Capítulo 59: Quiero Recordarte…
Narra Brenda
- Brenda, ¿qué estás haciendo aquí? – dijo con sorpresa.
- Sabía que me conocías... ¿Por qué fingiste ayer que no?
- ¿Te acuerdas de mí? – preguntó, evadiendo mis preguntas.
- No, no me acuerdo de ti y por eso necesito que me digas quién eres y qué significas para mí. ¿Por qué no puedo recordarte? Pero, sin embargo, siento que eres importante. ¿Por qué nos besamos?
- Shhhh, por favor, baja la voz – dijo, mirándome de manera extraña.
Sus ojos reflejaban ternura, felicidad y desesperación, todo mezclado con tristeza...
- Escúchame, es cierto que tenemos muchas cosas que aclarar, pero no es el lugar adecuado.
- ¿Por qué no? – cuestioné, confundida.
- Es muy peligroso. Si realmente quieres saber más, creo que deberíamos encontrarnos en mi departamento. Ya sabes dónde está...
Levanté una ceja, sorprendida.
- ¿En serio?
- Disculpa. Aquí tienes un papel con la dirección de mi departamento. Mañana estaré allí todo el día, si quieres hablar.
Me entregó la tarjeta y cuando soltó mi mano, sentí un roce familiar que me incomodó, así que la retiré rápidamente.
- Está bien, te buscaré entonces.
Al salir, me sentí extraña y confundida. Miré la tarjeta con la dirección y era la misma que había encontrado en aquel libro que me había dedicado. Era evidente que era su dirección. Consulté el reloj y me di cuenta de que era hora de ir a buscar mis documentos a la escuela, así que tomé un taxi y me fui.
Esa tarde me llevaron al hospital para evaluar mi progreso y esta vez el doctor dijo que tal vez no recordaba a todos porque mi cerebro bloqueaba algunos recuerdos negativos. Eso me dejó en duda, ya que casualmente no podía recordar a Alan.
Y eso me hizo preguntarme: ¿Acaso él era un recuerdo negativo?
Llegó la noche y decidí dormir temprano, ya que ese día realmente me había agotado.
Al despertar al día siguiente, tenía la firme convicción de que ese sería el día en que finalmente descubriría la verdad sobre lo que había pasado con Alan y trataría de entenderlo. Pasé toda la mañana convenciendo a mi mamá de que me dejara ir a la casa de Ian. Después de mucho esfuerzo, logré persuadirla y no esperé a que se arrepintiera. Tomé un taxi y le di al conductor la dirección del departamento de Alan. Aún me resultaba extraño pensar en él con ese nombre. No podía recordar si lo llamaba Alan o si lo llamaba Profesor.
Cuando llegué al edificio, me resultó familiar, aunque no lograba recordar por completo. Me dirigí al elevador, pero extrañamente supe que no funcionaba y decidí tomar las escaleras. Al llegar a su piso, sin titubear, me dirigí directamente a su departamento. Estar allí me puso nerviosa, sentí cómo mis manos comenzaban a sudar. Toqué ligeramente la puerta, temiendo que él no me escuchara, pero para mi sorpresa, no pasó mucho tiempo antes de que me abriera y al verlo, mi pulso se aceleró.
- ¡Brenda! Viniste – dijo entusiasmado.
- Te dije que vendría.
Alan se apartó de la puerta para que pudiera entrar y al hacerlo, me quedé realmente sorprendida. Recordaba cada rincón de ese lugar, pero no lograba recordar los momentos en los que había estado allí.
Permanecí mirando todo a mi alrededor y él se dio cuenta de mi expresión.
- ¿Pasa algo? – preguntó con curiosidad.
- Siento que ya estuve aquí...
- Porque ya has estado aquí muchas veces.
- Pero ¿por qué no puedo recordar? Puedo recordar cada rincón de este lugar, pero los momentos en los que estuve aquí se escapan de mi memoria.
Después de un silencio, él me preguntó:
- Y bien, ¿en qué puedo ayudarte? ¿Qué puedo hacer por ti?
- ¿Qué te parece si empezamos por decirme la verdad...?
- No entiendo, ¿puedes ser más explícita?
- Claro, seré más clara. Quiero que me digas quién eres, qué somos o por qué siento que eres tan importante para mí. ¿Por qué nos besamos siendo que tú eras mi maestro?
- Está bien, esto será una larga historia. Nunca imaginé que llegarías a olvidarlo. - Se llevó las manos al rostro y luego continuó - Verás, tú y yo nos conocimos cuando comenzaron las clases. ¿Recuerdas?
- No, no lo recuerdo.
Él siguió hablando mientras yo lo miraba. La verdad es que era muy atractivo, con unos ojos en los que te perdías. Me contó cómo nos habíamos conocido, prácticamente me dio un resumen de nuestra historia juntos.
- Bien, empiezo a entender, pero ¿por qué nos besamos? ¿Qué buscaba yo con eso? ¿Acaso era por una calificación? No entiendo.
- Brenda, creí que había sido lo suficientemente claro - suspiró -. Nos besamos porque fuimos novios.
- ¿Fuimos novios mientras eras mi profesor? Santo Dios, no sé cómo me presté a esto, no lo sé. Ahora entiendo menos que antes.
Hubo un momento de silencio. Sabía que él iba a decir eso, pero no sabía cómo reaccionar. Habíamos sido novios y ni siquiera lo recordaba.
- Ahora estoy más confundida que antes. Cuéntame por qué terminamos.
- Bueno, en realidad no terminamos por decisión nuestra, sino por tus padres.
- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Mis padres saben sobre "lo nuestro"?
- Nosotros acordamos mantenerlo en secreto, sabíamos que tus padres no lo aprobarían. Y, lamentablemente, se enteraron.
- ¿Y cómo sucedió? ¿Cómo descubrieron "lo nuestro"?
- Bueno... el día en que tuviste el accidente, yo... yo...
Él se tomó unos segundos antes de responder, se notaba nervioso.
- ¿Tú?
- Yo me enteré y fui al hospital a verte. Quería saber cómo estabas. Tu mamá me preguntó por qué estaba allí y, en ese momento terrible, decidí dejar de mentir. No se me ocurrió ninguna excusa... Pero cuando se enteraron, todo empeoró. Tus padres me prohibieron acercarme a ti. No solo me lo dijeron, sino que amenazaron con denunciarme por mantener una relación con una menor. Por esa razón, renuncié a la escuela y no pude ayudarte cuando nos encontramos en la tienda de postres.
- ¿Te rendiste tan fácilmente? Permitiste que mis padres nos separaran, que destruyeran "Lo nuestro" - Dije en tono de reproche.
- No, no lo hice. Desde el día en que tuviste el accidente, prometí visitarte a diario. No fue fácil, tenía que ir cuando tus padres no estaban, pero nunca dejé de ir. Siempre te llevaba tus flores favoritas, los lirios blancos. Aunque sé que probablemente ni siquiera los notaste... Estuve ahí todos los días, me partía el alma cada vez que te escuchaba llamarme en sueños. Fui a verte hasta que finalmente despertaste después de esos meses tan difíciles sin ti. Me llené de emoción, realmente quería entrar a tu habitación y verte, pero la enfermera me advirtió que sufrías de amnesia y que probablemente no me reconocerías. Me negué a creerlo, no podía aceptar que tú, mi Brenda, me hubieras olvidado. Pero cuando saliste del hospital, me di cuenta de que era cierto. Estuve cerca de ti en muchas ocasiones y me confundiste con alguien más del hospital. Eso me dolió profundamente. Pero también vi que era una oportunidad para que fueras libre, para que pudieras tener una vida sin tener que ocultarte conmigo. Quería que fueras feliz, que salieras con chicos de tu edad, que pudieras tener una relación en la que no tuvieras que llamarlo "Señor" en público. Y si no podías recordarme, pensé que sería más fácil para ti...
Cuando terminó de hablar, se sentó enfrente de mí. Era lo más cerca que habíamos estado desde que nos volvimos a ver. Sentí cómo mi corazón se aceleraba.
- No puedo creer que mis padres me hayan mentido con algo tan importante. Era crucial para mí conocer mi pasado... No puedo asimilarlo. ¿Alguien más lo sabía o lo sabe?
- En una ocasión, tus mejores amigos también se enteraron. Fue cuando tuviste el accidente... Me enteré de que ellos sabían sobre nosotros, sobre nuestra historia compartida.
- Esto es demasiado. No puedo creer que todo el mundo se haya aprovechado de mi amnesia para ocultarme cosas importantes de mi pasado... Y tú, ¿no creíste que algún día podría recordarte? ¿Eh?
- Quise pasar por alto esa posibilidad... Como dije, creí que era lo mejor para ti. Brenda, eres alguien muy especial para mí, y haría cualquier cosa para que estés bien, aunque eso signifique destrozarme por dentro.
- Estoy harta de que las personas decidan por mí. Estoy cansada de que todos crean que saben lo que es mejor para mí... Si aún me amaras, no lo habrías hecho - Grité enojada, dejando salir toda la frustración acumulada.
En ese momento, él se acercó más a mí, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y determinación, y me tomó de las manos.
- ¿Y quién dijo que he dejado de amarte? - Dijo con voz suave pero llena de convicción, buscando transmitir todo el amor que aún sentía por mí.
Me estremecí cuando él tomó mis manos y las entrelazó con las suyas. Me sentí abrumada y confundida, sin saber cómo reaccionar ante ese gesto y sus palabras de amor.
No pude contener más mis emociones y aparté bruscamente mis manos, llevándomelas al rostro mientras las lágrimas brotaban sin control.
- ¿Qué te sucede? - preguntó él con preocupación en su voz.
- Solo... solo quiero estar sola. No estoy bien. Por favor, aléjate de mí... - respondí entre sollozos, sintiendo un nudo en la garganta.
Su reacción me tomó por sorpresa. Se puso de pie frente a mí, con determinación en sus ojos, y dijo:
- No, nunca más volveré a alejarme de ti. La última vez que me lo pediste, me arrepentí profundamente. Quiero que entiendas que ahora que conoces la verdad, quiero ayudarte a recordar.
- ¿Ayudarme? ¿Tú quieres ayudarme? No sé si necesito o quiero tu ayuda... Incluso dudo de si me estás diciendo la verdad. Todos me mienten... Y empiezo a pensar que saber la verdad no siempre es lo mejor.
Me levanté del sillón, tomé mis cosas y salí corriendo hacia la puerta, sin mirar atrás. Solo escuché cómo Alan pronunció mi nombre en tono de súplica, pero decidí no voltear.
Pero, por más tonto y absurdo que suene, cuando llegué a la planta baja, sentí una inexplicable necesidad de volver con él. Sé que nadie me entenderá, y lo comprendo, porque ni yo misma entiendo del todo. Necesitaba ver sus ojos azul cielo, anhelaba estar cerca de él como si en algún momento hubiéramos estado juntos, aunque no pudiera recordarlo. Sin pensarlo dos veces, regresé corriendo. Subí las escaleras a toda velocidad, con el corazón latiendo desbocado. Cuando llegué a la mitad, lo vi bajando rápidamente hacia mí. Nos encontramos en el punto medio, y al verme, él notó que estaba hecha un mar de lágrimas. Con cautela, se acercó a mí.
- Brenda, yo...
Interrumpí sus palabras colocando un dedo en sus labios, indicándole que se callara.
- Quiero recordarte... Quiero recordar lo nuestro.
Él me regaló una sonrisa que reconocí de algún lugar, una sonrisa que sabía que me tranquilizaba. Sin pensarlo dos veces, nos besamos apasionadamente. Aunque aún no podía recordarlo, sus labios me resultaron tan familiares, como si hubiéramos compartido innumerables momentos juntos. En ese beso, sentí una conexión profunda y supe que por él sentía algo inmenso.