conocía, esta vez parecía tener impregnado miedo de verdad, un miedo profundo que estaba segura contaminaba hasta su alma poniéndola a temblar.
—Me dijeron que las amiga de Kathe, Alexis Montes y Marcela Caruso también estaban buscando respuestas sobre el asesinato, no creo que sepan mucho, pero creo que será mejor que hable con sus padres para que dejen las cosas como están —mi corazón comenzó a latir más rápido de lo normal y mis manos temblaban sin parar.
Sin previo aviso me tomaron de la mano jalándome hasta las sombras, el árbol donde previamente Darío y yo nos habíamos escondido volvía a ser de ayuda. Darío continuó caminando rápido conmigo a cuestas, el también llevaba la capucha de su chamarra sobre la cabeza, quien nos viese de espaladas y en la oscuridad no nos reconocería.
Entramos en el auto, y sin prenderlo Darío se quitó la capucha de la cabeza para después presionar el puente de su nariz y suspirar cansado.
—Se acabó, ni tu ni Marcela se involucrarán mas en este caso —gruñó Darío después de un rato de mirar a la nada.
Me quedé callada, sabía que lo que habíamos escuchado lo había puesto tan nervioso como a mi, y no lo culpaba, en el país donde vivíamos la justicia no era ciega, era selectiva y clasista.
—Al menos deberíamos contarle a Marceline y a Román que fue lo que escuchamos, merecen saber por que no debemos seguir investigando —le pedí mientras Darío buscaba la salida del pueblo hasta el que habíamos seguido al señor Márquez y su secretaria.
—Esta bien, pero después de eso se acabó, nadie vuelve a hablar del tema —asentí con la cabeza y miré por la ventana.
La noche solo se veía iluminada por las estrellas, la luna hoy se ocultaba y las esperanzas de hacer justicia para mi amiga morían como ella lo había hecho a manos de un hombre, para nosotros, sin cara ni identidad.
"Me verás volar por la ciudad
de la furia
Donde nadie sabe de mí y yo
soy parte de todos
Nada cambiará con un aviso
de curva
En sus caras veo el temor
Ya no hay fábulas en la ciudad
de la furia"
Furia.
Eso era lo que sentía en ese preciso momento, había un asesino vagando por el pequeño pueblo en donde Kathe, Marceline y yo habíamos crecido, nada como esto había pasado antes, el asesinato de una adolescente bella y con futuro por delante solo sucedía en las películas que veíamos los viernes por la noche, eran fabulas con mensajes profundos que dejaban la duda al recepto, ¿los asesinos son los desechos de una sociedad que abraza la violencia y normaliza las enfermedades mentales serias?, ¿o solo son seres que nacen destinados a matar?, el temor de nuestro minúsculo pueblo se había difundido con rapidez como nunca antes, había un monstruo entre nosotros y nadie lo había notado.
"Me verás caer como un ave de
presa
Me verás caer sobre terrazas
desiertas
Te desnudaré por las calles
azules
Me refugiaré antes que todos
despierten"
Soda Stereo recitaba la letra de "En la Ciudad de la Furia", y yo no dejaba de pensar en lo injusto que era dejar en libertad al asesino de mi amiga, definitivamente tenía que hacer algo, me daba completamente igual si la ley y la justicia en mi país era un payaso tonto con el que los ricos se divertían, yo estaba decidida a poner una luz sobre el rostro del asesino de Kathe para que todos lo pudieran identificar.
Después de un par de canciones mas estábamos de vuelta en el pueblo al que pertenecíamos, Darío no tomó el camino a mi casa, íbamos al centro, donde las luces de los comercios seguían brillando, eran las 9 de la noche y aun teníamos tiempo antes de que tuviera que regresar a mi casa, no importaba si matábamos el tiempo paseando por el pueblo sin bajar del auto para que no nos vieran juntos.
De repente Darío detuvo el auto, a unos cuantos metros se encontraba un puesto de tacos, mi estomago sintió la presencia de estos ya que inmediatamente comenzó a rugir, hacía mucho tiempo que no tenía tanta hambre como ahora mismo, desde que Kathe murió, mi falta de apetito me había hecho perder peso.
—Parece que tienes hambre, ¿los tacos están bien, o buscamos otra cosa? —pidió mi opinión dulcemente Darío mientras me miraba con ojos encantadores que apenas eran perceptibles gracias a la luz del puesto de tacos.
—Están mas que bien, me gustan los tacos, pero... —Darío alzó una ceja esperando a que continuara hablando—, si nos ven juntos comenzaran a hablar de nosotros, no creo que sea buen un momento para que se sepa lo nuestro.
—No te preocupes, yo iré por ellos y los comemos en el auto —ya no lucía nervioso, su cara había dejado de estar tensa y su mirada me hacía sentir calidez de nuevo—, ¿cuantos tacos quieres?
Viniendo de Darío, esa pregunta solo encendía un calor dentro de mi que nunca antes había sentido con ningún chico, un fetiche con tacos, eso era lo que le faltaba a mi noche.