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Chapter 4 - Capitulo 4: Un Enfrentamiento sangriento

La historia continúa después de 4 días desde el intento de asesinato hacia Miguel

Alfred, el rey de Dirmana, se encontraba en la sala del consejo.

"Majestad, permítame que le pida disculpas por mi imprudencia. Mis espías fueron asesinados por Miguel", expresó el consejero del rey con preocupación.

"Ahora no podemos observar a nuestro enemigo. Le confié esta tarea y le advertí que fuera prudente con sus espías", respondió el rey Alfred, visiblemente enfadado.

"Por favor, majestad, perdóneme. No volveré a decepcionarlo", suplicó el consejero del rey con temor en su voz.

"—Por favor, llévenlo al calabozo", ordenó el rey Alfred.

Mientras tanto, Miguel se encontraba en la torre, sentado y contemplando la capital desde lo alto, perdido en sus pensamientos sobre su abuela.

Duke estaba reunido con sus consejeros, quienes le informaron acerca de las actividades del duque Héctor, quien estaba contrabandeando armas a los vikingos. Esta noticia enfureció mucho a Duke, a pesar de que apreciaba a Héctor por ser su primo, sabía que debía tomar medidas al respecto.

—Ordenó a uno de los mensajeros que llamara a Miguel, y después de unos minutos, éste llegó.

—Miguel, ha llegado el momento. Te informaré sobre tu primera misión —dijo Duck con seriedad.

—Espero que no sea tan aburrida, viejo —murmuró Miguel, visiblemente fastidiado.

—Tendrás que dirigirte al norte de mi reino y eliminar al Duque Héctor sin dejar testigos —dijo Duck con tono grave.

—Eso suena interesante. Aceptaré simplemente porque estoy aburrido —respondió Miguel de manera arrogante.

Duck le entregó a Miguel un mapa y un caballo. Después de 3 días, Miguel partió hacia su misión. El viaje era un poco largo y decidió detenerse en un pueblo cercano al mar para pasar la noche. Entró en una posada, alquiló una habitación y se dispuso a dormir. Sin embargo, fue despertado por un caos repentino. Miguel se levantó lentamente, salió de la posada y se encontró con un panorama desolador: el pueblo estaba siendo incendiado y la gente corría en todas direcciones.

—¿Quién ha causado este desastre? —se preguntó Miguel, frotándose los ojos por el sueño.

De repente, se sorprendió al darse cuenta de lo que estaba sucediendo: el pueblo estaba siendo saqueado y quemado por vikingos.

—Estos vikingos me recuerdan a los del mundo que dejé atrás. Por fin algo interesante —dijo Miguel sonriendo mientras se acercaba a ellos.

Al no soportar ver cómo iban a matar a una anciana, Miguel vio al vikingo levantando su hacha para acabar con ella. Actuando rápidamente, le propinó una patada en el pecho al agresor, haciéndolo retroceder y salvando así a la anciana.

—Muchas gracias, joven, te debo la vida —expresó la anciana entre lágrimas y sonrisas.

—Será mejor que te vayas, anciana —dijo Miguel sacando sus dagas.

El vikingo fijó su mirada en Miguel con una sonrisa psicópata. Sin previo aviso, el vikingo lanzó el primer ataque. Miguel, con movimientos rápidos y precisos, esquivaba los golpes del vikingo y contraatacaba con astucia.

Con un ágil movimiento, Miguel logra herir al vikingo en el brazo, causándole una herida profunda. A pesar de la ferocidad de su oponente, Miguel muestra una destreza impresionante al cortar la armadura y incapacitar al vikingo.

Finalmente, con un movimiento maestro, Miguel desarma al vikingo y lo deja rendido en el suelo, demostrando su valentía y habilidad en combate.

—Pensé que ustedes eran más fuertes, me decepcionan —dijo Miguel, cortándole el cuello al vikingo.

Al ver a uno de sus compañeros ser derrotado tan fácilmente, los vikingos rodearon a Miguel. Aunque preocupado, Miguel se preparó para pelear, empuñando sus dagas con determinación. Uno de los vikingos atacó con su hacha, pero Miguel lo esquivó hábilmente y clavó su daga en el corazón del enemigo cuya hacha quedó atascada en el suelo.

Mientras tanto, otro vikingo lanzó un ataque con su espada, pero Miguel lo esquivó trepando por su cuerpo hasta llegar a su hombro, donde clavó las dos dagas en los ojos del enemigo. Luego, con un salto y un giro hacia atrás, Miguel regresó a su posición de combate, mostrando su destreza y agilidad en la batalla.

Miguel apenas logró esquivar un rápido ataque de otro vikingo, pero no tuvo suerte con el siguiente golpe, recibiendo un fuerte impacto de una patada que lo hizo retroceder aturdido. Repentinamente, los lugareños decidieron unirse a la pelea, arremetiendo contra los vikingos con todo lo que tenían a mano.

La repentina intervención de los lugareños distrajo a los vikingos, permitiendo a Miguel acabarlos uno por uno con su destreza y valentía.

Finalmente, al caer el último vikingo al suelo, exhausto, Miguel se recostó, respirando agitadamente. Los lugareños se acercaron para ayudarlo y brindarle su apoyo después del arduo combate.

—¡NO ME TOQUEN! —gritó Miguel mientras se levantaba por sí mismo.

Se acercó a la anciana a la que había salvado y se aseguró de que estuviera bien. Posteriormente, buscó algo para escribir y redactó una carta. Dirigiéndose a un lugareño, le encomendó llevar el mensaje al castillo del rey.

—No creo que me permitan acercarme al castillo —expresó el señor con preocupación.

—Dile a cualquier guardia que Miguel le ordena llevar este mensaje al rey —dijo Miguel con cierto aire de arrogancia.

El señor partió velozmente hacia el castillo, montado a caballo y galopando rápidamente.

—Ustedes encárguense de repararlo todo, yo me marcho —declaró Miguel mientras tomaba las riendas de su caballo.

Prosiguió con su viaje, atravesando cada pueblo y asegurándose de que ningún vikingo saqueara el lugar. Tras un largo trayecto, arribó a la mansión del duque, donde trazó un plan para acabar con él.

Mientras tanto, el hombre al que Miguel le había encargado llevar el mensaje había llegado a la capital. Su avance hacia el castillo fue detenido por los guardias.

—Vete de aquí, campesino —dijo el guardia despreciándolo.

—Tengo un mensaje para el rey, es importante —dijo el señor, visiblemente preocupado.

—Si no te largas, te mataremos —advirtió el guardia.

—Tengo un mensaje de Miguel, un joven arrogante. Él me ha ordenado decirles que si no me dejan pasar para hablar con el rey, él mismo los matará con su daga —exclamó el señor con firmeza.

—¿M-Miguel? ¿Estás seguro? —balbuceó el guardia, claramente asustado.

—Sí, Miguel. Un niño muy arrogante, cabello negro y ojos azules —confirmó el señor.

Los guardias, no queriendo problemas con Miguel, permitieron al señor pasar, quien solicitó una audiencia con el rey, solicitud que fue aceptada de inmediato.

"Su Majestad, este mensaje es de parte de Miguel", anunció el señor, entregando el papel al rey. Este lo leyó atentamente, comprendiendo la urgente situación. Ordenó a sus guardias vigilar los pueblos cercanos al mar.

El rey se sorprendió por la preocupación de Miguel por las demás personas.

Mientras tanto, Miguel había secuestrado a un chico sirviente de su estatura, lo asesinó y le quitó la ropa para disfrazarse de sirviente. Entró sigilosamente por una ventana y se dirigió hacia la habitación del duque, sintiéndose nervioso. Para su suerte, nadie a su alrededor parecía notar su presencia.

Justo cuando iba a entrar, otro sirviente lo interrumpió:

—¿Qué haces aquí? ¡El amo Héctor está a punto de despertar! Vuelve a la cocina y termina de cocinar.

Miguel se dirige hacia la cocina y observa a los demás, ya que no sabe cocinar. Intenta imitar lo que hacen los demás para pasar desapercibido. Durante todo el día, no logra acercarse al duque y cumplir con su misión. La noche se aproxima, pero la presencia de muchos guardias vigilando impide que pueda llevar a cabo su objetivo.

Al día siguiente, mientras realizaba sus labores de sirviente, Miguel choca accidentalmente con la hija del duque, una joven atractiva. A punto de insultarlo, la joven se ve cautivada por la apariencia de Miguel y le pregunta su nombre. Él responde con el nombre "Rafael", lo cual sorprende a la joven al considerarlo inusual. Tras disculparse y marcharse sonrojada, Miguel suspira aliviado y continúa enfocado en acercarse al duque. Con el paso de los días, la hija del duque persiste en buscar a Miguel, quien opta por ignorarla.

Miguel estaba cansado de su papel como sirviente, siempre maltratado y sin poder hacer nada al respecto. Una noche, se dirige decidido hacia la habitación del duque, pero es detenido por dos guardias. Sin embargo, con sus dagas, logra deshacerse de ellos y entrar en la estancia del duque. Justo cuando está a punto de acabar con él, es interrumpido por un niño de su misma edad armado con una espada. En un ágil movimiento, Miguel lo aparta con una patada, pero el duque despierta y Miguel lo toma como rehén.

El rostro de aquel niño le resultaba familiar a Miguel, tras reflexionar, logra recordar que había sido uno de los niños que entrenaron junto a él.

—Te reconozco, eres Miguel, uno de los cinco mejores niños —dijo el joven mirando fijamente a Miguel.

—No te acerques, ni grites o lo mató, no me importa quién eres —respondió Miguel con firmeza y un gesto serio.

—Pero qué maleducado eres. Permíteme presentarme, me llamo Henry, ese nombre me lo puso mi amo, Héctor —dijo Henry educadamente.

—Duck me dijo que no puedo dejar testigos, tendré que matar a todos —pensó Miguel.

—No permitiré que mates al amo Héctor, te detendré —dijo Henry con determinación.

—¿Cómo lo harás? Estás a tres metros y mi daga está a centímetros del cuello de Héctor, dudo que seas tan rápido —dijo Miguel, mostrando una sonrisa psicópata.

—Así —dijo Henry, lanzando un pequeño cuchillo a gran velocidad.

Miguel desvió el cuchillo con su daga, pero rápidamente el duque atrapó a Miguel con una manta. Sin perder tiempo, Henry corrió y apuñaló en el hombro a Miguel a través de la manta. Miguel dio un giro y lanzó una patada, pero Henry la esquivó. Miguel retrocedió y se quitó la manta.

—Estás a salvo, amo Héctor. Por favor, ve y avisa a los demás guardias —dijo Henry, mirando fijamente a Miguel.

Miguel gritó: "¡No lo permitiré!" mientras lanzaba una de sus dagas hacia Héctor para evitar que escapara, pero Henry desvió la daga con su espada.

—Ahora te mataré, niño arrogante —dijo Henry mientras corría hacia Miguel y lo atacaba.

A pesar de estar herido, Miguel demostró una habilidad y agilidad sorprendentes al esquivar los primeros ataques de Henry con su daga.

Sin embargo, Henry no se deja intimidar y continúa presionando a Miguel con cortes precisos y certeros con su espada. A pesar de sus esfuerzos, Miguel se ve obligado a retroceder cada vez más, perdiendo terreno ante la fuerza y destreza de su oponente.

La sangre comienza a fluir de la herida de Miguel, mientras que Henry, con una expresión determinada en su rostro, avanza sin mostrar piedad ni misericordia. La desigualdad en armas empieza a notarse más claramente a medida que Miguel se ve cada vez más acorralado.

Con un esfuerzo desesperado y doloroso, Miguel cambia rápidamente la daga a su brazo derecho, donde tenía una herida en el hombro, clavándola en el ojo izquierdo de Henry. Este último no se esperaba un ataque de ese brazo herido, lo que le tomó por sorpresa.

A pesar de que Henry logra sujetar la mano de Miguel para evitar que siga hundiendo la daga, consigue golpear a Miguel en la cara, dejándolo momentáneamente aturdido.

A pesar de estar aturdido y con la daga clavada en su ojo, Henry sigue resistiendo. Miguel, decidido a acabar con la pelea, lo sujeta firmemente por la camisa y lo lanza por la ventana, rompiéndola en el proceso. Henry cae desde el tercer piso.

Miguel cae al suelo, arrodillado, respirando rápido para recuperar el aliento. Se levanta rápidamente, toma la daga que le lanzó Héctor y lo persigue sin titubear, consciente de que no puede dejar testigos a su paso. Sin vacilar, asesina a los sirvientes y guardianes que encuentran en su camino. Desde la distancia, observa cómo Héctor se sube a un carruaje junto a su familia para escapar, y sin dudarlo, Miguel se lanza tras ellos a través del bosque.

Héctor suspira al perder de vista a Miguel, pidiendo disculpas a Henry por dejarlo solo en ese momento de peligro. Sin embargo, su breve instante de tranquilidad se desvanece rápidamente cuando Miguel salta desde un árbol al carruaje, eliminando al cochero con la misma daga. El pánico se apodera del caballo, perdiendo el equilibrio y volcándose finalmente contra un árbol con un impacto devastador.

Héctor abre los ojos con terror al ver a su esposa sin vida. Con cuidado, toma a su hija y salen del carruaje, pero son detenidos por Miguel, cuya ira y apariencia ensangrentada los aterroriza.

"Te mataré lentamente y te haré sufrir", grita Miguel con furia descontrolada.

De repente, Henry emerge de los arbustos, visiblemente herido y con un ojo vendado. Al verlo, la furia de Miguel se desata aún más y corre hacia Henry para atacarlo sin piedad.

ambos luchan con determinación a pesar de sus heridas y el cansancio que los abruma. Henry, sin un ojo y un brazo roto, demuestra una fuerza de voluntad impresionante al manejar su espada con destreza, aunque su cuerpo y su mente claman por descanso.

Miguel, también herido y agotado, se enfrenta a Henry con agilidad y valentía, utilizando su daga para defenderse de los ataques de su oponente. A pesar de la situación desesperada en la que se encuentran, ambos combatientes luchan con todas sus fuerzas, determinados a no rendirse sin dar batalla.

Héctor intenta desesperadamente escapar, pero su hija entra en un estado de parálisis al ver a su madre sin vida, incapaz de moverse ante la escena aterradora. Héctor se esfuerza por calmar a su hija, pero sus intentos son en vano.

En medio del caos de la pelea, Henry recuerda su vida después de que Héctor lo comprara, una vida llena de momentos felices y de aprendizaje, lo cual le otorga una fuerza emocional renovada. Fortalecido por estos recuerdos, Henry acorrala a Miguel, haciendo que su espalda se encuentre contra un árbol.

Con un movimiento rápido, Henry intentó atacar a Miguel, pero este último logró esquivar el golpe, lo que provocó que la espada de Henry se quedara atascada en la madera del árbol. El sabia lo que estaba por venir, Henry pidió disculpas mentalmente a Héctor por su debilidad.

Miguel, con un movimiento rápido, corta el brazo de Henry, que sujetaba la espada atorada en el árbol. Acto seguido, cambia rápidamente la posición de su daga y se la clava en el cuello a Henry, quien cae muriendo. Miguel se acerca a Héctor, respirando pesadamente, para terminar su trabajo.

—Disfrutaré mucho tu muerte, idiota —dijo Miguel, agotado, mientras recupera el aliento.

Fin del capítulo.