Chereads / Vendida al destino / Chapter 74 - 074. Entre la culpa y la redención

Chapter 74 - 074. Entre la culpa y la redención

El pesado silencio que se había instalado en la habitación se rompió finalmente con la voz de Lourdes, quien habló con un tono grave que capturó la atención de todos. Cada palabra parecía resonar con un eco profundo, como si las paredes mismas de la mansión Montalbán estuvieran escuchando.

—Hay otra serie de asuntos que debemos tratar —comenzó Lourdes, su mirada se movió lentamente entre los presentes, deteniéndose un segundo más en Amelia, como si evaluara la fortaleza de la joven para enfrentar lo que venía a continuación—. La señora Montalbán tiene serias dudas sobre si podrá regresar a Hesperia algún día. Por ello, ha tomado la decisión de vaciar el ala de las novatas. Había considerado poner a Amelia a cargo de esa tarea, pero tiene ciertas reservas sobre si ella seguirá aquí mucho tiempo.

Las palabras de Lourdes cayeron como un balde de agua fría en la habitación. Jason y Mei intercambiaron miradas de desconcierto, sin comprender del todo las implicaciones de lo que acababan de escuchar. El ambiente, ya cargado de tensiones, se volvió aún más denso, casi opresivo. Amelia, por su parte, sintió que un nudo se formaba en su estómago, una mezcla de ansiedad y miedo al pensar en lo que significaba "vaciar el ala de las novatas."

Mientras los pensamientos se arremolinaban en su mente, Amelia no pudo evitar recordar su propio paso por esa ala, aunque breve. A diferencia de otras, su estancia había sido fugaz, casi como un sueño del que despertó demasiado pronto. Sin embargo, ahora, con la mención de su tiempo limitado en Hesperia, se enfrentaba a una nueva realidad. La creación de Luminis Luxuria Group y su establecimiento en Suryavanti, con sede en San Miguel, dejaba pocas dudas sobre dónde estaba destinado su futuro. Jason había insinuado la posibilidad de liquidar JX Group en Hesperia y comenzar de nuevo en Suryavanti, una idea que, aunque no del todo clara, comenzaba a tomar forma en su mente.

El silencio que siguió a las palabras de Lourdes se prolongó por unos segundos más, creando una tensión palpable en el aire. Finalmente, fue Amelia quien rompió ese silencio, su voz se escuchó firme, aunque la incertidumbre la corroía por dentro.

—¿Qué desea la Señora Montalbán de nosotros? —preguntó Amelia, con la mirada fija en Lourdes, como si buscara en sus ojos una respuesta que fuera más allá de las palabras.

Lourdes tomó un respiro profundo antes de responder, consciente del peso de lo que estaba a punto de decir.

—Necesitamos ayuda para asegurar un futuro digno para las actuales residentes del ala de las novatas. Ya ni siquiera esperamos poder "venderlas" a un buen marido, como se hacía antes. Nuestra intención ahora es dejarlas en libertad, pero nos gustaría contar con su ayuda para colocarlas en puestos donde puedan ser útiles como fuentes de información.

Paulina Parra, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, asintió levemente, confirmando con su expresión lo dicho por Lourdes. Sus palabras destaparon una verdad que siempre había estado latente, pero que nunca había sido pronunciada con tanta claridad. Aunque las novatas eran castigadas por sus pecados siendo transformadas en mujeres y obligadas a vivir como "floreros," la verdadera intención de Inmaculada siempre había sido crear una red de contactos influyentes, insertando amantes y esposas en las vidas de hombres poderosos. Ahora, la estrategia había cambiado: querían colocarlas en posiciones estratégicas dentro de diversas empresas.

Amelia reflexionó un momento, procesando la información. Sus pensamientos volvieron a su amiga, Lucía, y lo que podría significar esta nueva dirección para ella.

—Me gustaría contar con Lucía para los asuntos de Luminis Luxuria Group en Hesperia, si aún no le habéis encontrado acomodo —dijo Amelia, su voz era suave, pero había una firmeza en su tono que sugería que ya había tomado una decisión al respecto.

Lourdes y Paulina se miraron durante un largo segundo, una mueca de preocupación se formó en sus rostros, lo que hizo que el corazón de Amelia comenzara a latir con fuerza. Algo no estaba bien, y la intuición de Amelia, afinada por los recientes acontecimientos, comenzó a gritarle que había más de lo que le estaban diciendo.

—¿Qué ha ocurrido con Lucía? —preguntó Amelia, su voz ahora contenía un tono de urgencia y preocupación que no pudo ocultar.

Lourdes bajó la mirada por un momento, sus ojos reflejaban una profunda tristeza. Sabía que no había forma fácil de decir lo que venía a continuación.

—Como psicóloga de este lugar, soy responsable de lo que ha ocurrido —dijo Lourdes con voz baja, casi temblorosa—. Lucía intentó quitarse la vida. No está en condiciones de asumir ninguna responsabilidad en Luminis Luxuria Group o en cualquier otro lugar.

Las palabras de Lourdes resonaron en la habitación como un trueno, dejando a Amelia en un estado de shock. Amelia sintió que el suelo se deslizaba bajo sus pies, y una oleada de culpa y tristeza la invadió. Lucía, su amiga, la que siempre había mostrado una sonrisa a pesar de todo, ahora estaba al borde de la desesperación. Lourdes, por su parte, estaba visiblemente afectada. Ella era la encargada de cuidar la salud mental de todas las novatas y sabía que había fallado con Lucía. Este no era el primer caso, y lamentablemente, no sería el último. Las novatas estaban sometidas a una presión mental inimaginable. Eran hombres heterosexuales convertidos, de la noche a la mañana, en mujeres obligadas a mantener relaciones sexuales con otros hombres. El proceso de aceptación y el entrenamiento al que eran sometidas para cumplir ese rol eran brutales, casi inhumanos.

Amelia sabía que había tenido suerte. Desde el momento en que su vida dio un giro drástico, todo parecía haber sucedido a una velocidad vertiginosa. Su entrenamiento, por falta de tiempo, había sido breve, casi improvisado. Había encontrado a Jason en ese caos, y contra todo pronóstico, había congeniado rápidamente con él, creando un vínculo que la había salvado de caer en un abismo que muchas otras no lograban evitar. Pero la suerte de Amelia era una excepción. Para muchas, como Lucía, la presión de cumplir con los plazos impuestos, de encontrar un hombre adecuado en seis meses, resultaba insoportable, y el fracaso en esa misión podía romper incluso a los espíritus más fuertes.

Jason, sentado junto a Amelia, la observaba con cuidado mientras las palabras se formaban en su mente. Sabía que lo que estaba a punto de decir era delicado, que podría reabrir heridas que Amelia apenas había comenzado a cerrar.

—El problema para colocar a esas chicas en puestos de responsabilidad es su formación —dijo finalmente, su voz era baja, casi un susurro, como si temiera que el sonido de sus palabras pudiera causar algún daño. Hizo una pausa, sus ojos se movieron hacia Amelia, buscando una forma de expresar lo que pensaba sin herirla—. Cuando… cuando te elegí, Amelia, la mayoría de ellas carecían de una educación de alta calidad.

Lourdes y Paulina intercambiaron una mirada rápida, sus expresiones reflejaban la comprensión y la aceptación de una verdad incómoda. Sabían que Jason tenía razón. La mayoría de esas jóvenes habían sido educadas no para ser líderes, ni médicas, ni ingenieras, sino para complacer a los hombres, para ser adornos en sus vidas, esposas sumisas y obedientes. Era una realidad que no podían negar, aunque doliera reconocerlo. Los hombres que acudían a Inmaculada Montalbán no buscaban mujeres brillantes o con ambiciones profesionales. Querían mujeres que encajaran en moldes preestablecidos, mujeres que no desafiarían su autoridad, que se conformarían con el papel que les asignaban.

Amelia sintió un nudo en la garganta mientras escuchaba las palabras de Jason. Sabía que él no estaba hablando de ella en ese momento, pero no podía evitar sentirse incluida en esa generalización. Después de todo, ella había sido una de esas mujeres, una que, por suerte o destino, había encontrado una salida antes de ser moldeada completamente.

—Podríamos sacarlas del área de novatas y comenzar a prepararlas según las necesidades —sugirió Lourdes, su voz era un intento de ofrecer una solución, aunque en el fondo sabía que no era tan simple.

Amelia, que había estado luchando por mantener la compostura, no pudo evitar que su mente regresara a un pensamiento que la había atormentado desde que supo la verdad sobre el destino de las novatas que no lograban encontrar pareja.

—¿Pero si salían sin pareja del área de novatas no era para ser vendidas a una red de trata de blancas? —preguntó, su voz temblaba, cargada de incredulidad y miedo.

Lourdes la miró con una mezcla de compasión y tristeza. Sabía que esa era una verdad que Amelia había evitado enfrentar, una realidad demasiado oscura para ser aceptada fácilmente.

—No —comenzó Lourdes, su tono era firme, pero la tensión en su rostro era evidente—. El crimen cometido por vosotras, antes de ser convertidas, no es tan grave como para merecer un castigo tan atroz. Los crímenes que os llevaron aquí pudieron haber sido cosas como no actuar ante una violación cometida por un amigo o un familiar, o quizás el uso de inteligencia artificial para desnudar a una chica, pero solo para consumo personal. Otros casos podrían incluir la instalación de cámaras en dormitorios o vestuarios, pero sin difundir esas imágenes. Si esas imágenes se usan para extorsionar, o se publican en internet, o si se ha acosado, abusado o violado a una mujer, entonces sí se aplicaba el castigo de ser vendida a una red de trata de blancas.

La habitación se llenó de un silencio pesado, cada palabra de Lourdes parecía resonar en el aire, dejando un eco de horror que era difícil de ignorar. Jason sintió que su corazón se oprimía al ver la palidez que se extendía por el rostro de Amelia. Sus brazos la rodearon con más fuerza, como si quisiera protegerla del peso de la verdad que acababa de descubrir.

—Tú, Amelia —continuó Lourdes, su voz se suavizó, consciente de que lo que estaba a punto de decir podría destruirla—, estuviste muy cerca de ese destino. Pero tu valor era alto debido a tu sorprendente formación. Quizás, si hubieras llegado a esos seis o nueve meses, habrías tenido ese destino.

Las palabras golpearon a Amelia como una ola implacable. La idea de que podría haber terminado en un destino tan oscuro la hizo sentir un vértigo que amenazaba con arrastrarla. De repente, todo lo que había pensado sobre su vida, sobre su suerte, se desmoronó. Se sintió pequeña, insignificante, y sobre todo, indigna.

Mei, que había estado observando en silencio, sintió que algo se rompía dentro de ella al ver el dolor en los ojos de Amelia. No podía imaginar lo que su amiga había hecho en su vida anterior, pero ahora comenzaba a entender que, fuera lo que fuera, había sido suficiente para casi condenarla a un destino que ni siquiera podía soportar pensar.

Amelia se quedó inmóvil, atrapada en un remolino de emociones. Sentía que el mundo se cerraba a su alrededor, que el aire se volvía pesado e irrespirable. Por un momento, no pudo mirar a Jason. ¿Cómo podría hacerlo sabiendo lo cerca que había estado de convertirse en alguien que él no podría reconocer, en alguien que ni siquiera ella misma reconocería?

Pero Jason, con su mano firme en su espalda, la anclaba a la realidad. La miró con una mezcla de amor y preocupación, consciente de que las palabras no serían suficientes para calmar el torbellino que se desataba en su interior.

Amelia sabía que debía sentirse afortunada. Había encontrado a Jason y escapado de un destino mucho peor. Sin embargo, esa suerte ahora se sentía más como una carga, una cadena invisible que la ataba a un pasado del que no podía escapar. La idea de lo que podría haber sido, de lo que casi sucedió, la atormentaba, erosionando lentamente la sensación de alivio que había sentido al encontrar una nueva vida. ¿Cómo podría seguir adelante sabiendo lo que había estado a punto de ocurrir? ¿Cómo podría sentirse digna de alguien como Jason cuando la sombra de su pasado seguía acechándola, recordándole constantemente que, quizás, no merecía la vida que había encontrado?

Las lágrimas se acumularon en sus ojos, nublando su visión mientras una pregunta aterradora se formaba en su mente. Alzó la vista hacia Lourdes, su voz temblaba cuando finalmente se atrevió a hablar.

—Si Jason me devolviera... —comenzó, su voz era apenas un susurro, cargado de miedo y desesperación—. ¿En qué situación me encontraría?

La pregunta quedó flotando en el aire, pesada, llena de una angustia que resonó en la habitación. Lourdes parpadeó, sorprendida por la crudeza de las palabras de Amelia. No había una respuesta fácil. Por alguna razón, Amelia había ascendido a un estatus especial, alguien valiosa para Inmaculada. Si volviera a las manos de la Señora Montalbán, probablemente sería reclamada de inmediato, tal vez enviada a Suryavanti, pero el destino exacto era incierto, y esa incertidumbre solo hacía que la situación fuera más aterradora.

Antes de que Lourdes pudiera responder, Jason intervino, su voz firme y protectora llenó la habitación, sofocando cualquier posibilidad de duda.

—Amelia, no digas tonterías. Yo no te voy a devolver —dijo, su tono era profundo y lleno de una convicción inquebrantable. No había ni un atisbo de falsedad en sus palabras, solo una determinación férrea de mantenerla a su lado.

Amelia sintió que el nudo en su garganta se aflojaba ligeramente ante la seguridad en la voz de Jason, pero aún no podía deshacerse del temor que la envolvía. Fue entonces cuando Mei, con su característico humor ácido, decidió intervenir.

—Si Jason se cansa de ti, yo te acogería como mi amiga sirvienta —bromeó, aunque en su voz había una nota de seriedad—. Como esclava te desempeñas muy bien.

Aunque la frase estaba cargada de sarcasmo, Amelia comprendió que las palabras de Mei encerraban un mensaje más profundo: Mei también la protegería, no permitiría que cayera en el abismo al que temía regresar. Pero la forma en que Mei lo expresó provocó una risa nerviosa en Amelia, una risa que rápidamente se convirtió en un torrente de lágrimas. Esta vez, sin embargo, las lágrimas no eran de tristeza o miedo, sino de alivio. Dentro del desastre que había sido su vida reciente—el cambio de sexo, la separación de su familia, los traumas infligidos por Sandro y la incertidumbre sobre su futuro—había encontrado algo que no esperaba: personas increíbles que la valoraban y estaban dispuestas a luchar por ella.

—Ama Mei, estaría encantada de servirte si Jason me despreciara —respondió Amelia, tratando de seguir la broma con una sonrisa temblorosa mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

La tensión en la habitación disminuyó de golpe, y una atmósfera más ligera comenzó a asentarse. La broma entre Amelia y Mei, junto con el apoyo firme de Jason, había logrado disipar, aunque fuera temporalmente, el miedo que había estado pesando sobre todos ellos.

Sin embargo, Jason sabía que había que retomar el tema delicado de la situación en Hesperia y las decisiones que debían tomar.

—Amelia necesitará crear una estructura para gestionar "Luminis Luxuria Group" en Hesperia y encontrar una joven para sustituirla como directora de "Energreen Solutions". ¿Es posible formar adecuadamente a las chicas restantes en el área de las novatas para esos roles? —preguntó Jason, su voz era tranquila, pero su tono dejaba claro que era un asunto urgente.

Lourdes y Paulina intercambiaron una mirada cargada de significado. Sabían que, en teoría, era posible. Las jóvenes producidas por el gusano tenían una capacidad sorprendente para adquirir conocimientos rápidamente y podían sobresalir en cualquier campo. Ambas mujeres habían discutido en privado la posibilidad de someterse a un procedimiento similar, conscientes de los beneficios que podría aportarles, aunque las razones detrás de ese deseo eran muy diferentes. Sin embargo, ambas entendían que formar a las chicas para estos roles no sería un proceso inmediato.

—Podría ser posible, pero su formación llevaría entre seis meses a un año para ser excepcionales en esos puestos —admitió Lourdes, con un tono que reflejaba la complejidad de la situación—. En tres meses estarían muy verdes, pero si destináis a algunos directivos de vuestra empresa para ayudarlas durante otros tres o seis meses, podrían estar listas en ese tiempo para asumir los puestos sin ayuda.

La respuesta de Lourdes fue recibida con una mezcla de alivio y frustración. Amelia sabía que no podía retrasar la formación de la sede en Hesperia por mucho tiempo si quería dejar funcionando el grupo en este país. Sin embargo, el tiempo necesario para formar adecuadamente a las chicas complicaba sus planes. Mientras reflexionaba sobre las palabras de Lourdes, su mente comenzó a considerar otras opciones, sopesando la necesidad real de contar con ese personal en Hesperia frente a las alternativas.

El "Luminis Luxuria Group" no necesariamente requería una gran presencia en Hesperia. La globalización había hecho que muchas operaciones pudieran gestionarse desde cualquier parte del mundo. Amelia comenzó a considerar la posibilidad de llevar a las chicas consigo a Suryavanti, donde podría supervisar su formación más de cerca y asegurar que encajaran en sus empresas allí.

—¿Cuántas mujeres quedan en el área de las novatas? —preguntó Amelia, tratando de calcular cuántas de ellas podrían ser trasladadas y cuántas necesitarían encontrar su lugar en Hesperia. Recordaba que no eran muchas, y algunas de ellas ya tenían romances bastante avanzados.