Capítulo 4: Un Encuentro Especial
Narra Lucas
Mientras daba la clase, mi mirada se cruzaba de vez en cuando con la de Isabella. Desde el primer momento en que la vi, supe que había algo especial en ella. Me pareció hermosa, con sus cabellos dorados y su piel blanca como la leche, y sus ojos azules como el océano. Cada vez que pensaba en ella, mi corazón latía con prisa. Solo quería volver a encontrarme con ella, pero no esperaba que fuera mi alumna.
Al finalizar la clase, esperé a que los demás estudiantes salieran y decidí llamarla. Ella estaba por salir con su amiga.
- Señorita Castillo, ¿me concedería un segundo de su tiempo, por favor? - pregunté con nerviosismo.
- Sí, por supuesto - respondió ella. Luego se dirigió a su amiga y le dijo: - Te veo luego - Su amiga asintió y salió del aula.
- Quería decirte que ya no somos desconocidos. ¿Podrías darme tu número ahora? - pregunté, tratando de ocultar mi entusiasmo por volver a verla.
- Ya te dije que yo me encargaré - respondió ella con seriedad. - No necesitas preocuparte.
Me sorprendió su respuesta, pero al mismo tiempo, admiré su independencia y determinación. Aunque quería ayudarla, entendí que ella quería manejar las cosas por sí misma.
- Está bien, entiendo - dije con una sonrisa. - Pero si necesitas cualquier cosa, no dudes en decírmelo.
Isabella asintió y se despidió amablemente antes de salir del aula. Mientras la veía alejarse, mi corazón se llenaba de emociones encontradas. Sabía que tenía que mantener una distancia profesional como su profesor, pero no podía evitar sentirme atraído por ella.
Después de la universidad, quedé con un amigo para ir al cine. Pasé por un centro comercial y, para mi sorpresa, vi a Isabella y su amiga Anabella. Decidí frenar el auto y bajar.
Isabella me miró sorprendida cuando me vio salir del auto.
- Hola chicas - dije sonriendo.
- Ho... Hola, profesor - dijo Isabella, tartamudeando nerviosa.
Su amiga la observó, como si estuviera pensando en algo.
- Hola, Isabella - dije sonriendo - y hola...
- Anabella - dijo su amiga, completando la frase, notando que me había olvidado.
- ¿Qué... qué hace aquí, profesor? - dijo Isabella, tartamudeando nerviosa.
- Estoy esperando a un amigo - dije sonriendo.
- Bella - dijo su amiga - Me esperas aquí, voy al baño.
- Está bien, Ana - dijo Isabella.
Su amiga se fue.
- Bueno, profesor - dijo Isabella - Que tenga un bonito día.
Estaba por irse, pero la detuve.
- ¿Quieres que te acompañe mientras llega tu amiga? - dije - Te invito un helado.
Pareció pensarlo un momento.
- Está bien - dijo - Acepto el helado porque tenía antojo.
Fuimos a comprar dos helados de chocolate y nos sentamos a conversar.
- Y dime, ¿te gusta la música? - pregunté.
- Sí, me gusta. Siempre me ha gustado - respondió ella con un brillo en su mirada.
Comenzamos a conversar sobre nuestros sueños y ella hablaba apasionadamente sobre su amor por la música. Me fascinaba escucharla y ver la pasión que emanaba de sus palabras.
- Isabella, puedo ver en tus ojos cuánto amas la música. Es maravilloso tener una pasión tan profunda por algo - dije, con admiración en mi voz.
Ella sonrió tímidamente y asintió.
- La música es mi escape, mi forma de expresarme y conectarme con el mundo. Es como si cada nota y cada melodía pudieran transmitir emociones que las palabras no pueden describir - dijo, con una chispa de emoción en sus ojos.
Me sentí inspirado por su pasión y compartí mis propios sentimientos hacia la música.
- Para mí, la música es un lenguaje universal. Puede unir a las personas, transmitir emociones y contar historias. Es algo mágico y poderoso - dije, con sinceridad.
Continuamos conversando mientras disfrutábamos nuestros helados. La conexión entre nosotros se fortalecía a medida que compartíamos nuestras experiencias y sueños relacionados con la música.
- Isabella, me encantaría escuchar alguna de tus composiciones algún día. Estoy seguro de que tienes un talento increíble - dije, con entusiasmo.
Ella sonrió, visiblemente emocionada por la idea.
- ¡Claro! Me encantaría compartir mi música contigo. Sería un honor tener tu opinión y consejos como profesor - respondió, con gratitud en su voz.
A medida que continuamos nuestra conversación, el tiempo pareció detenerse. Nos sumergimos en nuestras historias y sueños, creando un vínculo especial que iba más allá de la relación profesor-alumna. En ese momento, solo éramos dos amantes de la música, compartiendo nuestra pasión y nutriéndonos mutuamente.
Después de nuestra conversación, llegó su amiga.
- Bella, por fin te encontré - dije, agradecido por haber cuidado de ella, dirigiéndome a Isabella.
- No hay de qué - respondí con una sonrisa.
- Nos vemos mañana, profesor - dijo Isabella, sonriendo.
- Hasta mañana, señoritas - respondí.
Las dos se despidieron y se fueron. Luego me dirigí al cine, donde me encontré con mi amigo Samuel y entramos a ver la película.
Durante la película, no podía dejar de pensar en Isabella. Su presencia y nuestras conversaciones llenaban mi mente, haciendo que me resultara difícil concentrarme en la trama de la película. Mis pensamientos se desviaban constantemente hacia ella, recordando su pasión por la música y la conexión especial que parecíamos tener.
- ¿Estás bien, Lucas? - preguntó Samuel, notando mi distracción.
- Sí, solo estoy un poco distraído. Hay algo en lo que he estado pensando - respondí, con sinceridad.
- ¿Algo relacionado con esa estudiante de la que me has estado hablando? - preguntó Samuel, con una sonrisa traviesa.
Asentí, sabiendo que no podía ocultar mi interés por Isabella.
- Sí, ella es increíble. Tiene una pasión y un talento por la música que me inspiran. No puedo evitar sentir una conexión especial con ella - confesé, con emoción en mi voz.
Samuel me miró, comprendiendo la profundidad de mis sentimientos.
- Lucas, solo te puedo decir que sigas tu corazón. Si esa conexión que sientes es real, no la ignores. La vida está llena de sorpresas y oportunidades inesperadas. Tal vez ella sea una de ellas - dijo, con sabiduría.
Sus palabras resonaron en mi mente mientras continuábamos viendo la película. Aunque no podía dejar de pensar en Isabella, también sabía que debía mantener una relación profesional con ella como su profesor. Sin embargo, la idea de que nuestras vidas se cruzaran de alguna manera fuera del aula me emocionaba y me llenaba de esperanza.
Al finalizar la película, salimos del cine y nos despedimos. Mientras caminaba hacia mi auto, sentí una mezcla de emociones: la emoción por la posibilidad de un futuro con Isabella y la incertidumbre de cómo se desarrollaría nuestra relación.
Conduje de regreso a casa, con la mente llena de pensamientos sobre Isabella y la música. Sabía que el camino que se extendía ante mí estaba lleno de posibilidades y desafíos, pero estaba dispuesto a seguir adelante y descubrir qué deparaba el destino.