Nada me quitaba de la cabeza las palabras de Marceline, intenté hacer tarea, pero no funcionó, abrí todas mis redes sociales para distraerme, pero mi mente seguía volando a la conversación que tuve con Marceline, nada funcionaba, estaba segura de que me volvería loca si me quedaba en donde estaba. La mejor decisión que pude tomar fue ir a casa de Kathe, se que no suena muy lógico ir a un lugar donde los recuerdos lloverían y no me dejarían olvidar lo que Marceline me había contado, pero no se me ocurría otra manera de afrontar todo lo que sabía, estaba segura de que tendría que haber mas indicios del asesino en la habitación de Kathe, con todo lo que ahora sabía, probablemente sería mas fácil encontrar algún rastro dejado por mi amiga, o en el peor de los casos, del asesino o asesina.
Justo cuando iba saliendo de mi casa una llamada entrante me recordó que la noche anterior había cenado con Rafael y no le había enviado un mensaje como le prometí, incluso había besado a Darío y ahora estábamos saliendo en secreto, todo aquello había sido opacado por la llamada de Marceline esta mañana.
—Hola, Rafael, perdón por no enviarte un mensaje anoche, estuve un poco ocupada cuando llegué a casa —mis palabras me hicieron recordar los labios de Darío sobre los mios mientras estábamos en aquel mirador, definitivamente era una mentirosa de lo peor con Rafael.
—Hola, Alexis, no te preocupes, solo llamaba para saber si todo estaba bien, me dejaste preocupado cuando te fuiste de repente, creí que había sucedido algo muy grave —sonaba sincero y genuinamente interesado en mi bienestar, pero eso solo me hizo sentir como la peor persona del mundo.
—Estoy bien, gracias por preguntar, eres un gran amigo —lo que dije al ultimo fue tan intencional como sonaba, no quería que comenzara a darse esperanzas si es que lo había encaminado a eso conmigo, debía comenzar a ser clara con él después de lo que pasó anoche con Darío.
—Me alegra saber que todo esta bien, tengo que colgar ahora mismo, pero quiero que sepas que puedes llamarme si necesitas algo —la llamada acabó tan rápido como inició, algo me decía que se había sentido incomodo por llamarlo amigo, pero no me haría ideas equivocadas, probablemente solo era mi imaginación.
Caminé hasta la casa de Kathe y toqué la puerta, esperé algunos segundos y finalmente me abrieron, el señor Márquez imponente en el umbral de su puerta me miraba desde su mas de 1.80 de altura, no es que me intimidara, yo también soy bastante alta para una chica de 18 años, pero había algo en su postura que imponía respeto, el hombre daba miedo, pero sabía que no me haría daño, o al menos eso quería pensar.
—Hola, Alexis, ¿qué haces aquí? —su pregunta no fue muy cortes, parecía que mi presencia le desagradaba. De repente estaba alerta, lo notaba por como sus hombros se habían tensado al instante de verme.
—Hola, señor Márquez, solo pasaba por aquí y quise ver como estaba la señora Márquez, hace un par de días que no la veo —era verdad que estaba preocupada por la madre de Kathe, después de leer aquellos mensajes donde decía que había estado deprimida, no podía dejar de lado a la señora Márquez con la tristeza de una hija muerta.
—Ella no se encuentra, pero está bien, un psiquiatra la esta tratando para afrontar la muerte de Kathe —el señor Márquez no tenía emoción alguna en su rostro, una mirada fría era lo único que podías percibir, no aparentaba haber perdido a una hija, no parecía estar destrozado como cualquier padre lo estaría, aunque, si pensabas en todos los mensajes que había intercambiado con su hija, y los problemas que le había generado, el hombre ahora mismo ya no tenía que preocuparse por que su hija lo metiera en problemas.
Kathe dijo saber un montón de cosas de su padre, no solo que tenía una amante y le diría a su madre, amenazaba con terminar con su reputación, incluso había dicho que le ayudaría a la señora Márquez a quitarle todo lo que tenía. Aquello definitivamente estresaría a cualquiera, y que aquello se acabara debía ser un alivio.
—Me alegra saber que alguien le esta ayudando a llevar toda su pena —dije dándole una sonrisa cálida para tratar de aligerar el pesado ambiente que se había formado—. Siento ser tan importuna, pero también quería llevarme un suéter de Kathe, la señora Márquez dijo que podía llevarme lo que quisiera.
Su cara seguía tan inexpresiva como cuando llegué, haciéndose a un lado para dejarme pasar dijo:
—Claro, no hay problema —caminé dentro de la casa y fui directo a las escaleras, y cuando estuve arriba miré sobre mi hombro para tratar de encontrar al padre de Kathe, no pude verlo, lo que me dio un alivió inexplicable, me sentía ansiosa solo de pensar en que me estaba mirando a cada paso que daba.
Atravesé el pasillo hasta la habitación de Kathe, en cuanto estuve dentro cerré la puerta, nada estaba igual a la ultima vez que estuve ahí, alguien se había encargado de poner todo en su lugar, o mas bien de acomodar todo para que pareciera una habitación sin vida. Ya no lucía como el mismo cuarto al que había entrado varios días atrás.
Me quedé parada por un segundo observando todo, como tratando de descifrar por donde comenzar a buscar pistas que me llevaran a un culpable de asesinato, pero se me hacia imposible moverme, me sentía fuera de lugar.
La cama estaba bien hecha, no había ropa tirada, el escritorio solo tenía su computadora, su lapicero y una lampara de escritorio. Nada que pudiera señalar lo que había estado haciendo Kathe los últimos días de su corta vida. Aun así me parecía que faltaba algo, no sabía que era, pero cuando recordaba la habitación de mi amiga cuando ella estaba viva había algo que estaba ahí pero que ahora mismo no recordaba.
Sin mas remedio que escarbar entre sus pertenencias, abrí su armario, la ropa estaba colgada y en su lugar, el azulejo que había quitado la vez pasada seguía en donde lo había dejado pasando totalmente desapercibido. Me agaché para sacarlo pero no hubo manera, ya no estaba suelto, alguien lo había rellenado y pegado ya que incluso no sonaba hueco cuando lo golpee con mis nudillos, ¿en donde habían dejado la caja que había estado ahí?
Cerré el armario decepcionada y caminé hasta la cama de Kathe para sentarme a pensar.
Si yo fuese Kathe ¿donde pondría todos mis secretos? Tendría que ser un buen lugar cuando amenazo a mi padre con revelar sus sucios secretos, un lugar donde nunca buscarían y donde yo supiera que han mirado si hurgaban en mi habitación.
Una idea vino a mi cabeza, la cama de Kathe era lo primero que notaría extraña, después de todo siempre dormía en ella y tarde o temprano sentiría algo extraño en su cama si alguien fisgoneaba, ella era el tipo de chica que notaba incluso un guisante debajo de 100 colchones apilados como en el cuento de la princesa y el guisante.
Me levanté de un salto y moví un poco el colchón de la cama, para mi sorpresa, no había nada.
Tal vez era demasiado obvio para que escondiese algo ahí.
Mirando a mi alrededor de nuevo en busca de un milagro pude ver una sombra asomándose por debajo de la puerta, había alguien al otro lado, o mas bien, el padre de Kathe estaba al otro lado tratando de escuchar lo que estaba haciendo.
Un escalofrío atravesó mi espalda dándome una sensación desagradable en la boca del estomago, ¿por qué me espiaría cuando le dije que solo tomaría un suéter de Kathe? Tal vez fuese por que cerré la puerta, pero incluso con eso no debería importarle que busque todo lo que quiera cuando el no tiene nada que esconder en esta habitación. ¿Y si hay alguna evidencia escondida con la que Kathe lo amenazaba?, podría descubrir los sucios secretos del señor Márquez, ahora mismo el debe de estar muy asustado por que otra adolecente lo amenace con quitarle la mascara que lleva encima.
Mi teléfono sonó escandalosamente dándome un susto de muerte.
—Hola —dije tratando de sonar lo mas tranquila posible, no quería que el padre de Kathe se diera cuenta de que había notado que me estaba espiando.
—Alexis, ¿donde estas?, estuve enviándote mensajes y no los contestabas, Marcela me contó que me robó el expediente del caso de Kathe, ¿estas bien? —no sonaba para nada enojado, mas bien estaba preocupado, y sabía que estaba preocupado por mi estabilidad emocional después de escuchar la forma tan horrible en la que fue asesinada mi amiga.
—Si mamá, estoy en la casa de Kathe, quería tomar uno de sus suéter —hablé tratando de engañar al padre de Kathe al otro lado de la puerta, la sombra aun seguía visible desde la pequeña ranura que se formaba entre el suelo y la puerta.
—Maldita sea, ¿por qué me llamas mamá? ¿esta ocurriendo algo? ¿necesitas que vaya por ti? ¿hay alguien que te pueda hacer daño? —mil preguntas fueron lanzadas en un segundo, lo había asustado hablando de la manera en la que lo estaba haciendo.
—Esta bien, iré a casa ya —murmuré interpretando el papel de chica buena hablando con mamá—, estaré ahí en 5 minutos, no te enfades.
—Estaré esperándote a una cuadra de tu casa, si no llegas en 5 minutos voy a ir a casa de Kathe y tiraré la puerta —definitivamente no bromeaba con tirar la puerta por el tono de su voz.
—Si mamá, adiós —colgué sin quitar la mirada de la puerta.
Tratando de no hacer ruido, caminé cuidadosamente hasta el armario para tomar el primer suéter de Kathe que vi, caminé de regreso a la puerta, esta vez pisando lo suficientemente fuerte para que el señor Márquez me escuchara al otro lado, no quería abrir la puerta y encontrármelo de frente espiándome, sería muy incomodo, o incluso peligroso, todo depende del estado de animo del padre de Kathe.
Cuando abrí la puerta ya no había nadie del otro lado, suspirando de alivio caminé hasta las escaleras, bajé hasta la sala para encontrarme al señor Márquez sentado en un sillón, mirando su teléfono como si hubiese estado ahí todo el tiempo.
—Gracias por darme un suéter de Kathe —le agradecí asiendo un movimiento con el suéter de Kathe en mi mano para que viera que lo llevaba como había prometido desde el principio—. Tengo que irme, mi madre acaba de llamarme.
—Oh claro, por nada, Kathe hubiese querido que lo tuvieras —dijo levantándose del sillón para ir a abrirme la puerta principal. Definitivamente quería que me fuese de su casa.
—Se lo agradezco señor Márquez, nos vemos —me despedí cuando estuve fuera de la casa de mi difunta amiga, ese lugar nunca se había sentido tan ajeno y distante.
Después de un par de pasos para alejarme de ahí, aun sentía la mirada del padre de Kathe en mi nuca, era muy probable que estuviera asegurándose de que no regresaría apenas se diera la vuelta para volver a su casa.
Saqué mi teléfono de mi bolsillo mientras caminaba solo para encontrar un montón de mensajes provenientes de Darío:
"Se que Marceline te contó sobre la autopsia de Kathe"
"¿Estas bien?"
"¿Quieres hablar sobre eso?"
"¿Alexis?"
"¿Estas molesta conmigo por no contártelo?"
"Me esta matando tu silencio, contestame"
Darío se había puesto intenso, era tierno si ignorábamos que toda la situación giraba alrededor del asesinato de mi amiga.
Llamé a Darío de nuevo, necesitaba saber que en estos momentos no se estaba dirigiendo a la casa de Kathe con intenciones destructivas.
—Darío, que bueno que contestas, tenía miedo de que ya estuvieras en la casa de Kathe —le confesé apenas contestó mi llamada.
—Por dios, Alexis, ¿por qué no podías hablar hace unos minutos? —gruñó Darío aun con tono de preocupación en su voz.
—Lo siento si te asusté, estaba en la casa de Kathe y me di cuenta de que su padre me estaba espiando mientras buscaba en el cuarto de su hija —hablé de golpe para que no me siguiera cuestionando, cosa que no funcionó porque eso solo derivó en un montón de preguntas mas.
—¿Y por qué rayos fuiste? No había necesidad de que te metieras ahí de nuevo.
—Tenía que ir a asegurarme de que no se me había pasado nada por alto la ultima vez que estuve ahí, pero conseguí algo mejor —dije caminando mas rápido cuando estuve mas cerca de mi casa— ¿En donde estas?, ya casi llego a mi casa.
—A una cuadra de tu casa, estacionado —contestó Darío cortante.
—Sobre el expediente que robó Marceline, se qué le ocurrió a Kathe, fue horrible y definitivamente alguien estaba muy enojado o enojada con ella —imaginé que estaba hablando de otra Kathe, no de mi difunta amiga.
—Escucha, Marcela no debió robar ese expediente, y mucho menos contarte todo lo que decía, se suponía que yo les diría a las dos sobre lo sucedido de una manera mas gentil, no planeaba que las dos se enteraran de los detalles perturbadores de la autopsia y todo el caso, pero ahora que lo saben deben ser mas cuidadosas sobre lo que dicen y con quien hablan, incluso a los mejores policías y detectives se les escapa la información cuando alguien inteligente hace preguntas o comentarios acertados, así que no dejen a sus sentimientos sin supervisión de sus cerebros, podría ponerlas en peligro —me aconsejó Darío hablando en el tono mas serio que tenía.
—No suenas enojado, deberías estar enojado —parecía que le estaba retando, y sin siquiera darme cuenta.
—Lo estoy, no tienes ni idea de como le grité a Marcela —dijo simulando una voz imponente que solo me daba risa.
—Estoy segura de que después la consolaste al enterarte de que había leído la autopsia de Kathe —en mi cabeza podía ver la escena a la perfección. Aunque no lo conocía hace mucho podía estar segura de que había sido así, él siempre estaba preocupado por su hermana, lo notaba en sus ojos, y lo notaba por como se preocupaba por mi también.
Hubo un silencio en la línea.
Di la vuelta en una esquina y me topé con el auto de Darío estacionado, el dueño del auto estaba sentado adentro, su ceño fruncido y sus dedos pellizcando el puente de su nariz lo delataban. Quizás si estaba enojado y su voz no demostraba la cólera que su rostro si.
—Oh, ya te vi —exclamé con una sonrisa en los labios, solo verlo me ponía de buen humor aunque él no pareciera sentir lo mismo en este preciso momento.
—Entra al auto —bufó antes de colgarme.
Le hice caso.
Su expresión era una mezcla de ira y preocupación, una enmascaraba a la otra, como si quisiera ocultar la preocupación y solo quisiera regañarme por ir a la casa de Kathe sin avisarle a nadie.
—No debiste ir a la casa de Kathe —me regañó apenas cerré la puerta del auto. No hubo ni un "Hola" de cortesía.
—Hola a ti también Darío, estoy bien ¿y tu? —dije después de besar su mejilla.
—Estoy bien, ¿por qué el padre de Kathe te espiaba? —¿de verdad creía que sabía la razón?
—No estoy segura, tal vez piensa que sé de los mensajes que intercambiaban él, Fabiola y Kathe, tal vez pensaba que estaba ahí para buscar algo con lo que Kathe lo estaba amenazando.
Darío me miró por un largo segundo y luego puso sus manos sobre el volante, sus dedos comenzaron a golpearlo, parecía estar pensando en algo. De repente se detuvieron sus dedos y su mano voló a su bolsillo, sacó su teléfono y después de presionar varias veces la pantalla, se lo pegó a la oreja.
—Kaori, necesito otro favor —exigió Darío unos instantes después.
—Necesito que rastrees un numero las 24 horas del día, se que suena pesado, pero es muy importante, esta relacionado con un caso de asesinato —¿con que tipo de persona hablaba como para pedirle algo así?, además de lo que conllevaba aquello, debía tenerle mucha confianza a esa persona.
—No sabes cuanto te lo agradezco, te enviaré el número de teléfono por mensaje —dijo con una sonrisa de victoria en su rostro.
Colgó.
Mi curiosidad se elevó a niveles inimaginables, no podía retener al montón de palabras agrupándose detrás de mi lengua, si no las dejaba fluir terminarían ahogándome.
—¿Quien es Kaori? —fui al punto sin rodeos, no vacile, solo lo solté.
Una sonrisa de tiburón se formó en la boca de Darío, la ira se había ido por unos momentos, estaba segura de que regresaría si le contaba el plan que había estado articulando en mi cabeza mientras hablaba con el padre de Kathe.
—Si te digo quien estaba al otro lado del teléfono estaría violando un montón de clausulas de privacidad en un contrato que firme hace un par de años estando borracho —eso solo lo hacia mas intrigante. ¿Quien era Kaori como para tener el privilegio de estar incluido dentro de una clausula de privacidad? Y la pregunta del millón. ¿Quien firma un contrato estando borracho?, algo me decía que Darío no era el policía y hermano serio que parecía.
—Eso no va a acabar para nada con mi curiosidad, solo la esta alimentando como McDonald's alimenta a cualquier niño gordo —solo había logrado hacerlo reír, que no digo que no podría tomar eso e irme feliz sin hacer otra pregunta, pero no ayudó para nada a saber quien era Kaori, sonaba a nombre de extranjero, exótico, al parecer era lo único que podría obtener de aquella persona desconocida y misteriosa.
—Amo la manera en la que tu cerebro genera todas y cada una de tus ideas y comentarios —dijo entre risas con un brillo en sus ojos que delataba que estaba a punto de llorar.
—Pues yo amaría que me dijeras quien es Kaori y por qué lo llamas para pedirle favores como el que le acabas de pedir —Darío secó una lágrima imaginaria debajo de su ojo y me miró tratando de poner seriedad al asunto.
—Solo diré que es un amigo y que es sencillo para el hacer algunos trucos con la computadora —eso no saciaba mi hambre de información.
—Yo se trucos en la computadora, y eso no quiere decir que pueda rastrear a alguien las 24 horas del día solo con su número de teléfono —cuando dije "rastrear a alguien" una idea brotó en mi cabeza, o mas bien, un recuerdo brotó en mi cabeza—. Ahora que lo pienso, ¿él te ayudó a encontrarme cuando estaba cenando con Rafael?
No hubo respuesta, solo una mirada que me lo confirmó y al mismo tiempo me derritió el corazón, se que su actitud de acosador no debería gustarme, pero me gusta y me da lo mismo si quiere seguir haciéndolo.
Que Darío me encontrara anoche con Rafael tan fácilmente, me había hecho preguntarme por un largo rato como había dado con el restaurante en el que estábamos cenando, ahora sabía como me había encontrado, cualquiera con un amigo así sacaría su lado acosador a relucir cuando se le diera la gana, o al menos yo lo haría.
—Llevé el teléfono de Kathe a la comisaría, lo enviarán a una forense para ser analizado, y hablé con Fernando —dijo súbitamente para cambiar de tema y evitar mas preguntas—, me dijo que esa noche estaba con una chica, aun no he comprobado lo que dice pero no creo que sea él.
—¿Como estas tan seguro de que no es el asesino? —pregunté ignorando por completo que el teléfono de mi amiga estaba siendo ultrajado por un montón de forenses en solo Dios sabe donde.
—Fernando es un imbécil, drogadicto y tal vez mujeriego, pero no creo que haya podido hacer todo lo que el forense describió que el asesino hizo, estamos buscando a un completo psicópata, y Fernando no cumple con el perfil, además, él no tenía motivos para hacerle lo que le hicieron a Kathe.
Ahora era oficial, estábamos detrás de un psicópata, y las afirmaciones de Darío solo dejaba en blanco la lista de sospechosos, no conocía a nadie que pudiera ser un completo psicópata, y no me sorprendía que no sospechara de alguien, se supone que los psicópatas son mas calculadores y fríos al actuar, se mantendría fuera del radar en todo momento, estoy segura de que era eso lo que estaba haciendo ahora mismo.
—¿Entonces lo han catalogado como un psicópata? —mi voz casi se quiebra, todo esto me tenía desconcertada, los psicópatas solo aparecían en las películas de terror.
—Si, por la manera en que trabaja y oculta sus huellas, se le define como psicópata —por "manera en que trabaja" solo podía estar segura de que se refería a la brutalidad y violencia que había dejado ver en el asesinato de mi amiga.
No me sorprendía para nada que tomaran al asesino de Kathe por psicópata, después de todo la muerte de mi amiga no había sido un simple accidente cubierto por un desesperado individuo, alguien se había tomado el tiempo suficiente para hacer sufrir a Kathe.
Darío notó de inmediato que mi semblante había cambiado y estaba apunto de llorar, porque era lo único que quería hacer al recordar las palabras de Marceline a través del teléfono.
—Te llevaré a casa —dijo Darío encendiendo el auto.
—No, prefiero ir a ver a Marceline —Darío seguía mirándome con preocupación, como si en cualquier momento me fuese a deshacer en lágrimas, y no es como si no quisiera sentarme en un rincón de mi habitación y quedarme ahí como lo había hecho por una semana completa después de la muerte de Kathe, pero ahora mismo tenía claro lo que tenía que hacer para que la muerte de mi amiga no quedara impune.
Llorar no servía de nada, encontrar al asesino si.