La reunión había terminado, y mientras los demás ejecutivos abandonaban la sala, Jason se acercó a Amelia, su rostro serio, inexpresivo. Se detuvo por un momento, mirándola con una intensidad que la hizo sentir una mezcla de orgullo y temor. Sin decir una palabra, inclinó ligeramente la cabeza hacia la puerta, indicándole que lo siguiera.
—Acompáñame a mi despacho —dijo finalmente, su voz baja y firme, cargada de un tono que no permitía ninguna duda.
Amelia asintió, pero su corazón comenzó a latir con fuerza. Ese tono... algo no estaba bien. A lo largo de la reunión, había demostrado su valía, enfrentándose a Laura con una fuerza que nunca antes había mostrado. Había sentido el respeto de los demás directivos y había dejado claro que su posición no estaba en discusión. Entonces, ¿por qué Jason quería hablar con ella? Y, sobre todo, ¿por qué había utilizado ese tono gélido, casi distante, cuando la llamó?
El pasillo hacia el despacho de Jason se le antojaba más largo de lo habitual. Jason caminaba medio paso detrás de ella, en silencio. Cada paso que daba Amelia aumentaba la tensión en su pecho. La confianza que había sentido durante la reunión comenzaba a desmoronarse, reemplazada por una sensación de incertidumbre que se expandía con cada segundo de silencio.
Intentó calmarse, diciéndose a sí misma que no había hecho nada malo. Al contrario, había cumplido más allá de las expectativas. Pero las dudas seguían carcomiéndola. "¿Está enfadado? ¿Quizás piensa que fui demasiado lejos con Laura? ¿Habré hecho algo que lo haya molestado?", se preguntaba mientras avanzaban por el pasillo en dirección a la oficina de Jason.
Cuando finalmente llegaron al despacho, Jason abrió la puerta y la dejó pasar antes de cerrar la puerta detrás de ellos con un suave clic, un sonido que resonó en la cabeza de Amelia como una señal de alarma. El silencio en la habitación era casi asfixiante. Jason no dijo nada al principio, solo la miraba con esa mirada impenetrable que la desconcertaba. Amelia sintió un nudo formarse en su estómago. No sabía qué esperaba, pero la incertidumbre era peor que cualquier reproche directo.
Amelia abrió la boca para hablar, para preguntarle qué sucedía, pero antes de que pudiera pronunciar una palabra, Jason se acercó a ella con una rapidez que no esperaba. La tensión que la había estado atormentando se desvaneció en un instante cuando Jason la atrajo hacia él con firmeza, rompiendo el hielo con un gesto que no necesitaba palabras. La envolvió con sus brazos, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios estaban sobre los de ella, en un beso intenso y profundo que hizo que todas sus preocupaciones se desvanecieran.
El beso de Jason había sido todo menos suave, cargado de una pasión contenida que dejó a Amelia sin aliento. La forma en que la sujetaba, con fuerza pero sin agresividad, hacía que sus preocupaciones y dudas se desvanecieran. Era como si, en ese momento, él estuviera asegurándole que todo estaba bien, que ella estaba a salvo. Pero cuando finalmente se separaron, la expresión de Jason cambió. Lo que había sido un gesto de pura pasión ahora se transformaba en una mirada intensa, una que Amelia no sabía cómo interpretar.
Jason la miraba con una seriedad que nunca antes había visto en él. Aunque el beso había llenado su pecho de confianza y esperanza, esa mirada era desconcertante. Un nudo de inquietud comenzó a formarse nuevamente en el estómago de Amelia, la duda regresaba, y la realidad del momento se imponía.
—¿Qué ocurre? —preguntó finalmente Amelia, su voz apenas un susurro, pero cargada de timidez y preocupación.
Jason no respondió de inmediato. En lugar de eso, se levantó y caminó lentamente hacia su escritorio, tomando asiento con una tranquilidad que no hacía más que aumentar la tensión en el aire. El silencio en la habitación era casi palpable, pesado, como si Jason estuviera eligiendo cuidadosamente las palabras que iba a pronunciar.
—Amelia... —empezó, su voz era firme pero sin rastro de enojo—. ¿Eres consciente de que te has puesto a varios directivos en contra con lo que has hecho hoy?
El corazón de Amelia dio un vuelco. Por un instante, sintió como si el suelo bajo sus pies se tambaleara. Había esperado elogios, quizá una muestra de orgullo por parte de Jason, pero no esto. De repente, las palabras que había dicho durante la reunión comenzaron a resonar en su mente, y la seguridad que había sentido se desvaneció en un torrente de dudas.
—Yo... —Amelia intentó hablar, pero las palabras no le salían. Bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de la de Jason por más tiempo—. Creí que estaba haciendo lo correcto.
Jason la observaba con una calma calculada, pero en sus ojos había algo que la inquietaba, como si estuviera midiendo cada uno de sus movimientos, cada palabra que decía.
—Lo hiciste bien —dijo finalmente, sorprendiendo a Amelia—. Más que bien, en realidad. Fuiste brillante. —Jason se inclinó hacia adelante, entrelazando los dedos mientras la miraba fijamente—. Pero debes entender que, en el mundo en el que te mueves ahora, no basta con tener razón o ser la mejor. Aquí, ganar no siempre significa que todos te apoyarán. A veces, ganar también significa hacer enemigos. ¿Estás preparada para eso?
Amelia sintió una mezcla de alivio y temor ante las palabras de Jason. Su corazón latía rápidamente, y aunque la tranquilidad había vuelto en parte, no podía dejar de preguntarse qué tan grave era la situación. Claro, había dejado en evidencia a Laura, había desafiado a otros directivos, pero no pensaba que fuera algo que llegara a este nivel. Jason la estaba advirtiendo, no con enfado, sino con algo más profundo: preocupación.
—Sabía que no todos estarían contentos... —respondió Amelia, eligiendo sus palabras con cuidado—, pero no pensé que fuera tan grave.
Jason se levantó de su silla, caminando hacia ella con pasos lentos pero decididos. Al llegar a su lado, la miró con una mezcla de admiración y seriedad.
—Amelia, acabas de mostrarle a varios directivos que eres una amenaza para su posición. Laura no es la única que se siente amenazada por ti. —Levantó la mano y acarició su rostro suavemente, como si quisiera mitigar el peso de sus palabras—. Lo que hiciste hoy fue necesario, pero con cada paso que das, te acercas más al fuego. Y yo... —Jason hizo una pausa, sus dedos deteniéndose un segundo sobre su mejilla antes de continuar— no puedo protegerte de todo.
Amelia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Había esperado ser advertida sobre las implicaciones de sus acciones, pero escuchar a Jason admitir que no podría protegerla de todo la hacía consciente del peligro real que la rodeaba. El mundo empresarial no era solo un campo de batalla de egos; era un lugar donde las traiciones, los juegos sucios y las alianzas secretas podían destruir a cualquiera.
—No quiero que me protejas de todo —dijo Amelia con firmeza, sintiendo una oleada de valentía que no esperaba—. Sé lo que he hecho y sé que habré hecho enemigos, pero estoy lista para enfrentar lo que venga. No voy a dar marcha atrás ahora.
Jason la miraba con una mezcla de orgullo y preocupación, una expresión que no pasó desapercibida para Amelia. Sabía que ella era fuerte, más de lo que cualquiera, incluyéndolo a él, hubiera imaginado al principio. Pero también sabía que el mundo en el que estaba entrando no perdonaba ni la inexperiencia ni los errores. Había demasiados ojos sobre ella, demasiadas personas esperando verla fallar. Y eso lo inquietaba.
—Lo sé —dijo Jason finalmente, su voz se suavizó, pero el peso de su preocupación seguía presente—. Y eso es lo que me preocupa.
Jason se inclinó hacia ella de nuevo, besándola con una ternura que contrastaba con la seriedad de sus palabras. Esta vez, el beso no estaba cargado de pasión, sino de una necesidad más profunda: recordarle que no estaba sola en todo esto, que aunque el futuro fuera incierto, él estaría a su lado, siempre.
Cuando sus labios se separaron, Jason permaneció cerca de ella, su frente casi tocando la de Amelia, como si esa cercanía fuera suficiente para protegerla de todo lo que estaba por venir. Pero sabía que no era así. Sabía que, tarde o temprano, ella tendría que enfrentarse a esos desafíos sola.
—A cargo de "Energreen Solutions" solo estarás mientras estemos en Hesperia —dijo Jason, su voz era calmada, pero había un trasfondo de advertencia en sus palabras—. Pero esto debe servirte de aprendizaje, de preparación, para lo que viene cuando volemos a Suryavanti y te hagas cargo de "Luminis Luxuria Group". Allí estarás sola, Amelia. Será tu propio grupo empresarial, y no tendrás a nadie por encima de ti para cuidar de cada detalle. Todo estará en tus manos.
Amelia sintió que una ola de incertidumbre se alzaba dentro de ella. Sabía que Jason estaba en lo cierto, que este era solo el principio de algo mucho más grande. Pero la responsabilidad que él le estaba describiendo era abrumadora. Sola en Suryavanti, al mando de un imperio que ella apenas había comenzado a comprender. Y, más allá de todo, el constante miedo latente del Maestro, esa figura ominosa que parecía acechar en las sombras, esperando el momento adecuado para actuar.
Suspiró, dejando que el peso de esas palabras se asentara sobre sus hombros. Luchar en Hesperia ya había sido lo suficientemente complicado, pero lo que les esperaba en Suryavanti era mucho más peligroso.
—¿Merece la pena todo este esfuerzo? —preguntó Amelia, su voz apenas un susurro, reflejando el miedo que intentaba reprimir. Bajó la mirada, insegura—. En unos meses, podría acabar muerta o, peor aún, presa de lo que sea que ese Maestro vuestro quiera de mí. ¿Cómo puedo prepararme para algo tan incierto, algo tan aterrador?
La desesperación en su tono hizo que Jason se tensara. Él había visto a Amelia enfrentarse a los desafíos con una valentía admirable, pero ahora, por primera vez, veía cuán profundamente la aterrorizaba el futuro. Ella no lo estaba diciendo solo como una posibilidad lejana; lo sentía como una amenaza real que se cernía sobre ellos.
—Amelia, mírame —pidió Jason, levantando suavemente su barbilla para que sus ojos se encontraran.
Ella lo miró, y en esos ojos verdes, Jason pudo ver el miedo, pero también la determinación, aunque estuviera enterrada bajo capas de duda.
—Merece la pena —dijo Jason con una firmeza que no admitía dudas—. Lo que estamos haciendo ahora, lo que tú estás construyendo, es lo único que nos puede dar una oportunidad de escapar de su control. El Maestro... —Jason hizo una pausa, buscando las palabras correctas para describir lo indescriptible—. Es más poderoso de lo que te imaginas, lo sé. Inmaculada y yo hemos intentado durante años entender sus intenciones, pero nunca hemos podido obtener respuestas claras. Lo único que sabemos con certeza es que él te quiere cerca... pero no sabemos por qué.
El silencio que siguió fue tan pesado que parecía que el aire mismo hubiera desaparecido de la habitación. Amelia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar esas palabras. El hecho de que ni siquiera Jason, con todo su poder y sus conexiones, pudiera entender al Maestro, hacía que la amenaza pareciera aún más tangible.
—Si al final no te retiene —continuó Jason, su voz más suave ahora, casi consoladora—, debes estar preparada para tomar el control de tu vida. No podemos permitir que el miedo nos paralice. Si el Maestro te deja ir, debes ser capaz de tomar el timón y dirigir tu propio destino, sin depender de nadie. Y eso es lo que estoy tratando de enseñarte ahora.
Amelia apretó los puños, su mente luchaba por procesar todo lo que estaba en juego. Había sido empujada a este mundo de poder y traiciones, y aunque estaba aprendiendo a navegarlo, aún se sentía fuera de lugar, como si en cualquier momento todo pudiera desmoronarse. La idea de que el Maestro pudiera decidir sobre su vida, su destino, sin que ella tuviera una palabra al respecto, la llenaba de rabia. Pero junto a esa rabia, había una chispa de esperanza, de desafío. No quería ser una marioneta, ni de Jason, ni de nadie.
—Quiero ser libre, Jason —dijo Amelia finalmente, su voz temblaba ligeramente, pero su mirada era firme—. No quiero vivir bajo la sombra de un hombre que ni siquiera conozco, ni de tu familia, ni de nadie. Quiero controlar mi vida, tomar mis propias decisiones. Pero no sé si puedo hacerlo. Todo esto es... demasiado grande.
Jason se acercó más a ella, tomando sus manos con las suyas. Sus ojos azules se clavaron en los de Amelia con una intensidad que la dejó sin aliento.
—Puedes hacerlo —dijo, sin titubear—. Lo has demostrado hoy, en esa reunión. Has demostrado que tienes la fuerza para enfrentarte a cualquiera, incluso a personas como Laura. Tienes el potencial de ser mucho más de lo que imaginas, pero necesitas creer en ti misma. Yo no puedo hacer eso por ti. Solo tú puedes decidir qué clase de futuro quieres.
Amelia asintió lentamente, dejando que las palabras de Jason se asentaran en su mente. El miedo seguía ahí, presente, pero también lo estaba la oportunidad. Si sobrevivía al Maestro, si lograba superar todos estos desafíos, tendría la libertad que tanto anhelaba. Pero esa libertad tenía un precio, y sabía que no sería fácil de conseguir.
—¿Y qué pasa si no sobrevivo? —preguntó Amelia en un susurro, sus palabras reflejaban el miedo más profundo que había estado tratando de ignorar—. ¿Qué pasa si el Maestro decide que no soy más que una pieza en su juego?
Jason apretó sus manos con más fuerza, y por primera vez, Amelia vio una sombra de vulnerabilidad en su mirada.
—Si eso sucede... —dijo con voz baja, pero firme—, lucharé por ti. Pero no puedo prometer que siempre estaré a tu lado para protegerte. Lo único que puedo prometerte es que haré todo lo que esté en mi poder para que sobrevivas, para que tengamos una vida juntos. Pero también debes luchar. Tienes que ser más fuerte de lo que jamás has sido.
Amelia asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad que se le estaba entregando. Pero también sintió algo más: la certeza de que, pase lo que pase, lucharía. Por su vida, por su libertad y por el futuro que aún no conocía, pero que estaba dispuesta a construir.
El destino que los esperaba en Suryavanti era incierto, pero ahora, en ese momento, estaba segura de algo: haría lo que fuera necesario para sobrevivir y tener el control de su vida, aunque tuviera que enfrentarse al Maestro mismo.