T. Rat estaba ansioso como siempre, su corazón latía con fuerza, casi golpeando su caja torácica y el motivo era la simple presencia de Bell.
No podía entender cómo ella lograba mantener una influencia tan fuerte sobre él, hasta el punto de dejarse esclavizar completamente por ella, solo para estar cerca de ella.
Toc, toc.
Era él golpeando el vidrio de la ventana semiabierta.
Estás retrasado, ¿sabías eso?
Preguntó la mujer, abriendo completamente la ventana y cerrándola tan pronto como T. Rat puso sus pies dentro de la habitación.
Yo nunca llego tarde, Bell, no lo olvides.
Ya te he dicho que no me llames así mientras tenemos visitas.
¿No me vas a decir quién es el afortunado que te está haciendo compañía?
Preguntó curioso.
¡Qué pena! Acaba de irse. Pero no te preocupes, tenemos cosas más importantes que hacer ahora.
Respondió ella sonriendo.
¿Hay alguna posibilidad de que gane algún premio por buen comportamiento, Bell?
Arriesgó T. Rat mirando a Bell con ganas de lanzarse a sus brazos.
Siempre existe la posibilidad de conseguir lo que quieres, siempre y cuando pagues el precio adecuado.
Respondió Bell algo receptiva.
Pago cualquier precio para tenerte conmigo, Bell. Cualquiera.
Entonces ven, ¿qué estás esperando, T. Rat?
Bell había lanzado el anzuelo, y no importaba cuántas veces lo hubiera hecho, él siempre caía en su trampa.
No era de extrañar que en los viejos tiempos la llamaran Sweet Bell Lip (Lábios Dulces de Campana) y no había hombre que resistiera sus sugerencias.
Muchos cayeron en su trampa hipnótica sin tener tiempo siquiera de pensar en las consecuencias catastróficas que tendrían en sus vidas.
Buenos y viejos tiempos aquellos en los que ningún hombre grande o pequeño se atrevía a cuestionar su autoridad.
Pero como todo lo bueno dura poco, le tendieron una trampa a Bell y ella cayó como una novata. ¿Quién diría que ese hombre alto y tan lleno de dinero y posesiones podría resistirse a sus encantos?
¿Y cómo podría adivinar que ese hombre, al igual que ella, era solo una mujer disfrazada de carnada y ella había sido atrapada en el acto, sin siquiera poder reaccionar, porque estaba más borracha que un pavo y solo después de algunas horas, se dio cuenta de que había sido capturada como una novata del bajo mundo del crimen?
Con esposas inhibidoras en sus muñecas y una máscara de supresión en su rostro, no había mucho que ella pudiera hacer.
Su suerte, sin embargo, no la había abandonado, ya que estaba presa junto a un sujeto que le decía ser su admirador y que había montado una situación solo para estar a su lado en ese momento.
Su nombre era T. Ratser y tenía una excelente propuesta que hacerle, y todo lo que ella necesitaba para salir de allí era aceptar ser su novia y serían invencibles.
¡Qué bondad e ingenuidad de ese hombre, pensaba ella!
Hasta que él le mostró de lo que su poder era capaz de hacer y le quitó todo lo que detenía sus habilidades de femme fatale.
Bell siempre había tenido un razonamiento muy rápido y en ese instante vio la oportunidad perfecta para estar por encima de todos y tener todo lo que más deseara.
Y todo lo que necesitaba en ese momento era hacer contacto agradeciendo a ese sujeto con un beso y dejar que su poder hiciera el resto.
En ese entonces, T. Rat no tenía mucha idea de lo que Bell era capaz de hacer y ni siquiera se preocupó por eso, al fin y al cabo, él también tenía su as bajo la manga.
No tenía miedo ni se preocupaba por nada malo que pudiera venir de su nueva compañera.
Pues como contraataque, su poder actuaría a su favor automáticamente, reiniciaría el tiempo y lo salvaría de cualquier daño, siempre y cuando no se sintiera triste o fuera herido mortalmente.
Sin embargo, desconocía que su ruina sería precisamente esa.
Su felicidad al ser esclavo de Bell, de quien nunca más sería libre, apenas estaba comenzando.
Y todo esto comenzaría con un leve roce de labios o, mejor dicho, con un pequeño, simple y casi inocente beso.