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Chapter 87 - 087. Tejiendo la Trampa

Laura estaba sentada en una cafetería de lujo, mirando su reloj con impaciencia. Había acordado reunirse con Diego para afinar los detalles de lo que sería la jugada más arriesgada que jamás había hecho. Sabía que Amelia era lista, y cada vez más inalcanzable, pero Laura confiaba en sus propias habilidades. Con Diego a su lado, estaba convencida de que el plan funcionaría.

Diego llegó puntual, su aire despreocupado y confiado no hacía más que irritar a Laura. Esa actitud relajada y su carisma despreocupado eran justamente lo que lo hacían perfecto para la tarea. Pero aún así, no le gustaba sentir que dependía de él.

—Bien, dime cómo planeas hacerlo —dijo Laura sin preámbulos, con su mirada fija en los ojos de Diego.

Diego se recostó en la silla, con una sonrisa perezosa en los labios. Le gustaban los desafíos, y seducir a alguien tan inalcanzable como Amelia era un reto que lo emocionaba. No porque realmente sintiera nada por ella, sino porque sabía que estaba ante un juego de poder. Y ganar siempre lo motivaba.

—No puedo simplemente acercarme a Amelia y esperar que caiga a mis pies —empezó Diego, haciendo girar la taza de café entre sus manos—. Ella es lista, tiene a Jason, y, por lo que sé, no se deja impresionar fácilmente.

—Exacto. Pero no necesitas que esté realmente interesada en ti —respondió Laura, afilando su tono—. Solo necesitamos que lo parezca. Si conseguimos que se reúnan a solas en circunstancias comprometedoras y tomamos las fotos adecuadas, el daño estará hecho.

Diego asintió, su mente ya trabajando en los detalles. Sabía que Laura quería destruir a Amelia, y él podía hacerlo, pero necesitaba ser estratégico. Sabía que no era una tarea sencilla.

—Lo primero —dijo Diego—, es sacarla de su ambiente controlado. Amelia está siempre en la mansión de Jason, rodeada de escoltas. Allí no podemos acercarnos. Pero he oído que tiene una invitación para un evento empresarial benéfico que se celebrará en dos semanas. Algo formal, exclusivo y, más importante, sin la presencia obligada de Jason o Mei. Esa es nuestra oportunidad.

Laura alzó una ceja, su curiosidad despertada.

—¿Y cómo vas a asegurarte de que Jason y Mei no estén allí? Sabes que Jason es tan protector con ella que no la deja sola ni un segundo.

Diego sonrió con esa seguridad que tanto molestaba y fascinaba a Laura.

—Jason ha sido invitado a una reunión crucial con un inversor extranjero ese mismo día. Me aseguré de que la fecha del evento coincidiera con su reunión. Mis contactos también se ocuparán de que Mei reciba una invitación especial a un evento en otra ciudad. Algo en su nombre, importante para su imagen pública. Si ambos están ocupados, Amelia tendrá que asistir sola, y es ahí donde entramos nosotros.

Laura empezó a relajarse. El plan sonaba astuto, y con Jason y Mei fuera del radar, Amelia estaría vulnerable.

—Bien, eso podría funcionar —admitió Laura, cruzándose de brazos—. Pero aún quedan los escoltas. Amelia no se mueve ni respira sin que esos gorilas estén sobre ella. Si ellos sospechan algo, todo se arruina.

Diego inclinó la cabeza, evaluando las opciones.

—Podemos manejarlos —dijo finalmente—. Conozco a gente que puede organizar una distracción en las afueras del evento. Algo lo suficientemente serio como para que los escoltas tengan que intervenir, pero no tan grave como para que llamen a más refuerzos. Un accidente en las inmediaciones, tal vez, algo que requiera su presencia pero que no ponga en peligro a Amelia. Mientras tanto, yo estaré en el evento, listo para "encontrarme" con ella de forma casual. Haré que parezca una charla inocente sobre negocios, algo que ella no pueda rechazar. Cuando los escoltas vuelvan, ya será tarde.

Laura lo observaba con atención, notando cómo cada pieza empezaba a encajar en su lugar.

—Y una vez que estén solos —continuó Diego—, la llevaré a un rincón más apartado, un lugar tranquilo. No será difícil. Ella no tiene por qué sospechar. Solo se trata de mantener las apariencias. Ahí es donde entra Luis.

Laura sonrió, ya visualizando cómo el fotógrafo capturaría el momento exacto. Luis era el hombre perfecto para este trabajo. Sabía cómo moverse en las sombras sin ser visto, y siempre lograba sacar lo peor de cada situación. Las fotos no necesitaban ser explícitas; solo algo ambiguo, algo que pareciera más de lo que era.

—Las imágenes correctas y el ángulo adecuado —dijo Diego, continuando—. Eso es todo lo que necesitamos. Luis tomará fotos de nosotros en un ambiente íntimo, de alguna sonrisa que parezca demasiado cercana o un roce que se vea más sugerente de lo que realmente es. Si todo sale según lo planeado, cuando Jason vea esas fotos, no tendrá más remedio que dudar de ella.

Laura asintió, satisfecha con la dirección que tomaba el plan.

—Perfecto —dijo Laura—. Pero no quiero dejar nada al azar. ¿Qué pasa si Amelia no baja la guardia o se muestra demasiado cautelosa? Necesitamos un plan de respaldo.

Diego se inclinó hacia adelante, bajando la voz un poco, como si estuviera compartiendo el secreto más oscuro.

—Si eso ocurre, tenemos una segunda opción. Aseguraremos que Luis esté listo para hacer fotos incluso si no logro acercarme lo suficiente. El truco está en conseguir imágenes que parezcan comprometedoras. Algo tan simple como un falso mensaje de texto, algo que pueda manipular su teléfono. Le mandaré una invitación para una reunión secreta, con un pretexto empresarial. Una vez que llegue al lugar de la "reunión", Luis ya estará allí esperando. Las fotos las tomaremos, lo quiera ella o no.

Laura rió, disfrutando de la malicia en los detalles del plan.

—Me estoy jugando mucho con esto, Diego —advirtió, su tono se volvió más serio—. No puede haber errores. Amelia es más fuerte de lo que parece, y Jason no es alguien con quien podamos jugar.

Diego se recostó en su silla, tranquilo como siempre.

—Confía en mí. Sé cómo hacer que esto funcione. A Jason le llegará lo que queremos que vea, y él hará el resto. Nadie duda de una imagen, Laura. Y una vez que la duda esté plantada en su cabeza, será cuestión de tiempo.

Laura observó el rostro confiado de Diego, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que el control volvía a estar en sus manos. Amelia había logrado humillarla, pero pronto sentiría el peso de su propia trampa.

—Perfecto —repitió Laura, levantándose—. Nos reunimos en unos días para asegurarnos de que todo esté en marcha. Que Luis esté listo, y que el equipo de distracción esté preparado.

Diego observó cómo Laura se alejaba, su figura elegante deslizándose entre las mesas de la cafetería con una confianza fría y calculada. La sombra de una sonrisa apareció en su rostro mientras la veía irse, pero cuando ella desapareció por completo, esa sonrisa se desvaneció. Sabía perfectamente que Amelia no era una presa fácil. Laura podía soñar con su plan perfecto, pero Diego no compartía ese optimismo ciego. Amelia era diferente.

Tomó su teléfono y volvió a mirar la foto de Amelia que tenía guardada. La imagen era simple: una toma en un evento, con su cabello castaño suelto, su mirada seria, pero delicada. Era hermosa, no se podía negar. Pero esa belleza tenía una capa oculta, una armadura que él debía atravesar si quería que este plan funcionara. No era como las otras mujeres que había conquistado con una sonrisa y unas pocas palabras cuidadosamente elegidas.

Amelia no se dejaría seducir fácilmente. Tenía un aura de peligro que lo ponía en guardia, una sensación de que cualquier movimiento en falso podría acabar con él, como había sucedido con Sandro. Diego había escuchado las historias, rumores vagos pero inquietantes sobre lo que había sucedido con aquellos que cruzaban el camino de Jason Xiting y Amelia. Misteriosos accidentes, desapariciones repentinas, y muertes sin explicación clara. Un escalofrío recorrió su columna vertebral. 

¿Y si todo esto terminaba mal para él?

Sacudió la cabeza. No podía permitirse ese tipo de dudas. Había aceptado el trabajo y, además, la paga era demasiado buena para echarse atrás. Pero no se trataba solo del dinero. Era el reto lo que lo atraía. A Diego siempre le había gustado el juego de la seducción, pero en este caso, el juego era mucho más peligroso, lo que lo hacía más tentador. Ver a Amelia caer, verla atrapada en una situación de la que no podría escapar, eso era lo que realmente lo excitaba.

Se llevó la taza de café a los labios, saboreando el amargo líquido mientras miraba fijamente la foto en su teléfono. "Amelia Montalbán", repitió en su mente. Un enigma envuelto en misterio. La información que había reunido sobre ella era mínima. Nada sobre su vida antes de Estados Unidos, nada sobre sus pasatiempos o debilidades, como si hubiera surgido de la nada. Esa falta de información lo inquietaba. Sabía que para tener éxito, tendría que descubrir más, pero Amelia era hermética, protegida por muros invisibles que Diego tendría que derribar lentamente.

"¿Qué le gusta? ¿Qué la atrae? ¿Cómo puedo ganarme su confianza?" Las preguntas giraban en su mente, y sabía que no había respuestas fáciles. El encanto y la seducción habituales no funcionarían con alguien como Amelia. Era una mujer marcada por la desconfianza y la cautela, especialmente desde que había sido testigo del destino de Sandro. "Mierda," pensó Diego. "Con cualquier otra ya habría tenido una estrategia clara, pero con esta mujer... no será tan sencillo."

Aun así, eso lo motivaba más. "Lo difícil siempre es más divertido," pensó. No solo se trataba de cumplir con lo que Laura quería. Esto se había vuelto personal. Amelia, con su perfección inalcanzable, con esa seriedad que envolvía su belleza, era un reto que despertaba en él algo primitivo. "Voy a derribar esa fachada, Amelia. Tarde o temprano, todos caen. Y tú no serás la excepción."

Terminó su café, sintiendo el calor del líquido descender por su garganta. Se levantó lentamente, echando un último vistazo a la imagen de Amelia antes de guardar el teléfono en el bolsillo de su chaqueta. Al salir de la cafetería, un rayo de sol atravesaba las nubes, iluminando la ciudad frente a él. Pero en su mente, solo había sombras, porque sabía que estaba a punto de sumergirse en un juego peligroso.

Diego caminó por las calles, su mente aún dándole vueltas a las piezas del plan. "Necesito que baje la guardia," pensaba. "Tiene que haber algo que la haga vulnerable." No sería suficiente con una conversación casual. Tendría que conocer su ritmo, anticipar sus movimientos, y sobre todo, encontrar ese resquicio, esa grieta en la armadura que pudiera usar a su favor. Diego era un hombre paciente cuando el premio lo merecía, y esta vez el premio era mucho más que una simple victoria.

Mientras avanzaba entre la multitud, su rostro adoptó una expresión calculadora, como si ya estuviera viendo los resultados de su jugada. Amelia podía ser cuidadosa, podía ser fuerte, pero incluso la mujer más fuerte tiene un punto débil. "Y cuando lo encuentre," pensó, "será el fin de tu perfecta vida con Jason."

Diego se movía por las calles con una determinación que casi se podía palpar en el aire. Sabía que seducir a Amelia no sería una tarea sencilla, pero la dificultad solo aumentaba la emoción. Amelia no era una presa fácil, y eso lo hacía aún más interesante. Tendría que acercarse con cuidado, calculando cada movimiento, cada palabra, hasta encontrar ese momento en el que ella bajara la guardia.

"Esto no va a ser rápido," pensó, mientras cruzaba la calle. Pero estaba preparado para el desafío. Seducir a Amelia no era solo un encargo bien remunerado, sino una oportunidad para demostrar su habilidad, su capacidad de quebrar incluso a la mujer más inalcanzable. El juego estaba en marcha, y Diego estaba dispuesto a jugarlo hasta el final, sin importar las consecuencias.

Pero en la Mansión de Jason, la historia tomaba un giro diferente. Mei, siempre vigilante, había estado siguiendo muy de cerca los movimientos de Laura y Diego. No le gustaban estos juegos sucios, pero en el fondo, sabía que observar a Amelia en una situación límite era una manera de probar su lealtad hacia su hermano Jason. "Quiero ver si realmente es digna de él," se dijo a sí misma, mientras revisaba la información que había recopilado.

Mei tenía sus dudas sobre Diego. Sabía que era un hombre atractivo, con un historial de conquistas impresionante, pero algo en él la inquietaba. Mientras investigaba más profundamente, decidió hackear el teléfono de Diego. Fue fácil, más de lo que había esperado. En cuestión de minutos, había accedido a sus archivos personales, incluyendo un enlace a un almacenamiento en la nube protegido. 

Con un rápido movimiento, Mei rompió la protección y se adentró en un oscuro archivo que hizo que su estómago se revolviera. ""Ciento treinta y siete carpetas"", cada una con el nombre de una mujer diferente. Intrigada y, al mismo tiempo, asqueada, decidió abrir una de ellas al azar. Al hacerlo, se encontró con un archivo detallado de datos sobre la mujer: información personal, fechas de citas, detalles íntimos sobre su relación con Diego, y, lo peor de todo, una especie de "registro" donde Diego anotaba cuándo y cómo había logrado acostarse con ella. Cada encuentro estaba descrito con una frialdad que la dejó helada, y lo acompañaban notas sobre el "rendimiento" de la mujer en el acto sexual.

Mei cerró el archivo por un momento, sintiendo una oleada de repulsión. "¿Qué clase de hombre hace esto?" pensó. Pero la curiosidad, y el deber de proteger a Amelia, la impulsaron a continuar. Abrió las fotos. Al principio, parecían imágenes normales: cenas elegantes, momentos en eventos sociales. Pero conforme avanzaba en las imágenes, la cosa se tornaba oscura. Las últimas fotos mostraban a la mujer dormida, desnuda, con primeros planos de sus partes íntimas, claramente sin su consentimiento. El asco que Mei sintió en ese momento fue tan intenso que tuvo que apartar la mirada por un segundo.

Decidió revisar los videos de la carpeta de esa mujer. Doce archivos. Cada uno mostraba a Diego en sus encuentros sexuales con esa mujer, grabados con cámaras ocultas. Mei sintió un nudo en el estómago mientras veía las imágenes. No había duda de que esa mujer no tenía idea de que estaba siendo filmada. "Esto es más que despreciable," pensó, con una creciente sensación de ira.

Mei no se detuvo ahí. Sabía que no podía confiar solo en una carpeta. Abrió otras, seleccionando al azar. Todas eran similares: mujeres de diferentes niveles sociales, algunas de alta clase, otras de clase media. El patrón se repetía en todas. Fotos, videos, detalles íntimos... todo capturado y almacenado sin su consentimiento. Mei se encontró revisando las carpetas con una mezcla de asombro y rabia. Cada nueva carpeta que abría confirmaba lo que ya temía: Diego era un depredador, alguien que veía a las mujeres como trofeos, coleccionando momentos de su vulnerabilidad para su propio placer.

Luego encontró una carpeta que la detuvo en seco: "Amelia Antúnez." Al abrirla, sintió una mezcla de alivio y tensión. No había fotos explícitas de Amelia, ni videos comprometidos. Solo fotos de eventos públicos, sacadas de redes sociales, pero la presencia de su nombre en esa lista la hizo estremecerse. "Aún no la ha alcanzado," pensó Mei, sintiendo un leve respiro de alivio. Pero estaba claro que Amelia era uno de sus objetivos. "Esto no es solo una trampa para hundirla... esto es mucho peor."

Finalmente, algo más llamó su atención: "la carpeta de Laura Martínez." Mei dudó un segundo antes de abrirla, pero su curiosidad fue más fuerte. Al entrar, se dio cuenta de que Laura también había sido una víctima de Diego, años atrás. Fotos comprometedoras, videos ocultos... todo estaba ahí. Por un momento, Mei sintió una leve punzada de lástima por Laura. Sabía que, a pesar de todo lo que Laura había hecho contra Amelia, nadie merecía ser expuesto de esa manera.

Pero esa compasión desapareció rápidamente al recordar los intentos de Laura por destruir a Amelia. "Tal vez te merecías esto," pensó fríamente. Sin embargo, la idea de que alguien pudiera ser manipulado de esa manera le generaba una rabia que no podía ignorar. Mei, siempre pragmática, decidió copiar la carpeta completa de Laura. Ese archivo podría ser útil más adelante, quizás para desactivar el plan de Laura cuando fuera necesario o incluso como un arma para doblegarla si las cosas se complicaban.

Cuando terminó de revisar los archivos, Mei se quedó mirando la pantalla del ordenador, su mente procesando lo que había descubierto. "Diego es un monstruo," pensó con una mezcla de rabia y asco. "Esto no es solo una prueba para Amelia. Esto es ponerla en manos de un depredador." La idea de dejar a su futura cuñada en manos de alguien como Diego la hacía estremecerse. Sabía que había querido poner a prueba a Amelia, pero esto estaba más allá de lo que ella había imaginado.

Se levantó de su escritorio, su mente ya calculaba los próximos pasos. "No puedo dejar que esto pase," se dijo a sí misma. Diego no solo era un peligro para Amelia, sino para cualquier mujer que cruzara su camino. "Vigilaré cada uno de sus movimientos," pensó con determinación. "Y si se atreve a cruzar la línea con Amelia, pagará por ello."

Mei sabía que cuando llegara el momento, hablaría con Jason. Le mostraría todo lo que había descubierto, y entre ambos, decidirían el destino de Diego. Pero por ahora, tenía que jugar el juego en silencio, sin alertar a nadie. "Este hombre no escapará sin castigo," pensó, su expresión endureciéndose. "Y cuando llegue el momento, todas esas mujeres, incluso Laura, obtendrán su venganza."

La decisión estaba tomada. No solo protegería a Amelia, sino que se aseguraría de que Diego recibiera lo que se merecía.