Amelia y Mei se encontraban en la oficina privada de Jason dentro de la mansión, una sala que raramente se usaba y que había sido elegida a propósito para la reunión. La habitación estaba iluminada por una brillante luz que entraba por un enorme ventanal con vistas sobre el Mediterráneo, y el silencio era roto solo por el leve golpear de los dedos de Amelia sobre la mesa, en un ritmo involuntario que delataba una impaciencia oculta.
Mei terminaba de revisar por enésima vez los documentos y evidencias que habían preparado. Las manos le temblaban ligeramente, pero su expresión era serena. Amelia, sentada al otro lado de la mesa, la observaba con atención, notando un leve temblor en los labios de Mei, que no llegaban a articular palabra. Sabía que la hermana de Jason estaba nerviosa, y no podía culparla; Laura era una mujer astuta y peligrosa, que hasta ahora había sabido cubrir sus huellas con precisión.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Mei, bajando la vista hacia los documentos. Trató de sonar segura, pero una ligera vacilación en su tono traicionó sus emociones.
—Lo estoy —respondió Amelia, su voz firme pero suave. Había decidido no mostrar ninguna fisura en su confianza, pero en lo profundo de su pecho, un eco de duda resonaba brevemente. Laura ha tenido demasiado poder durante demasiado tiempo, y ha hecho todo lo posible por hundirme. Esta vez, las cartas están a nuestro favor.
Mei asintió lentamente, sintiendo una mezcla de alivio y tensión. Amelia notó un suspiro apenas contenido que escapó de los labios de Mei y decidió no comentarlo. Desde que Amelia había llegado a sus vidas, las dinámicas habían cambiado de formas inesperadas, y aunque a veces era difícil confiar completamente en ella, Mei había aprendido a respetar su capacidad para adaptarse y sobrevivir.
Amelia cerró los ojos por un instante y tomó aire profundamente. Un ligero temblor recorrió sus dedos antes de apoyarlos firmemente en la mesa. Tenía que mantenerse en control. Tratar de dominar a Laura no sería sencillo.
Pasaron unos segundos que se sintieron como horas, antes de que el eco de los tacones de Laura resonara en el pasillo. Amelia intercambió una mirada rápida con Mei, quien recogió rápidamente los documentos y los deslizó dentro de una carpeta de cuero. Ambas se levantaron y se colocaron junto a la mesa, de manera que proyectaran una imagen de unidad y firmeza.
Un par de golpes sonaron en la puerta; esta se abrió y el mayordomo Kei accedió por la puerta.
—Señoras, la señora Martínez ha llegado.
Tras esta presentación, Kei salió, y Laura entró en la sala con la seguridad característica que la acompañaba a todas partes. Amelia observó cómo su presencia llenaba la habitación, y el aire se volvía más pesado, casi asfixiante, bajo la intensidad de la mirada de Laura. Llevaba un traje sastre de diseñador, de un rojo intenso, que acentuaba su figura y transmitía poder. Su cabello negro caía en ondas sobre sus hombros, y sus ojos azules, rodeados de un maquillaje impecable, brillaban con una mezcla de curiosidad y desdén.
La observación atenta de Amelia detectó un leve parpadeo en Laura, una microexpresión que delataba sorpresa ante la elección del lugar y la ausencia de Jason. En su rostro se dibujaba una sonrisa profesional, pero sus labios mantenían una tensión sutil, como si se preparara para un enfrentamiento verbal.
—Mei, Amelia —saludó Laura, su tono educado pero con un matiz de superioridad—. Recibí su llamada. ¿En qué puedo ayudarlas?
Amelia no respondió de inmediato. Se limitó a estudiar a Laura por un segundo más, tomando nota de su confianza desmedida y del leve atisbo de desprecio en su mirada. Sabía que Laura la subestimaba, la veía como una amenaza menor, como una simple distracción en su camino hacia Jason. Y precisamente esa subestimación era su mayor debilidad.
—Gracias por venir, Laura —respondió finalmente Amelia, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Queríamos discutir algunos asuntos relacionados con el balance de cuentas y la gestión de las subsidiarias de EJX.
Laura alzó una ceja, con una expresión que sugería que dudaba de la competencia de Amelia en asuntos financieros. Aun así, mantuvo la compostura y asintió, tomando asiento en una de las sillas frente a ellas, cruzando las piernas de manera elegante.
—Por supuesto, estoy aquí para lo que necesiten —dijo Laura, su tono adquirió un toque de ironía al decirlo, como si insinuara que sus aportaciones serían más valiosas que las de Amelia o Mei. Aunque era obvió para las tres que no había sido citada para hablar de números. Mei había descubierto su trampa sobre Amelia y con seguridad iban a atacarle con eso.
Mei tomó asiento junto a Amelia, sin dejar de observar a Laura. La tensión en la habitación era palpable, un tira y afloja invisible entre las tres mujeres. Laura creía estar en control, pero Mei sabía que estaban a punto de arrebatarle ese poder.
Amelia dejó que el silencio se extendiera un segundo más antes de comenzar a hablar.
—Hemos estado revisando algunos documentos financieros —dijo Amelia, eligiendo cuidadosamente sus palabras—, y encontramos ciertas… irregularidades. Algo que, por supuesto, quisiéramos aclarar contigo.
Laura mantuvo su sonrisa, aunque sus ojos se entrecerraron ligeramente, evaluando cada palabra y gesto de Amelia. Había esperado una reunión tensa, pero no una confrontación abierta. No todavía. ¿Habían descubierto sus artimañas contables? ¿En realidad estaban interesadas en tratar eso cuando casi terminan violando a Amelia por su plan?
—Estoy segura de que hay una explicación para cualquier malentendido —respondió Laura, su voz impregnada de un tono de suficiencia—. ¿De qué se trata exactamente?
—De muchas cosas, Laura —intervino Mei, abriendo la carpeta y sacando algunos documentos—. Cosas que te interesaría mucho aclarar antes de que tomen un camino… irreversible.
Laura desvió la mirada hacia Mei, y sus labios se tensaron en una fina línea, como si algo dentro de ella hubiera captado la gravedad de la situación. Por primera vez desde que había entrado en la sala, se sintió incómoda.
Amelia se inclinó un poco hacia adelante, sus ojos fijos en los de Laura. —Queremos darte la oportunidad de explicar algunas de estas irregularidades antes de tomar medidas —dijo, su voz suave, pero con un filo oculto.
Laura tragó saliva, y aunque intentó mantener su compostura, era evidente que su confianza había sido sacudida. La reunión que había creído poder dominar se estaba convirtiendo en un campo minado, y por primera vez en mucho tiempo, no estaba segura de poder salir indemne.
—¿No debería ser Jason quien tomara medidas? —dijo Laura, su voz teñida de desprecio y desdén—. Mei, tú eres su hermana, pero ella… —señaló a Amelia, sin molestarse en ocultar la frialdad en su mirada—, no es más que un capricho pasajero.
Amelia apretó levemente los puños, resistiendo el impulso de responder de forma impulsiva. Su rostro no lo mostraba, pero sintió un ardor recorriendo su pecho, la furia latente tratando de brotar. Respiró hondo, encontrando el equilibrio entre su rabia y su necesidad de controlar la situación.
—¿Capricho pasajero? —repitió Amelia, dejando escapar una risa suave y controlada que no llegó a sus ojos—. Laura, parece que eres tú quien no comprende bien la situación. Jason puede haber tenido pretendientes y aventuras, pero nunca ha puesto a ninguna de ellas a dirigir una empresa, y mucho menos a compartir su vida de esta forma. Tú lo sabes, aunque te niegues a aceptarlo.
Laura apretó los labios, intentando encontrar una respuesta adecuada. Era evidente que las palabras de Amelia habían dado en el blanco, desestabilizando el débil equilibrio que había tratado de mantener.
—Puedo ver por qué es difícil para ti —continuó Amelia, inclinándose ligeramente hacia Laura—. Has dedicado tantos años a eliminar a cualquier persona que pudiera hacerte sombra, creyendo que con tiempo y esfuerzo, podrías ser la única opción de Jason. Pero el problema no es que hayas fallado en eliminarme a mí, Laura. El problema es que nunca estuviste en consideración para ocupar ese lugar.
El rostro de Laura se tornó pálido por un segundo antes de recuperar su máscara de seguridad. Pero esta vez, sus ojos reflejaban una mezcla de odio e impotencia. No estaba acostumbrada a enfrentarse a una rival que la desafiara de esa forma, y mucho menos que tuviera el respaldo de Mei, la hermana de Jason.
—Estás jugando a un juego peligroso, Amelia —advirtió Laura con un tono gélido—. Crees que por haber ocupado su cama y su mesa tienes alguna ventaja, pero esto… —señaló con un gesto hacia la sala—, esto no es más que una fachada. Las cosas cambiarán. Y cuando cambien, te veré caer.
Amelia mantuvo su expresión calmada, pero esta vez, fue Mei quien intervino, con una voz más fría de lo habitual.
—Laura, no sé qué parte de todo esto no comprendes —dijo Mei, su tono era suave pero letal—. No estamos aquí para intercambiar amenazas. Estamos aquí para que entiendas que tus juegos se han terminado.
Mei dejó caer un par de carpetas sobre la mesa, abriéndolas para revelar documentos y fotografías comprometedoras. No era solo una muestra de su poder, sino una advertencia clara de lo que tenían contra ella.
Laura miró los documentos y las fotos, tragando saliva nuevamente. No necesitaba revisarlos en detalle para comprender lo que significaban: su caída definitiva si alguna vez llegaban a manos equivocadas. Los temblores comenzaron a recorrer sus manos, y por primera vez en mucho tiempo, Laura sintió que había perdido el control de la situación.
—¿Qué queréis de mí? —preguntó Laura, en un susurro apenas audible, su voz reflejando un temor genuino.
Amelia, satisfecha al ver el cambio en la actitud de Laura, se recostó en su silla, cruzando los brazos con calma.
—Lo que quiero es simple, Laura —dijo Amelia—. Quiero que entiendas que esta es tu única oportunidad de salir de esta sin perderlo todo. A partir de ahora, tus movimientos estarán bajo nuestra supervisión. No habrá más maniobras a nuestras espaldas ni intentos de sabotaje. Si te mantienes leal, las pruebas de tus… errores, permanecerán donde están. Pero si decides cruzarnos de nuevo, todo esto irá directo a Isabel, al consejo y a las autoridades.
Laura apretó los labios con fuerza. Sabía que Isabel no mostraría piedad si estas pruebas llegaban a sus manos. Con un gesto lento, asintió, incapaz de articular una respuesta.
—Y una última cosa —añadió Amelia, con un tono de advertencia—. Tienes que recordar que no estoy aquí por casualidad, y no soy alguien que puedas eliminar tan fácilmente. Así que piénsalo dos veces antes de subestimarme otra vez.
Laura asintió lentamente, tragándose su orgullo. Sabía que había sido derrotada, y cualquier resistencia adicional solo empeoraría su situación.
—¿Esto es una alianza entonces? —preguntó Laura, forzando cada palabra.
Amelia negó con la cabeza y sonrió ligeramente. —No, Laura. Esto es un recordatorio de quién tiene el control ahora. Mantén la cabeza baja y tal vez encuentres un lugar en este nuevo equilibrio. Pero si vuelves a intentar algo contra mí o Jason, no habrá segundas oportunidades.
Laura apretó los puños, su mente intentando comprender por qué Amelia la estaba dejando salir con vida, figurativamente hablando. Sabía que había hecho más que suficiente para merecer la ruina.
—¿Por qué me salvas? —dijo Laura, su voz rota y apenas un murmullo—. Te eché encima a Sandro, te he puesto la zancadilla en la empresa cada vez que he podido, casi terminas violada y filmada por tratar de obtener unas imágenes comprometedoras. ¿Deberías odiarme y destruirme?
Amelia inclinó la cabeza levemente, su mirada escrutadora sobre Laura. Tenía razón; Laura había hecho méritos para ser su enemiga mortal, para que Jason la desapareciera de la vida pública y la empujara a los abismos más oscuros que él controlaba. Pero Amelia veía el tablero de un modo distinto.
—Te voy a ser sincera, Laura —respondió Amelia, su tono neutro—. No me faltan razones para hacerte caer, para dejar que Jason haga contigo lo que haría con cualquiera que haya intentado hacerme tanto daño. Pero he aprendido algo durante estos meses: si quieres ganar en el juego de poder, no puedes dejarte arrastrar por la ira o el orgullo. Necesitas a tus enemigos tanto como a tus aliados, porque ellos te mantienen alerta. Y, al final del día, te necesito por una razón muy simple.
Laura la miró, con el orgullo herido, incapaz de entender por qué Amelia, a quien había tratado como una intrusa insignificante, la dejaba vivir y mantener su posición.
—A pesar de todo lo que has hecho —continuó Amelia, su voz ganando fuerza—, eres una de las personas más capaces en EJX. Aparte de Jason e Isabel, nadie conoce el funcionamiento de estas empresas tan bien como tú. Yo no soy más que una recién licenciada, alguien que ha tenido éxito en un área específica, pero no soy una veterana. Y cuando Jason, Mei y yo nos vayamos de Hesperia, Isabel necesitará una mano derecha para manejar todo. Alguien que, si lo decide, pueda mantenerse en su lugar y preservar el equilibrio.
El rostro de Laura mostró una mezcla de sorpresa y duda. Por un instante, su fachada altiva pareció quebrarse, dejando entrever a una mujer que nunca había esperado escuchar esas palabras de la boca de Amelia.
—¿Me estás diciendo que confías en mí para eso? —preguntó Laura, casi incrédula.
—No. No te estoy diciendo que confío en ti, Laura —respondió Amelia, en un tono afilado como una hoja—. Te estoy diciendo que tengo fe en tu ambición. Y sé que no eres estúpida; sabes que si me traicionas de nuevo, o si intentas cualquier maniobra en mi ausencia, habrá consecuencias. Pero si decides ser inteligente y mantener tu lealtad hacia Jason y a Isabel, te doy la oportunidad de demostrar que eres capaz de algo más que de conspiraciones y zancadillas.
Laura se quedó en silencio, asimilando cada palabra. Sabía que Amelia estaba tejiendo una red fina alrededor suyo, una que podría estrangularla en cualquier momento. Pero también entendía que le estaba ofreciendo la oportunidad de redimirse, de demostrar su valía y sobrevivir en ese nuevo equilibrio.
Amelia se levantó lentamente, alisando su ropa mientras dirigía una última mirada a Laura, sus ojos reflejando una combinación de advertencia y oportunidad.
—Esta es tu última oportunidad, Laura —sentenció Amelia—. No la desperdicies.
Laura permaneció sentada, en una postura rígida, mientras Amelia y Mei la observaban en silencio. Laura sintió el peso de esa mirada, y supo que no tenía otra opción que ceder, al menos por ahora. Con una mezcla de resentimiento y resignación, Laura asintió brevemente y se levantó, recogiendo sus cosas con movimientos tensos. Sabía que había perdido una batalla, pero al menos, aún tenía una oportunidad de pelear en la guerra.
—Con su permiso —dijo Laura, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Buenas noches, Laura —respondió Amelia, en un tono que marcaba tanto el final de la conversación como una línea de advertencia invisible.
Laura se giró y salió de la sala, su andar firme pero ligeramente acelerado, como si necesitara escapar antes de que el aire se volviera irrespirable. Cuando la puerta se cerró tras ella, Amelia y Mei se quedaron en silencio, escuchando cómo los pasos de Laura se desvanecían en el pasillo.
Finalmente, Mei dejó escapar un suspiro contenido y miró a Amelia con una mezcla de admiración y alivio. Ninguna de las dos habló durante unos segundos, ambas asimilando lo que había sucedido y lo que significaba para el futuro.
—No fue fácil hacer eso, ¿verdad? —preguntó Mei, su voz casi un susurro.
Amelia negó lentamente con la cabeza. —No, no lo fue —admitió—. Pero la verdadera victoria no siempre se consigue destruyendo a tus enemigos, sino encontrando una forma de hacer que se alineen contigo… o que teman hacerlo de otro modo.
Mei asintió, admirando la firmeza de Amelia y su capacidad para enfrentarse a un enemigo como Laura con una estrategia tan calculada. Estaba aprendiendo que Amelia no solo era fuerte, sino también astuta y, a su manera, compasiva.
—Espero que hayamos tomado la decisión correcta —murmuró Mei.
—Lo hicimos —respondió Amelia, con una confianza renovada—. Y si no, ya veremos cómo manejarlo cuando llegue el momento.
Ambas mujeres intercambiaron una mirada de entendimiento antes de que Amelia se girara para salir de la sala. Sabían que aún había muchas batallas por delante, pero por ahora, habían logrado algo importante: establecer su lugar en ese complejo juego de poder y demostrar que no eran solo piezas secundarias.