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Chapter 2 - Capitulo 2: Un Niño arrogante

La historia continúa

Miguel y el señor Duck estaban en camino a un destino desconocido. Miguel lo observaba con determinación, con la intención clara de acabar con él.

—¿Cómo te llamas, niño? —preguntó el señor Duck.

—¿Eres sordo o idiota? El hombre te dijo que me llamo Miguel —respondió Miguel con arrogancia y hostilidad.

Miguel maquinaba cómo librarse de él, estaba a punto de atacar, pero entonces el señor Duck sonrió.

—Mucho gusto, Miguel —dijo el señor Duck con una sonrisa.

Miguel se sorprendió al notar que la sonrisa del señor Duck era similar a la de su antiguo amigo Rafael. Esa simple similitud fue suficiente para que decidiera no atacarlo por el momento.

—Mi nombre es Duck, sé que nos llevaremos bien —añadió el señor mientras seguía sonriendo.

Miguel se quedó en silencio, observándolo detenidamente. El viaje fue largo, duró seis días hasta llegar a una ciudad. Miguel se quedó asombrado por la estructura medieval de la ciudad.

—¿Te sorprende? —preguntó el señor Duck sonriendo.

—¿Qué te importa, viejo? —respondió Miguel con arrogancia.

—Esta es mi capital, Lendrus —dijo el señor Duck, sonriendo.

—¿Tu capital? —preguntó Miguel, sorprendido.

—Soy el rey de toda Britania —respondió el señor Duck con orgullo.

—¿Por qué me compraste? —preguntó Miguel, con arrogancia.

—Pronto mi reino entrará en guerra con el reino de Dirnama y también podríamos ser atacados por los vikingos —respondió el señor Duck, con una expresión preocupada.

—¿Y qué tengo que ver yo en todo eso, idiota? —preguntó Miguel, arrogante.

—Serás mi mano derecha durante la guerra,  al terminar a serás libre —respondió el señor Duck.

Miguel se sorprendió y aceptó ser su mano derecha simplemente porque el señor Duck se parecía a su anterior amigo Rafael.

—Seré tu mejor asesino en medio de la guerra, pero esto no nos hace amigos —dijo Miguel con arrogancia.

Mientras el carruaje avanzaba por las callejuelas de la ciudad, Miguel se permitió cuestionar en silencio la ausencia de una escolta real que les acompañase. ¿Si se trataba de un rey, por qué no le rodeaban guardias apropiados? No obstante, sus dudas fueron satisfactoriamente resueltas cuando la multitud que se aglomeraba en las calles comenzó a aplaudir al Rey con fervor y admiración. La expresión de adoración en los rostros de la gente era tan evidente que disipó por completo las dudas de Miguel.

Miguel desde lejo pudo ver el majestuoso castillo que se erguía imponente ante ellos, la sorpresa se dibujó en el rostro de Miguel. La grandiosidad y la majestuosidad del castillo eran impactantes, y el niño arrogante no pudo evitar sentir un escalofrío de asombro al verlo en todo su esplendor.

Al llegar a los pie del majestuoso castillo, el Rey se volvió hacia su mensajero y le ordenó en tono firme: "Llama a todos a la sala del trono". El mensajero asintió con rapidez y se apresuró a cumplir con la orden real, mientras el Rey y Miguel avanzaban por los imponentes pasillos del castillo hacia la sala del trono.

En la sala del trono, el Rey convocó a todos para presentar a su nueva mano derecha en la guerra que se avecinaba, dando a Miguel la oportunidad de demostrar su valía y lealtad. Sin embargo, la actitud altanera y despectiva de Miguel hacia el Rey y los presentes no pasó desapercibida.

El general militar, un hombre de honor y lealtad hacia el Rey, no tardó en sentirse insultado por la actitud de Miguel y decidió tomar cartas en el asunto. Desafiando a Miguel a un combate, el general mostró su determinación de no permitir faltas de respeto hacia su rey.

Miguel aceptó con una sonrisa arrogante. .El general, molesto por la insolencia del niño, desenvainó su espada. Miguel decidió pelear solo con sus puños. La pelea fue desigual, pero Miguel demostró valentía y determinación. En un momento sorpresivo, Miguel desarmó al general y lo acorraló con la espada en el cuello, demostrando su coraje y habilidad. La tensión se desvaneció y el general, impresionado, reconoció la valentía de Miguel.

Todos los presentes se sorprendieron por la agilidad y valentía de Miguel, el Rey se levantó de su trono.

"Compré a Miguel por 500 monedas de oro y ahora comprendo su elevado precio. Todos en la sala percibimos la agilidad y fuerza de Miguel" - exclamó el Rey Duck en voz alta.

Miguel estaba a punto de cortarle el cuello al gran general, pero quedó cautivado por la presencia de la hija de Duck. Ella era una joven de 14 años, con ojos azules como el mar, cabello rubio y corto, y de estatura baja. Miguel entregó la espada al general y se posicionó a un lado de Duck. El Rey Duck se percató de lo que sucedía y sonrió. La presentación continuó y culminó en un banquete con música, pero Miguel no se encontraba en la celebración. Estaba en la ventana de una torre del castillo, observando hacia abajo. A pesar de que habían pasado años desde que llegó a ese mundo, siempre pensaba en su abuela.

"¿Piensas lanzarte?" preguntó una voz desconocida.

Él se volvió rápidamente y adoptó posición de pelea, descubriendo que era la hija de Duck quien lo había interpelado. La miró con gesto molesto.

"Así que tú eres Miguel, el nuevo sirviente de mi padre", dijo la hija de Duck.

"¿A quién llamas sirviente, niña tonta?" respondió Miguel de forma arrogante.

"¿A quién llamas niña? ¡Soy mayor que tú, tengo 14 años!" replicó la hija de Duck, visiblemente molesta.

Miguel la ignoró con gesto de arrogancia y se encaminó hacia la salida.

"Eres un niño idiota, arrogante y maleducado", exclamó la hija de Duck mientras le lanzaba una patada.

Miguel no se inmutó y detuvo la patada con la mano, aunque la fuerza lo sorprendió y le dolió, casi dislocando el brazo. Estaba a punto de insultarla, pero la hija de Duck lo interrumpió con un golpe fuerte en la cara, haciéndolo retroceder aturdido. Miguel la miró fijamente, queriendo golpearla

Miguel lanzó de forma arrogante: "Golpeas como una niña", para después salir rápidamente del lugar, dejando a la hija de Duck discutiendo sola.

"¡¿Qué dijiste?! ¡Niño arrogante!" gritó enfadada la joven.

Mientras caminaba por los pasillos, Miguel se cruzó con Duck, quien le dijo que lo había estado buscando. Con su habitual arrogancia, Miguel respondió: "¿Qué quiere?"

Con educación, Duck le ofreció: "Déjame guiarte hasta tu habitación".

Caminaban por los pasillos cuando Duck observó la herida en el cachete de Miguel.

—¿Qué te pasó en la cara, Miguel? —preguntó Duck, con curiosidad.

—¿Qué importancia tiene para ti? Métete en tus asuntos —respondió Miguel, visiblemente molesto.

Al llegar a la habitación de Miguel, este entró y cerró la puerta rápidamente, sin darle a Duck la oportunidad de decir algo. Duck lo ignoró y se dispuso a terminar su deberes como rey.

Miguel, en su habitación, reflexionaba sobre la sorprendente fuerza de la hija de Duck. A pesar de su apariencia delicada y gentil, ella demostraba ser una persona gritona y fuerte.

Mientras tanto, Duck se encontraba en la sala de reuniones con sus consejeros cuando vio a su hija llegar visiblemente molesta.

—¿Por qué esa cara, mi princesita? —preguntó Duck con una sonrisa.

—Miguel me hizo enfadar, es un niño arrogante y maleducado —respondió ella, evidentemente molesta.

—Mi princesita, debes entender que desde que nació, siempre lo maltrataron. No tuvo la suerte de nacer como tú o como yo. Debes ponerte en su lugar —dijo Duck con voz serena.

Llena de lástima y arrepentimiento, ella no pudo evitar sentirse triste por él y decidió ir a disculparse. Caminó por los pasillos hacia la habitación de Miguel y tocó la puerta.

—¡LÁRGATE, NO ME IMPORTA QUIÉN SEAS! —gritó Miguel molesto.

—No seas un niño caprichoso y sé educado aunque sea por una sola vez —dijo, abriendo la puerta y llevándose una sorpresa al ver que él estaba desnudo cambiándose de ropa.

—Te dije que no entrara niña tonta —dijo Miguel avergonzado, cubriéndose.

—Perdón, solo vine a disculparme —dijo ella, sonrojada tapándose los ojos.

—¿Por qué te quedas parada? ¡Lárgate! —dijo Miguel mientras le daba pequeños empujones.

ella se cae y Miguel cae sobre ella. Ambos se miran por varios segundos, pero ella siente algo en su pierna. Al principio no entiende qué es, pero luego recuerda que Miguel está desnudo, lo cual solo puede significar una cosa. Con su pierna, empuja a Miguel, haciéndolo caer sobre una mesa, y ella grita repetidamente: "¡Eres un pervertido!" mientras corre, saliendo de la habitación sonrojada.

—¿Qué le pasa a esa niña tonta? —dijo Miguel adolorido.

Fin del capítulo